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Mensaje  Jony Miér Ago 21, 2013 12:04 am

Un futuro anunciado

El lugar estaba en penumbra, pero, si uno aguzaba la vista, podía adivinar un pasillo de piedra que recordaba enormemente a aquellos calabozos de tiempo atrás. Pero no había que confundirse, ya que, acorde a su tiempo, aquel lugar tenía instaladas las últimas medidas de seguridad, para que las criaturas que se encontraban tras los barrotes, en las celdas enfrentadas a ambos lados del pasillo, no albergasen siquiera una oportunidad de escapar.
Y allí estaban.
Las notas salían de la guitarra que uno de ellos, en la celda de los chicos, tocaba melancólico, notas que en otro tiempo habrían sido reconocidas por cualquiera. El chico, que no tendría más de 14 años, y recostado contra la pared junto a los barrotes, tocaba distraídamente. Vestía bien, y su ropa, su sombrero ladeado indolentemente sobre su pelo negro denotaban su pertenencia a una familia pudiente, cosa que de hecho ocurría.
Efectivamente, tocaba el chico, y sus compañeros lo escuchaban medio adormilados. La mayoría ya habían intentado salir de allí.. Pero no había manera. No con aquellas medidas de seguridad. Unas medidas que impedían siquiera intentar la huida.
Sólo había una persona que no escuchaba la melodía del joven.
* Joder, Rich.- Dijo ella, apoyada contra la pared homóloga a la suya en la celda de las chicas.- Tocas fatal.- Él sonrió, haciendo oídos sordos. No era cierto… Y ambos lo sabían. La miró de reojo.
Ceñuda, la chica, que sería de su misma edad y tenía el pelo del mismo color que él, no le miraba sino que dirigía su mirada a algún punto de la pared, de enfrente, que debía encontrar bastante interesante. Pero no podía culparla, pensó Ricardo Salazar. A él ya lo habían atrapado por su imprudencia al salir de la zona de seguridad en busca de una dama, y una vez en aquella misma celda se había encontrado con la joven. Escoltada por dos matones, a los cuales había hecho creer que se trataba de su superiora, había entrado en aquella celda, y la sorpresa que se llevó Rick al verla sólo fue comparable a la perplejidad que se leyó en el rostro de ella, cuando vio a su amigo de la infancia en aquel sitio tan apestoso.
Y entonces, era cuando él la había liado. Porque, a diferencia de sus padres, siempre estaba hablando de más, y antes de querer darse cuenta, había revelado la condición de Frey, y ella había pasado de supervisarle a mirarle con odio desde el otro lado de la jaula. Sí, si las miradas matasen, él ya llevaba mucho tiempo muerto.

* En serio, Richie Rich.- Decía en aquel momento Freya.- Deja tocar las narices o me las arreglaré para que acabe en dos trozos sobre tu cabeza.
* Pero, ¿Por qué eres así, Frey?- Dijo éste suavemente, levantando la mano de las cuerdas y mirándola directamente.- Deja de preocuparte por lo que pasará y disfruta del momento.- Prosiguió, e ignoró la mirada asesina que le dirigía ella, que le recordaba que él la había metido en tal aprieto, él, él y su enorme, gran e incontrolable bocaza. Él la había metido en ese aprieto y no tenía ninguna idea para sacarla, como bien se había encargado ella de que lo supiera. Pero había una razón
para que no se preocupase.- Como ya te he dicho, seguramente en este momento mis padres vengan hacia aquí. No tiene sentido preocuparse. Ya nos habrán localizado gracias al transmisor de mi sombrero,- se llevó una mano a éste.- y en cualquier momento entrarán y nos rescatarán. Y estos pobres diablos sentirán todo el peso y las influencias de Gabriel Salazar caer sobre ellos.
Y, soltada esa bomba de información, Rick se arrellanó en su puesto junto a los barrotes, dejando unos segundos para que los que escuchaban asimilasen lo que acababa de decir.
Gabriel Salazar era el propietario de una de las mayores compañías de robótica del país, una compañía que movía millones y millones de dólares en máquinas que se utilizaban en los más variados propósitos, entre los que se encontraban algunos tales como dar clases, trabajar en un hospital o en el ámbito militar. Sí, en su carrera de robótica, el genio precoz Gabriel Salazar había sabido destacar en el momento adecuado y promocionar su talento, y, junto con su mujer, Hikari Yagami-Salazar, había dominado el mercado electrónico en unos cuantos años y se había establecido cómodamente en un barrio residencial, no muy lejos de la capital, donde vivía apaciblemente con su esposa, desarrollando nuevos inventos y cuidando a los niños que pronto tendría.

Pero entonces llegaron esos días. Y la revolución sacudió el país.
Debido a su poder económico, la sacudida apenas se notó en el hogar de los Salazar, pero sin embargo sus consecuencias acabaron llegando igual a ellos que a los demás, y, tras la construcción de los guetos mutantes, barrios en los que se concentraba la población mutante de las ciudades, separados del resto por murallas para la correcta convivencia de esta nueva especie con las personas, fue colocado en una encrucijada. Por una parte, y aunque él tenía la capacidad de implantar en su genoma el gen X, no era mutante por sí mismo, y no había problemas para establecer su residencia donde gustase… Pero no era algo que se pudiera decir de su hermana, de su mujer y de su hijo pequeño, y se vio obligado a elegir. Vivir fuera, ser libre y probablemente uno de los hombres más poderosos e influyentes del planeta… o habitar en uno de los guetos, con lo cual su influencia disminuiría, aunque no lo haría su poder económico.
Y allí creció Ricardo Salazar, siendo el mutante más rico en el barrio de los mutantes ricos, una posición que le granjeaba bastantes éxitos en la academia de élite en la cual estudiaba. Allí había sido donde conoció a Freya. Siempre ceñuda y distante, la joven de nombre nórdico parecía la única inmune a sus encantos y a su habilidad, y como respuesta, él comenzó a investigar acerca de ella en la academia, una investigación que archivó muy pronto, tras comprobar que después de la escuela desaparecía sin que nadie supiera dónde iba ni de dónde venía, y mientras estaba en ésta todos coincidían en su apatía. Parecía como si estuviera muerta en vida. Como si todo lo que estaban dando fuera terriblemente aburrido. Por otra parte, había que considerar que estaban en un gueto mutante, así que no era extraño ver a niños piromantes volar por los aires tras encender algo que no debían, por la calle, o un manipulador de la gravedad arreglando el tejado del vecino o bajando un gato de un árbol. Los poderes allí no solo no eran odiados, sino eran fomentados, y el mismo Ricardo hacía sus
prácticas de mecánica utilizando la tecnokinesis heredada de su tía materna, Charlie Starsys, que le permitía desarmar en piezas cualquier máquina que pudiera comprender sin tocarla, y modificarla mediante este mismo procedimiento.
Eso, combinado con la enorme y lógica mente que había heredado de su padre para la robótica, habían hecho de él mismo un prodigio en ese campo.
Así que ella, por su parte, también tenía el suyo, algo que comprobó Ricardo al utilizar un lector de ondas mentales para copiar en un examen de historia… Y darse cuenta de que no era el único que lo hacía. Así que esa era la manera en la que la reina del hielo Frey sacaba 10 en todos los exámenes. Los profesores tenían sistemas para detectar ese tipo de trampas, pero ese robot debía de ser un modelo viejo o estropeado.
A la salida, la situación había sido algo violenta cuando ella se le había encarado y le había amenazado con dejarle frito, porque su intromisión no había pasado desapercibida… debido a que era a él a quien intentaba copiar Freya.
Sí, su relación era más bien de amor-odio, y se llevaban como el perro y el gato, fastidiándose y pinchándose cada vez que tenían ocasión… O eso le gustaba pensar a Ricardo cuando ella lo saludaba con su habitual “Richie Rich” burlonamente. Aunque la verdad, era que ella pasaba un poco de él. Y de todo el mundo.

Y, una vez más, nos volvemos a encontrar en la prisión a la cual una aventura amorosa fallida había llevado a Rick, y un afán de exploración y descubrimiento truncado en la cumbre, a Freya, y volvamos al murmullo agitado que rodeaba ahora a Rick, que había decidido revelar el nombre de su padre.- Míralo.- Dijo Freya cruzándose de brazos y soltando una carcajada.- Ni que fuera el rey del mundo por tener una caja fuerte llena de pasta.- Resopló, viendo a sus propias compañeras de celda acercarse a los barrotes a saludar al niño Salazar, haciendo como si Freya fuera invisible. Pero ella también tenía sus propis bazas.
* ¿Y si te dijera que tu señal se ha apagado?- Dijo lo suficientemente alto como para que la oyera. - ¿Y si los secuestradores formasen una milicia bien organizada, añadiendo inhibidores de ondas electromagnéticas a los supresores de Gen X y de poderes mentales?
Sí, ella hacía sus deberes. Era una persona acostumbrada a arreglárselas sola. Su padre se había encargado de que supiera. De que pudiera infiltrarse en una fortaleza y salir por la puerta tras matar a todos sus ocupantes, de saber cómo actuar en caso de ser capturada o secuestrada para aprovechar al máximo la situación… Y todo ello, si conseguía que no la encerrasen inhibiendo sus poderes mentales. Pero aún no se los habían quitado todos. Faltaba uno: Su inteligencia. Una inteligencia tan despierta o más que la de Ricardo, y que se puso de inmediato a evaluar la situación y posibles salidas del lugar, ignorando la respuesta que le decía ya el chico del sombrerito.
Pero algo la sacó pronto de sus cavilaciones, porque en un parpadeo, todos los pequeños mutantes habían callado. Freya abrió los ojos, y se encontró con un chico en el pasillo. Mirándola.
Su pelo era rojo como las llamas, pero sus ojos no eran apasionados como habría cabido esperar, sino que era alguien que parecía tener el dominio de la situación. Una mirada calculadora. Una mirada de un profesional.- ¿Cuál de vosotros es Freya?- Dijo, sencillamente.- ¿Quién es Freya?- La mencionada abrió los ojos como platos. ¿Aquel chico, que no sería mucho más mayor, la estaba buscando? En ese caso, sólo había una cosa que pudiera hacer. Así que se levantó y dijo: - Yo soy Freya. Y no sé quién eres tú, me temo que vas a tener que darte prisa en hacer lo que tengas que hacer. Con tu estúpida entrada utilizando tu poder mutante has activado las alarmas y pronto vendrán a por ti y acabarás igual que nosotros, amén de que aquí dentro no puedes usarlos.- Dijo ella rápidamente. Él se acercó hasta que quedaron frente a frente, y sólo los cuchicheos de su alrededor rompieron el silencio.- He neutralizado su generador, podemos salir sin problemas.- Dijo, confiadamente, pero ella le cortó.- Tienen uno de emergencia, habrás conseguido unos 8 minutos como máximo para sacarnos de aquí a la vieja usanza.
Ricardo, por su parte, estaba más asombrado a cada instante que pasaba. ¿Quién era ese tipo? ¿Había venido sólo y exclusivamente a por Freya? No, no. Tenía que haber un error, porque su padre aún no había llegado ni había mandado a nadie. Se había puesto de pie, y con él, todos los integrantes de las mazmorras., que se acercaron a escuchar.- Los barrotes son de una aleación muy resistente.- Dijo él, intentando figurarse cómo sacarlas de allí “a la vieja usanza”, aunque una chica que parecía un poco tonta hizo notar que ella podía manipular el acero. Freya lo ignoró, ya que había tenido una idea.- Oye, tú.- Le dijo al pelirrojo, que seguía buscando alguna salida y decidido a aceptar cualquier solución por extraña que pareciera.- Tienes arma, ¿no? Dámela.- Él se la dio, sin pensar siquiera en contradecir una orden tan tajante, y una vez en sus manos, la joven miró la pistola, una pistola de proyectiles al estilo tradicional. Y allá fue, volviendo el cañón hacia sí misma y colocando el dedo en el gatillo…- Espera, ¿qué vas a hacer? Te voy a sacar a tiempo!- Dijo el pelirrojo, pero ella lo ignoró, y con mucho cuidadito, apretó el gatillo.
Bam.
El dispositivo de contención de objetivos, camuflado como un ladrillo en la pared, cayó hecho añicos, y Freya se dio la vuelta, impasible.- Habría soltado un gas somnífero en cuestión de minutos, y pronto estaríamos dormidos y seguramente muertos por nuestra osadía. En fin… Allá vamos.

Y, demostrando una puntería envidiable, tiroteó el inhibidor de ondas que evitaba que usaran sus poderes.
Ricardo sonrió, en su celda.- Muy bien. Ahora, tú puedes abrir los barrotes y todos…- Pero, ¿De qué hablas?- Dijo Freya arqueando una ceja.- Creo que aún no lo has pillado, sombrerito.
No he venido a salvar a nadie.- Añadió el de pelo rojo.- Soy Dante, y, como ya te he dicho, estoy aquí para llevarme a Freya.
Rick la miró, preguntándose si les dejaría allí a su suerte, y ella le devolvió la mirada elocuentemente.- No soy una buena persona, Richie.- Y, cuando iba a ocurrir, él se dio cuenta y alargó su guitarra en un intento por tocar al pelirrojo y seguirle en su teletransporte.- ¡No, no podéis dejarnos aquí!- Su guitarra sólo se blandió en el aire. Estaban solos.- Bien.- Dijo él. Se había puesto serio y tenían que salir de allí.- Tenemos que utilizar las circunstancias a nuestro favor. ¿Cómo te llamas?- La chica que había afirmado controlar el metal respondió. Se llamaba Isabella.- Es un nombre muy bonito.- Dijo él, guiñándole un ojo sin poder escapar de su naturaleza.- Muy bien, Isabella, tienes que abrir los barrotes lo más rápido que puedas, ¿de acuerdo?- Ella le sonrió, y, embelesada por la voz del joven, movió los barrotes que no opusieron resistencia como si fueran unas cortinas, hasta formar un boquete por el que podían atravesar sin problemas las chicas. Él le sonrió, y ella se dispuso a cruzar el pasillo para hacer lo mismo con los suyos.

Solo que nunca llegó a dar un segundo paso fuera de la celda.
El estampido del arma fue seguido del golpe sordo que causó el cuerpo inerte de la joven al caer al suelo, y un charco de sangre se fuer formando donde la bala había impactado. Cuando, sobresaltado, Ricardo miró hacia la puerta, vio un hombre uniformado con un arma y rodeado de otros guerrilleros que los observaban desafiantes.- A ver si esto os enseña que aquí el contrariarnos... se paga muy caro- 


Jony

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Mensaje  Jony Miér Ago 21, 2013 12:12 am

Nuevos tiempos, viejos amigos.


Cuando sus pies tocaron el suelo de nuevo, Frey estuvo a punto de perder el equilibrio, pero consiguió mantenerse en pie, y miró fijamente al pelirrojo que se hacía llamar Dante.- Muy bien, Tím- Y sé que te llamas Tim, así que no insistas con ese ridículo sobrenombre- ya estamos fuera. Dime quién te ha enviado a sacarme de allí. Te esfuerzas por no pensar en ella, pero con un poco de esfuerzo…- Entonces Freya enmudeció, al darse cuenta de dónde habían ido a parar. Todos los policías que había en la entrada de la comisaría les apuntaban con sus armas.- Policía, mutantes, no se muevan o disparo!- Decía uno, mirándolos fijamente. Frey frunció el ceño. ¿Por qué siempre tenía que encargarse ella de todo? Por suerte, no era alguien que se dejase sorprender fácilmente (cosa que no podía decir de su acompañante) y pronto supo cómo debía actuar. Así que, sin detenerse un minuto, miró al policía que los apuntaba a los ojos, y, mientras éste ejecutaba la orden que ella le había implantado y disparaba a un compañero en la pierna distrayendo la atención de todos, ella dirigió su mortífera mirada hacia Dante, haciendo que desaparecieran del lugar.
-          ¿Qué fue eso?- Dijo, cruzándose de brazos, una vez estuvieron en una azotea en la que había una tumbona y una cuerda con ropa tendida.- Bueno… Quería… Comprobar tus habilidades.- Replicó Dante improvisando.- Sí, quería comprobar si eras tan buena como me habían dicho…- En ese momento, la joven aprovechó para hurgar en su mente. Y lo que vio la dejó perpleja.
 
Estaban en un buen lío, pensó Rick mientras miraba al techo con la guitarra sobre su pecho. Tras el incidente que había provocado esa mancha de sangre que aún seguía en el suelo a unos metros, el oficial había mandado a sus subordinados, también enmascarados y con trajes especiales, que lo limpiaran todo y había decidido moverlos a otro nivel con mayor seguridad, interrogándolos de paso para comprobar de dónde había llegado la bala que había atravesado el dispositivo anti-mutaciones. Primero, habían movido a las chicas, ya que su jaula había quedado inservible. Y pronto llegaría su turno. Mientras tanto, todo lo que podía hacer era ver cómo colocaban el inhibidor de Gen-X portátil para evitar que hicieran ninguna tontería, mientras otro enmascarado armado les vigilaba para que no hicieran tonterías.- Estáis cometiendo un error.- Dijo Rick, apoyándose en su guitarra mientras se levantaba y dirigiéndose al hombre armado.- No fuimos nosotros los que destruimos ese inhibidor, no habríamos podido. Fue alguien de fuera. Hasta os lo puedo describir si queréis.- De la máscara salió una voz ambigua y cortante.- ¿Y a mí qué más me da? Cuéntaselo a quien te interrogue y a mí deja de joderme. Y muévete de los barrotes o tendré que moverte yo.- el joven frunció el ceño. ¿Qué pasaba con aquél tipo? Sí, eran sus prisioneros y eso, pero él estaba colaborando con ellos voluntariamente. ¿Por qué parecía sudársela su ayuda? ¿Y por qué parecía no importarle nada tampoco el destino de las chicas?- ¿Te da igual? ¿Qué te da igual? Hijo de… ¿Sabes lo que van a hacer con ellas, no? Van intentarán descubrir quién lo hizo… ¡Por las malas! Van a joderlas y ellas no han hecho nada. Y luego seguramente nos meterán en unos cubiles la mitad de grandes que estos, así, todos nosotros, como los mejores amigos del mundo. ¿Y eso por qué? Porque un gilipollas supo colarse en vuestro sistema de seguridad de mierda,- Sí, su rabia contra el pelirrojo que los había abandonado allí también afloraba en aquel momento.- Un gilipollas que puede que haya sido incluso de los vuestros, ha decidido hacer saltar la alarma sólo para divertirse, o sólo porque podía. Y gracias a eso…- el golpe en el pecho lo lanzó hacia atrás, y lo sentó en el suelo. La figura con el traje enmascarador le amenazó con el cañón de su arma.- Que te largues de los putos barrotes, ¿de acuerdo?
Rick quería responder, airado, pero antes de volver a levantarse juzgó que enfrentarse a uno de sus carceleros igual no era la mejor manera de empezar el día, así que se quedó donde estaba y observó cómo su compañero ya le decía que el inhibidor estaba colocado y podía volver a su puesto. Siguiéndolo con la mirada, descubrió, intrigado, que el soldado también lo miró antes de salir de la estancia en dirección al servicio.
Y allí estaba Rick, tumbado en el suelo tocando distraídamente algunas notas en la guitarra, cuando lo sintió.
No lo vio o lo oyó, ni lo olió. Simplemente, lo sintió. Su vello se erizó levemente, y él levantó la cabeza, a tiempo para ver la explosión que sobresaltó a todos los demás chicos, que también estaban tumbados o sentados por allí. Media pared había volado en una nube de humo, y en el fondo de aquella, un potente zumbido se mezclaba con el foco que alumbraba al interior. Un ruido que era… ¡Sí! Reconocía aquel ruido, y reconocía aquel motor.
Y, cuando la moto cruzó por delante de sus narices y derrapó hasta quedar encajada en el pasillo, por donde se habían ido los soldados, Rick ya no dudó. Estaba salvado.- Vaya, pero mira a quién tenemos aquí.- Dijo la conductora mientras se quitaba el casco, dando lugar a que muchos chicos- que tenían alrededor de su edad y por tanto estaban en plena pubertad- abriesen la boca considerablemente. Pero él, el mayor ligón de su clase y posiblemente de la academia, el apodado “Casanova”, el rey de la fiesta, sólo sonrió y puso los brazos en jarra.
La melena rubia decoraba sus hombros una vez liberada del casco, y el humo, que comenzaba a disiparse, difuminaba la luz haciendo que pareciera  un halo de color dorado. Pero, como Rick sabía muy bien (porque lo había aprendido por las malas), Anna Salazar tenía poco de ángel. La hermana de Gabriel sólo se parecía a este en el color rojo de los ojos, pero no había nada más en ellos que pudiese hacer pensar de un vínculo fraterno, al menos al conocer superficialmente a la motera. Salvaje e impredecible, Anna era la otra cara de la inteligencia. Si su hermano predicaba el orden, ella adoraba el caos, sin tener una inteligencia menor que la de su hermano gemelo, lo cual le daba un gran peligro y las autoridades para el control de los mutantes le habían dado un nivel de peligrosidad de cuatro estrellas sobre cinco, aunque al oír eso ella se había propuesto aumentar esa puntuación. Eso, al menos, era lo que recordaba Ricardo la última vez que la vio, unos dos años atrás y mientras ella se alejaba con su motocicleta y su bazooka de energía a la espalda, en busca de aventuras.
Y allí estaba ahora. Con una sonrisa diabólica a juego con los ojos y una banda cruzando el pecho, que sujetaba la funda del arma que unos instantes atrás había volado la pared. Justo como la recordaba. Anna Salazar.- Te esperaba algo más pronto, tía Anna.- Dijo el pelinegro, provocando la admiración de todos al contar con tal belleza en su familia, y ella soltó una carcajada.- Por cierto, no sé cómo planeas sacarme de aquí, pero esos tíos han puesto un inhibidor de poderes.- Ella sólo alargó más su sonrisa.- No los necesito… No en vano tu padre es el segundo mayor productor de tecnología del país, no? Yo me limito a modificarla para mis propios… Intereses.- Mientras hablaba, disparó sobre la puerta por la que se habían ido los soldados, provocando un derrumbe de rocas que obstruyeron el camino.- Aunque, para ver este, os aconsejaría que os apartaseis.- Ricardo vio cómo ponía los discos pegados a los barrotes , y se dio cuenta de lo que pretendía hacer, apartándose con su guitarra al momento justo para evitar las pequeñas explosiones que soltaron los barrotes, formando un rectángulo por el que todos cabrían sin excepción.-  Venga, chicos.- Dijo la mujer haciendo un movimiento de cabeza.- Les he cortado el paso, pero no por mucho tiempo.- Los chicos fueron saliendo y ella los dirigió hacia el boquete que había abierto en la pared.- Ya he llamado a los refuerzos, así que en unos minutos estarán ahí.- Luego se volvió a Ricardo.-Ahora te cuento qué hago aquí, pero antes… Por el estado de esa celda deduzco que hay más presos que no están ahora mismo entre nosotros, ¿me equivoco?- El adolescente negó con la cabeza con fuerza.- Son las chicas, y las han llevado abajo. Nosotros íbamos después.
-          Muy bien, entonces…- Dijo Anna, con una sonrisa mientras quitaba el seguro de su bazooka energético, apuntando a los escombros..- Hora de limpiar la basura.
 
Cuando Freya abrió los ojos, se encontró en una habitación cúbica en el centro de la cual había una plataforma circular elevada que recordaba a un helipuerto. Se fijó en una especie de fantasma que emanaba de una de las paredes, una masa neblinosa sin forma definida, pero antes de que pudiera interrogarse al respecto, Dante llamó su atención.- El resto del camino es a pie. Mi clienta tiene enemigos y prefiere hacer las cosas a la antigua.- Dijo, respondiendo a su muda pregunta.- Hay inhibidores de Gen X  por el perímetro, aunque eso no debería ser ningún problema para ninguna de las dos…- Freya arqueó una ceja, pero él no respondió y abrió la puerta, mostrando un pasillo bastante sinuoso que tardaron un rato en atravesar, un rato en el cual no dejó de ver, alguna que otra vez, aquel misterioso fantasma, aunque pronto la joven dedujo que se trataba de la habilidad de la “clienta” de Dante, alguien que parecía hacerse de rogar para desvelar su identidad, a juzgar por el bloqueo mental que rodeaba a su identidad, algo en lo que no había dejado de fijarse Freya en la azotea, cuando le había hecho notar su situación.
-          ¿No recuerdas nada de quién te ha enviado?¿Quién es, cómo es, por qué me necesita?- El mercenario negó.- Sé lo suficiente. Sé que ella me bloqueó la memoria por seguridad en caso de ser torturado, y sé que me dejó intactas las instrucciones sobre cuándo y cómo volver. Vamos.
Al final del pasillo, una puerta de madera les cerraba el paso, y allí el pelirrojo sacó una pequeña llave, que hizo girar en la cerradura. Aunque Freya ya sabía lo que había al otro lado de la madera.
La sala no era muy grande ni muy suntuosa, sino más bien parca en decoración y con varios recortes de periódicos por las paredes. En el centro había un escritorio, y tras él, un sillón en el que estaba sentada la que había mandado al mercenario… Y que la estaba esperando.
De pelo rubio y lacio por la altura de los hombros, lo que más destacaba en su rostro pálido e inexpresivo eran los ojos, dos focos de color azul marino que parecían mirarla, y, al hacerlo, entraban en su mente y la examinaban en profundidad. Por unos minutos, Freya se quedó congelada pensando que la mujer había utilizado su propio poder para vulnerar su mente, pero entonces se dio cuenta de que tan solo era la ilusión que producían sus ojos, que ahora habían pasado a Dante.- Llegáis diez segundos tarde.
-          Tuvimos un pequeño percance sin importancia, y aproveché para comprobar su potencial.- Dijo el pelirrojo sin inmutarse ante la poderosa mirada de la rubia.- Teníais razón. Es como su padre.

-          ¿Quiere alguien explicarme de qué va esto?- Cortó Frey, sin dejar que la tratasen como si no estuviera presente. Nadie deja a Freya Cold de la do si ella no lo desea. Y en aquel momento estaba demasiado intrigada para desearlo. Intrigada con la rubia de ojos color de mar. Intrigada por los vastos poderes que adivinaba nada más con echar un vistazo a su mente. Ésta se volvió hacia ella de nuevo.- Tu padre fue mi maestro, Freya. Mi nombre es Alice. Y creo que tú y yo tenemos que mantener una conversación.

Jony

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Mensaje  Jony Miér Ago 21, 2013 12:23 am

Los otros


Tras despejar el camino, Anna Salazar entró en el pasillo con un arma entre las manos, seguida del joven Rick.- Por ahí.- Indicó este por dónde se habían llevado a las chicas, y ella avanzó con cautela sin dejar de apuntar. - Oye, tía Anna…- Dijo, vacilante, el adolescente. Ella se volvió para escucharle.- ¿Es normal que hayan matado a alguien delante de mí y no sienta nada? Creo que ahora mismo debería estar sintiéndome muy mal… Pero sólo puedo alegrarme de no haber sido yo.- El gesto de ella se suavizó al verle arrugar el entrecejo, confuso.- Verás, tu padre y yo vivimos en otra época distinta. En una época en la que estábamos en guerra con el mundo entero. Éramos los rebeldes, y aunque al final demostramos que teníamos razón tuvimos que matar gente para ello, y no fue fácil. Claro que era sólo apretar el gatillo y nada más… Pero luego no puedes evitar pensar en que los guardias probablemente estarían simplemente trabajando por un sueldo.- Mientras hablaban, Anna entró a una sala vacía llena de sillas y mesas y con aspecto de cafetería, inspeccionándola con el arma al frente, para después juzgar que la puerta que había al final no representaba un peligro y continuar andando.- En este tipo de situaciones es inevitable que haya pérdidas. Lo más confortable que puedes pensar es que aunque ellos hayan perdido su vida, tú conservas la tuya. Vive- Dijo, golpeándole en el pecho con un dedo.- la vida que no han vivido ellos. Además, no es verdad que no te sientas mal. Te paras a reflexionarlo, y eso ya es sentir algo.- Si Anna iba a decir algo más, no pudo hacerlo, ya que unos tipos aparecieron por la puerta de antes y comenzaron a oírse disparos. Rick se cubrió, asustado, pero pronto oyó también el sonido que hacían las balas al chocar con algo metálico, y vio, al abrir los ojos, que era su tía, que le guiñaba un ojo y le cubría de espaldas.- ¿Qué crees que diría Gabriel si le devolviera a su sobrino agujereado? No estaría bien, verdad?

Rick sonrió, y, en aquel momento, alguien más irrumpió en la sala, abatiendo de dos certeros disparos a los hombres armados. Anna se volvió, y ya apenas oyó la respuesta de su sobrino.

Porque ella sí conocía a aquel enmascarado.

El abrigo negro ondeaba ante él, que tenía un traje ceñido negro por debajo, y empuñaba dos armas automáticas. El casco que llevaba, una especie de fusión entre un cráneo y un alien, era inconfundible.- Mi hija.- Dijo  la voz distorsionada, y, sin un solo sonido, desapareció, aunque unos segundos después pudieron oír más disparos.- ¿Quién diablos era ese?- Anna frunció el ceño tras las goggles, sin poder evitar algo de respeto, como bien vería el chico.- El mejor asesino de nuestra época… Keith.- Rick volvió a mirar al lugar en el que había desaparecido el hombre, por donde no se oía nada salvo los disparos esporádicos y a veces ni eso, y no pudo evitar soltar un silbido.- Da miedo…

Anna sonrió, y volvió a quitarle el seguro a su arma, preparada para seguir.- Sí… Y nos está allanando el camino. Vamos allá.

Si Freya se esperaba algún tipo de conversación en la que Alice rememoraba batallitas que le habían ocurrido con su padre, o algún tipo de plan que había descubierto e involucraba a toda la población mutante, se equivocaba. Simplemente, jugaron. Jugaron al ajedrez.

El pelirrojo que decía llamarse Dante había salido por otra puerta, dejándolas a solas, y Alice le había preguntado si le importaría jugar una partida, ya que no tenía muchas oportunidades de jugar con gente que estuviera a su altura, algo que Frey interpretó como que no había mucha gente que se pudiese resistir a sus poderes de forma natural como ella. O sus padres.

El estilo de Alice era calmado y no parecía tener prisa en hacer avanzar a sus peones, que se limitaban a defenderse de las acometidas de Frey, que atacaba sin piedad aunque con perspectiva de la situación. La rubia no era mala estratega, sin embargo Frey pudo ver varias aberturas entre sus filas, aberturas que podría utilizar llegado el caso para obtener la victoria.

En un momento de la partida, Alice la miró, con esa mirada suya que parecía escanearla de arriba abajo y ver sus más profundos pensamientos, a pesar de que Frey sabía que era imposible.- Te pareces a tu padre. Él también mandaba a sus peones a la batalla quedándose lejos para atacar a larga distancia.- La joven se preguntó qué querría decir eso, pero Alice no había terminado de hablar. – Pero me pregunto qué pasaría si todos tus peones no existieran y tuvieras que encarar las cosas por ti misma.- ¿Qué estaba intentando? Freya cerró el puño bajo la mesa. Aquello no le gustaba y comenzaba a estar tensa. Pero aún podía controlarse y no movió un músculo de la cara.- Me pregunto qué pasaría si el lobby anti-mutantes presiona al gobierno para endurecer las políticas contra los bichos raros, y suelta un mutante asesino en las calles para que asesine gente normal y tener una excusa para calificarlos de monstruos. Es una estrategia básica para el control de masas y ya la han usado más veces.  Generas un problema de manera encubierta, y para controlarlo, propones medidas restrictivas que la gente acepta porque es la única solución. Además, la posibilidad de éxito contra ese mutante es de un 5% para cualquiera que se enfrente a él y se ha probado su eficacia sobradas veces. ¿qué harías?- Freya recordaba claramente las palabras que le había dirigido al chico Salazar un rato antes.- No soy una buena persona. No tengo el Gen X, no tengo por qué interferir en ello.

Alice no sonrió, pero Frey estaba segura de que, de haber sido más normal, lo habría hecho.- ¿Y si… gracias a mis… “actividades” hubiera descubierto la trayectoria que debería seguir ese mutante y qué debe destruir?- Le tendió un mapa, y Frey frunció el ceño. Era su barrio.- Mira que eres rarita. Mis padres se encargarán de todo. Conoces a Keith igual que yo. Se desharía del problema…- la rubia le cortó perforándola con la mirada.-… Si no te estuvieran buscando. Tus travesuras acaban saliéndote caras, Frey. ¿Tienes hermanos?

-          No te preocupes, ¿vale?- Dijo Rich muy afectuosamente mientras le acariciaba la mejilla a la chica, de un par de años más que él, que le miraba asustada.- Hablaré con mi tía y me aseguraré de que te traten bien.

La tía en cuestión, ya sin casco y más relajada, se acercó a Rich. Estaban en un patio exterior de un edificio no muy grande de varias plantas que, oficialmente, era una productora de quesos, pero sin embargo, había resultado ser un negocio de trata de mutantes encubierto, destinado a mandárselos a las distintas instituciones que harían de ellos lo que quisieran: Experimentación, adiestramiento militar, prostitución (sí, hay gente a la que le pone hacerlo entre fuego)…

Gracias a un chivatazo, se habían personado en el lugar y habían constatado la presencia de mutantes (algo tajantemente prohibido), así como varias armas que prometían una caza entretenida. Y, usando como ariete a la rubia Salazar, habían logrado detener al líder de la banda. Y ahora, era el momento de recoger las cosas y dejarlo todo bien limpito, y Anna parecía mucho más cómoda con todo aquello después de un poco de emoción.- Vaya, sí que sabes cómo tratar a una chica… Algo de eso les habría venido de perlas a tus padres, pero supongo que esas cosas se saltan una generación. Rex habría estado orgulloso.- Gab sonrió a la chica una vez más, y, cuando ésta se fue, acompañada por un agente, a la furgoneta de la policía, se volvió a Anna y se puso serio de nuevo.- ¿Y qué pasará ahora, Anna?

-          Ahora,- respondió una voz masculina tras él.- Los llevaremos a la comisaría donde prestarán todos declaración y podremos condenar a los que armaron todo esto por trata de personas. Puede que a la gente no le gusten los mutantes… Pero, de momento, se contentan con que vivan controlados.- El hombre, con barba descuidada a juego con su pelo, lucía una placa en el cinturón que no lograba competir en intimidación con la fiereza de sus ojos, brillantes como dos ascuas encendidas en su marrón oscuro. A pesar de su edad, daba impresión de seguridad y vehemencia. El comisario Hutz.- Tú también deberías ir con ellos, hijo, pero la agente Salazar nos ha asegurado de que tu padre nos agradecerá que te entreguemos cuanto antes… Y que ella no te soltará hasta que se lo cuentes todo.- Rich suspiró, aliviado. La revelación de que Anna era la mutante que habían asignado para el cuerpo de asalto de la ciudad, como enlace con la comunidad mutante y para asegurarse de que se cumplían todas las normas por parte de ambas especies había sido algo chocante al principio, pero había entendido que una vida como aquella, llena de emociones y velocidad, era el mejor sitio donde podía estar su tía, y, aunque ella podía utilizar su poder fuera de los muros del gueto impunemente, estaba estrictamente vigilada y controlada en todo momento por agentes humanos. Una curiosa forma de controlar a alguien, dándole vía libre para ejercer su actividad regulándosela.

-          ¿Y no van a decir nada por estar fu…- De nuevo la boca de Rick había estado a punto de costarle más de un problema, pero por suerte una caricia del pie de su tía en el suyo propio le devolvió la cordura (y un no muy agradable dolorcillo en los dedos) y el comisario decidió que aquel era un buen momento para ignorarlo.

Así que, poco después, el furgón con los testigos se alejaba por la carretera y allí sólo quedaban los equipos recogiendo pruebas y los dos mutantes Anna se llevó las manos a la nuca, mirando al cielo.- Bueno, ya es hora de que te lleve con tu padre, no?- Se acercaron a la moto, pero antes, miró algo en su muñeca.- Aunque… Creo que todavía nos da tiempo para parar en un sitio.

Anna miró a Freya alejándose por el pasillo, acompañada por Dante, no sin cierto grado de satisfacción. Su mente era compleja, distinta a la del resto de seres que había tenido oportunidad de conocer, Keith incluido, pero había algo que no podía evitar. Seguía recordándolo. La maciza figura del que fue su padre adoptivo seguía apareciendo en la mente de la rubia de cuando en cuando, y cada vez que miraba el colgante que le había regalado, una pequeña piedra para que pudiese transmitir a través de este material un fantasma observador, recordaba los ratos que habían pasado como una familia. Todo eso ya no existía. No era más que un recuerdo lejano. Un recuerdo cuando Tribulation disparó en la cabeza de Bunker. Gracias al plan de Keith. Él era el culpable. Mandando a sus peones a la batalla, él se libraba de todo el daño, y, al contrario que el sudamericano, había podido desarrollar su vida y formar una familia y tener hijos. Unos hijos cuya fragilidad le sería recordada abruptamente. La puerta se había cerrado, pero su espíritu observador siguió el trayecto de la adolescente hasta el portal de teletransporte. Porque, a fin de cuentas, Freya no se parecía tanto a su padre. Él los habría dejado allí.

O eso quería pensar.

Jony

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Mensaje  Jony Miér Ago 21, 2013 12:27 am

Pasando el peligro



Las figuras se movían en 3D por la pantalla de la consola, parecida a una tablet, obedeciendo a las órdenes del jugador, que apretaba los botones frenéticamente. Los ojos estaban fijos en el juego, y parecían no notar las ojeras que ya comenzaban a decorar sus mejillas. 

Etzel, el hermano de Freya, se arrellanó en el sofá en el que jugaba para estar más cómodo, y agitó la consola, en un vano intento de mejorar el rendimiento de su juego que todo el que haya jugado a alguna de esas consolas portátiles conoce muy bien.

Entonces lo oyó. O, mejor dicho, lo sintió.

Al principio, el golpetazo le recordó a esa escena de Jurassic Park, en la que los protagonistas están en el restaurante y ven cómo se mueve el agua del vaso… Y saben que están en peligro.

Eso fue lo primero que se le ocurrió, pero no pensó que estuviera en peligro. Lo primero, porque no estaba en ninguna isla que hubiera sido habilitada como parque zoológico para especies extintas millones de años atrás, y segundo, porque aún en el improbable caso de que así fuera, tenía las capacidades suficientes como para someter a cualquier animal que se le acercase.

Los temblores continuaron a intervalos regulares, y cuando le hicieron fallar un disparo en el videojuego, el adolescente se levantó del sofá, sin soltar la consola, decidido a encontrar el origen de los ruidos. 

Estaba solo en casa, ya que sus padres se habían ido a buscar a su hermana, tras otra de sus incursiones nocturnas. No, no podía entenderla. Que se expusiese a ser descubierta en algo que le había sido prohibido expresamente y a recibir una bronca y probablemente un castigo sólo por algo de… ¿emoción? Era algo que no le cabía en la cabeza, sobre todo cuando tenían unos sistemas tan buenos para emocionarse sin salir del sofá. Como aquella peli romántica que solía poner su madre cuando creía que nadie la veía... Y, de hecho, cuando Etzel la sorprendía viéndola también hacía como si no la hubiera visto.

Volviendo a la historia, el joven salió de su casa, aún con la consola entre las manos. La calle estaba desierta, ya que la mayoría de ciudadanos estarían tranquilamente en su casa disfrutando de la sobremesa o el final de la comida, la mayoría de ciudadanos que vivían una vida con horarios normales.

Sin embargo, él estaba allí, y los golpes volvían a sentirse. Golpes que parecían provenir.. Del propio suelo.

Y entonces ocurrió. Etzel dejó caer la consola en la acera, asombrado, ya que, del agujero que se acababa de abrir en el propio suelo estaba saliendo una mujer.

Tenía un traje negro ceñido con varios detalles y cremalleras que parecía ser de contención, y era pelirroja, con una tonalidad muy clara. Pero no era eso lo que más sorprendía de la mujer, sino los dos cuernos que, como si fuera un diablo, coronaban su cabeza.

Etzel se frotó los ojos, incapaz de creer lo que veía, pero allí estaba. La mujer flotaba en el aire. Una mujer con un impresionante poder mental, algo que podía adivinar. Ella abrió los ojos verdes, y le miró.

El chico lo vio venir, y se echó a un lado, justo para que el brazo transparente seccionase de parte a parte el coche que había detrás de él. – Tú…-  La mujer habló con ira contenida.- Me intentabas engañar, ¿verdad? Atrayéndome para que viniera hasta aquí. Me las pagarás.- Etzel levantó las manos en alto, haciendo la seña universal de que no pretendía hacer daño- aunque no podía asegurar que significasen lo mismo para alguien como ella- Y se limitó a preguntar.- ¿De qué estás hablando?

- No me hagas reír… Apestas a ella por todas partes. Tu mente es demasiado parecida a ella. ¿Me querías aquí? Queréis joderme de nuevo para que vuelva a matar a miles de personas? Aquí me tienes. Llama a tus amigos a ver si pueden contenerme. La última vez que lo intentaron, medio Harlem tuvo que ser reconstruido.- El chico intentó controlar su respiración. Tenía que mantener la cabeza fría y saber a qué se refería aquella mujer-demonio, para… Un momento. ¿Mujer demonio?¡Era eso!- ¿Hablas de Rioco?- Su bufido y ataque, que vaporizó otro coche convirtiéndolo en chatarra, le dieron la razón.- Espera, esto no es una trampa (aunque supongo que no tienes por qué creerme, claro), y hay una razón para que mi mente sea como la de Rioco. Me llamo Etzel.- Ella arqueó una ceja.- Etzel Saito.

Kanae, que así se llamaba la atacante, lo comprendió todo con esas palabras. Ella había seguido su vida. Estaba muerta, estaba segura de que tras aquella explosión no había quedado rastro de su amiga. Y ahora… Había rehecho su vida, ¡Tenía hijos! La había olvidado… La había traicionado. Kanae apretó los dientes, según el chico comenzaba a elevarse en los aires, presa de un mar de brazos invisibles.- Entonces dices que eres hijo de Rioco… Y dime… ¿Crees que le molestaría darte por muerto?





- … Y entonces allí estaba. Aunque todos le habíamos dado por muerto, tú lo viste tan bien como yo. Ese tío nunca muere. Es como un fantasma.- Dijo Anna, sorbiendo el refresco antes de apoyarse en el respaldo de la mesa de la cadena de comida rápida.- Pues eso, ya lo sabes.- Rich le pegó un mordisco a la hamburguesa, mientras miraba todos los humanos que había allí, comiendo, gritando, charlando, haciendo tonterías… Exactamente igual que ellos las hacían en su lado.- Te toca. ¿Y dices que hay una que podría ser su hija? ¿No era ninguna de las que sacamos de allí, no? Todas esas parecían muy asustadas… pfff si ni siquiera las habían empezado a interrogar. En fin, no me parece que ninguna pudiera serlo.- Rich tragó y le respondió.- No, no era ninguna de esas. Es una tia que va a mi clase y es justo como me has descrito. Ya sabes, pelo negro, ropa discreta… No sé, tiene un algo que tú dices, “no me gustaría encontrármela en un callejón oscuro”. Pero yo creo que debajo de esa máscara no es tan mala.- Anna estaba pensativa, pero Rich siguió hablando, ignorante de sus cavilaciones.- Espera, si Freya es la hija del asesino ese… Entonces aún la estará buscando.- Anna pareció volver a la tierra y frunció el ceño.- ¿Por qué lo dices? Estaba allí, ¿no?- Él asintió, pero mordiéndose el labio inferior.- Pero un tío pelirrojo se la llevó poco antes de que… Ya sabes.- 

- Sí. De que trasladaran a las chicas.- Rich asintió. Estaba comiendo una hamburguesa riquísima… Pero, al acordarse de eso, el sabor amargo aún le volvía a la boca.- Pero si Keith está por ahí…- Dijo Anna, pensativa.- Eso significa que tal vez no sea el único que sigue vivo.



- Vaya, así que tienes una hermana…- Decía Kanae escuchando atentamente a lo que decía Etzel, que, a su lado, había apagado el videojuego.- ¿Podrías presentármela?- El chico sonrió levemente (Algo que contrastaba con sus ojos ojerosos) y volvió la mirada. Y, siguiéndola, la pelirrosa se encontró cara a cara con Freya, que arqueaba una ceja sorprendida y miraba a su acompañante.- A mí no me parece un problema. ¿Estás seguro de que no te has vuelto a confundir? Está fuera de los guetos, sí, pero…- Kanae se levantó y se acercó a ellos, con Etzel detrás, mirando a su hermana como si le hubiera fastidiado enormemente.- Entonces tú eres Freya Cold, ¿no? ¿Eres la hija de Rioco? Me llamo Kanae, fui amiga de tu madre… Aunque creo que ya lo sabes.- Frey asintió, perdiendo el interés. Aquella tía no parecía ningún problema, ningún monstruo asesino (a pesar de lo que le decía su mente) ni, en definitiva, aquello a lo que Alice le había mandado. Y Etzel estaba bien.- Y tú… Creo que me suenas de algo…- Dante, el pelirrojo, la cortó negando con vehemencia.- No creo. No te había visto nunca, así que me debes estar confundiendo con alguien más.

La situación se había normalizado rápidamente. Kanae había resultado no ser un peligro, y el pelirrojo se dispuso a volver con Alice, sin embargo, la repentina aparición de una figura oscura  le detuvo. Kanae, Freya y Etzel tambíen se sobresaltaron, y el arma de Dante apuntó al intruso, certera.- ¿Quién eres?

La sombra sonrió. 

Jony

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Mensaje  Jony Miér Ago 21, 2013 12:29 am

Reencuentros
Primera parte

- ¿Dante?- Dijo Alice, hablando al Walkie, el cual, como todos los métodos que había probado anteriormente, resultó inefectivo. No lograba contactar con él. Ni siquiera con la mente. Desde que había visto a aquel intruso, había sido borrado de la faz de la tierra. Como si hubiera muerto. Pero no podía ser. El chico era fuerte, y sabía arreglárselas en cualquier situación. Era un superviviente nato, algo que complementaba a la perfección con sus habilidades de teletransportador. O eso creía.
Algo reclamó su atención, haciendo que dejase de pensar por el momento en el pelirrojo. Un piloto se había encendido en la pantalla que ahora se veía sobre su escritorio. Un piloto de color rojo.  Intrusión
Concentrándose en el colgante que le había regalado su padre adoptivo cuando era pequeña, hecho de piedra, envió a través de la piedra su espíritu de observación, una figura tenue similar a un fantasma que transportaba sus sentidos y le permitía transportarse por el material que hubiera elegido para observar el terreno, una habilidad muy útil en lugares como aquel.
Y allí estaban. No tuvo que buscar mucho, ya que los hombres estaban en su misma entrada. ¿Habrían atrapado a Dante y lo habían hecho confesar? No lo sabía, pero tenía que ponerse en el peor supuesto posible. Estaba sola. Y, dado el volumen de efectivos que entraba por la puerta trasera, algo. Algo que, no habría que ser muy listo para averiguar.
A ella.
Y no podía permitir que la encontraran.
Espió sus movimientos un rato, pero pronto hubo de reconocer que la dispersión de los hombres por los pasillos entorpecía la labor de su observador, así que volvió a su propio cuerpo y cuando dejó de controlar sus posiciones activó un sistema mucho más anticuado: Las cámaras. Y entonces, parpadeó, perpleja. Estaban por todas partes. No podía ser. ¿Acaso sus trampas no habían funcionado? ¿Cómo se habían movido a tal velocidad? Nadie sabía de aquellas trampas, ni siquiera Dante. ¿Cómo las habrían desactivado? A este paso, llegarían en seguida a su habitación. Así que, colocando la pantalla de nuevo en posición horizontal, cogió un cuchillo de un cajón y lo clavó en el medio, impidiendo que utilizasen su sistema contra ella. Ahora, cada equipo se enfrentaría al otro con lo que tuviera… Si ella no conociera perfectamente el camino hacia la ruta de escape que la llevaría al puerto. Así que, rápidamente, recogió las pocas cosas realmente suyas y activó una salida secreta oculta en una librería, no sin antes abrir un cajón en el que había montones de bolas como pelotas de tennis, que dispersó por el suelo con ruidos metálicos. Le servirían para cubrir su rastro, se dijo. Y, antes de cerrar la puerta secreta, prendió la mecha del detonador, lo tiró al medio de la habitación y cerró la puerta de golpe.
Según corría por el túnel de salida, notó el temblor que sacudía la habitación. No había sido sólo su rastro lo que había caído, sino, gracias al especial trazado de los túneles y pasillos, así como sus puntos débiles, todos sus perseguidores habían sido aplastados por kilos y kilos de piedras. Una trampa mortal preparada por una mente portentosa.
 
El ascenso a la superficie no era muy largo, sin embargo le pareció el más largo de toda su vida, y cuando salió por fin, quitando la tapa de alcantarilla, entre dos contenedores de barco, de planchas metálicas y que proyectaban sombras sobre el suelo, respiró. Respiró, sin darse cuenta de que había un francotirador sobre uno de los cajones, fuera de su alcance de detección. Y disparó.
Una cortina negra se cernió sobre La perpleja Alice, que aún no había logrado comprender qué había ocurrido.
 
 
La moto aparcó a las puertas del gueto donde la familia Salazar tenía su particular feudo, y Anna bajó quitándose el casco, seguida por el joven Rick.- Aquí te lo traigo, hermano.- Dijo, con una sonrisa de lobo.- Vivo y entero, como te prometí.- El empresario mutante no se quitó las gafas que había heredado de su padre al ver a su hermana, y cuando ésta le entregó a su hijo, lo agarró por el hombro afectuosamente.- Gracias, Anna. Y gracias por hacer ese esfuerzo.- Su mujer, Hikari, permanecía muda, como era común en ella. No había cambiado ni un poco tras casarse con Gabriel, aunque sí que sonreía mucho más.- Te invitaríamos a cenar… Pero creo que aún tendrás mucho trabajo con tus amigos humanos.- Ella frunció el ceño, molesta otra vez por la actitud de su hermano gemelo.- ¿Ya empiezas otra vez, Gab? Joder, luego te preguntarás por qué no quiero pasarme más a menudo. Ya somos mayores, hermanito, y ya no eres mi conciencia. Por mucho dinero que gane tu compañía y muy serio que te hayas vuelto, sigues siendo más debilucho que yo.- Rió, poniendo los brazos en jarras y sin engañar a nadie sobre el nivel de tensión que se había formado entre los hermanos.- Perdóname que no me muestre tan eufórico como tú.- Le dijo éste glacialmente.- No acabo de hacerme a la idea de que mi propia hermana gemela esté trabajando codo con codo con los mismos humanos que nos diezmaron.
-          Sí, hombre, como si tú fueras un santo y todos en tu compañía fueran mutantes, ¿no? No me hagas reír, Gab. Si los humanos son un problema, eres tan culpable como yo.- Y en este momento, Hikari dio un paso adelante.- ¿No lo entiendes, Anna? No es que trabajes con los humanos… Es que trabajas para ellos. Trabajas para el Estado, para el mismo que diezmó a nuestra especie y nos obligó a estar encerrados ahí. Te tienen resolviendo misterios con una correa y cada vez que te das cuenta te dan una scooby-galleta.- La rubia frunció el ceño, pasando a cruzarse de brazos. Rick suspiró. Ya había oído esa misma discusión más veces. En algún punto llegarían a discutir sobre él, y ahí entraría que Anna era la tía guay que parecía intentar llevarle a su lado de la discusión poniéndolo contra sus padres.- No te creas que no sé que me tienen controlada y vigilada, Hikari. Pero, a diferencia de vosotros, yo vivo en el exterior. Voy a donde quiero,  viajo, veo la sociedad de humanos tal y como es en vez de estar encerrada en un gueto de esos como un monstruo de feria del que se tiene miedo. Me dan un trabajo vigilado, sí. Difícil. Pero también me dan la libertad.- Gab miró al suelo. El brillo de sus gafas impedía ver sus ojos.- ¿Entonces eso es lo que escoges?¿Prefieres vivir tú sola ahí fuera, abandonando a tu raza?¿Prefieres la libertad a los tuyos?- Anna no aguantó más y explotó, avanzando un paso y agarrando a su hermano por las solapas, levantándolo en el aire.- Creo que mi trabajo con el equipo de operaciones especiales mutantes ha hecho mucho más que tu compañía para limpiar la imagen de los mutantes. ¿Sabes cuantos casos hemos resuelto, demostrando que los mutantes pueden servir tanto en ayuda de la sociedad como contra ella? No los he contado… Pero te aseguro que tantos como modelos de inhibidor del Gen-X has creado. Dentro o fuera, no importa dónde estés. Importa lo que haces.- La situación parecía que iba a pasar a las manos, y Rich comenzó a respirar más agitado, aunque por suerte, Hikari intervino de nuevo.- De acuerdo, vale. Mirad, cada uno tiene su opinión, ¿vale? El mundo todavía no ha estallado en guerra. Los mutantes podemos vivir tranquilos en nuestros barrios, con muros y todo, y poco a poco nos vamos instalando en la sociedad humana, ¿no, Anna? Todo el esfuerzo de Rioco ha tenido resultado. Aunque su plan no se hiciera realidad…- Los dos hermanos Salazar se relajaron y separaron.-… Al menos pudo inspirar a otros para continuar lo que empezó antes de…- Gab asintió, desviando la mirada.- T-tienes razón. Debemos honrar la memoria de los que ya no están entre nosotros.-  Anna se quedó pensativa, y miró a Rich.- Por cierto, ¿sabéis a quién…- Alguien la cortó. Alguien que acababa de llegar. Alguien a quien nadie hubiera esperado ver.
-          Hablando del rey de roma… Por la puerta asoma.- Dijo la joven, con una sonrisa, tan joven como la recordaban. La mirada astuta, la ropa desenfadada con los vaqueros deshilachados en el borde, el pelo castaño, más largo de lo que les dictaban sus memorias… Un fantasma acababa de tocar a sus puertas. Un fantasma que mostraba sus afilados dientes en una sonrisa.- Es genial que hayáis recuperado a vuestro hijo sano y salvo…- Dijo poniendo una mano en la cabeza de Ricardo, y aprovechando que todos se habían quedado mudos de asombro al verla caminar sobre la faz de la tierra.- Pero ahora , Rich, ¿Por qué no piensas mejor en lo que le ha pasado a Freya?

Fijando la mirada en él, Rioco Saito, la madre indudable de Freya, fijó los ojos en él, y miró a través de su cráneo. Directa en su cerebro.

Jony

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Mensaje  Jony Miér Ago 21, 2013 12:32 am

Reencuentros 
Segunda parte


El soldado levantó el rifle, y su supervisor se acercó al borde del contenedor. - ¿Ha visto eso, señor?- Él entrecerró los ojos. El saco había volado interponiéndose en su trayectoria de tiro, llenándolo todo de humo. Pero su proyectil lo había atravesado.- ¿Cree que estará muerta?- El viejo soldado arrugó la nariz, y levantó las cejas, haciendo una mueca.- No puede ser… Mira ahí.- Efectivamente, aquello era imposible. La terrorista rubia, su objetivo, estaba sola. Y no era, ni mucho menos, tan voluminosa como aquella masa que ahora veían entre el humo.
De hecho, no lo era, porque, en la oscuridad, la misma Alice temblaba, negándose a creer lo que pasaba allí.
No.- Dijo el superior.- Aún no está muerto.
Y, entonces, la criatura que se había interpuesto entre Alice y los que disparaban abrió las alas. Alas de piedra, que emulaban las alas de un dragón, derribándolos de dos sendos disparos. El casco metálico se abrió, revelando un rostro surcado por arrugas. Un parche cubría su ojo izquierdo, y su mandíbula estaba sombreada con una barba negra con alguna pincelada gris. El corpachón del recién llegado contrastaba con la poca altura de Alice, que no era capaz de moverse.- He vuelto, pequeña.- Dijo Bunker, y cuando ésta, incapaz de articular palabra, se giró hacia él, vio que su compañero de pelo rojo le había llevado hasta ella.- Muy bien, Tim… Dijo Leonardo, moviendo las alas con un crujido.- Vamos con ello.
El líder de los soldados, bajó del coche.- ¿Cómo que no habéis sido capaces de abatirla? ¿Qué ha pasado?- Unos hombres con máscaras de gas y potentes lanzallamas aparecieron a sus lados.- ¿Un tipo con armadura de dragón? ¿Y dónde está? ¿Para qué cojones os pago?- Dijo él, y, cogiendo otra arma, se puso a registrar los pasillos que peqdaban entre los contenedores junto con sus escoltas de los lanzallamas.- Ven, amigo… Ven que te veamos… déjanos achicharrarte.
Los escoltas metían sus armas por cada pasillo, cada intersección, pero parecían haberse evaporado. Ni una sola huella desvelaba la presencia de los extraños, ni una sola marca. - ¿Y dónde cojones está esa gárgola?- Dijo el comandante, furioso, frente a un cajón y ante sus escoltas. Lo que nunca se esperaba, es que una voz en lo alto, le respondiera.
Aquí.- Los dos escoltas dispararon.
La explosión fue de aupa, y cuando sus espaldas golpearon los contenedores del lado opuesto, el mercenario acorazado conocido como Bunker salió del pasillo, intacto y con su biometal formando un puño de un tamaño impresionante en el brazo izquierdo, un puño con el que recordaría a los mercenarios por qué era el mutante más codiciado de toda Sudamérica.
Y, desde el lado del puerto, colgada de una argolla a unos centímetros de las aguas, Alice no podía apartar la vista de su padre, que volvía de entre los muertos cuando ella le necesitaba.
Rioco Saito, la madre indudable de Freya, fijó los ojos en Ricardo, y miró a través de su cráneo. Directa en su cerebro. Y, cuando lo hizo, una sombra se lanzó sobre ella, empuñando una daga de luz. No. Dos sombras.
De su espalda, Keith había bloqueado con un golpe en la muñeca el ataque de Hikari, y ahora la pequeña hoja de luz que salía directamente de su mano temblaba junto con esta. Rioco sonrió. Lo tenía todo bajo control. Pero soltó a Rich.- Cariño…
Rioco…
¡Hikari!
Hermano…
Anna.
¡Papá!
Las amenazas veladas rebotaron en ambos bandos. Con los dientes entrecerrados, Hikari se había retirado, manteniendo su hoja de luz como advertencia. Consciente de que Hikari podía hacer cualquier cosa para proteger a su hijo, y que Rioco y Keith no eran enemigos que fuera posible abatir, Gab había llamado a su esposa para no tener más problemas. A su vez, Anna había hecho lo propio dando un paso para interponerse entre su hermano y el criminal suizo. Ahora ya no tenía que rescatar a nadie, ahora podría detenerlo. Se había preparado para sacar su arma, pero, en respuesta, Keith había hecho lo mismo, siendo detenido por nada menos que su hija.
Freya, y Ricardo. Y, ahora que estamos todos presentados…- Dijo este con una sonrisa, terminando con aquel momento incómodo, y, huelga decirlo, algo cómico.- Creo que sería mejor que todos nos relajáramos un poco. ¿Estás bien, Frey?- Ella asintió con la cabeza.- ¿Sabes el chico que me llevó?- Dante Salió de detrás de una esquina y se acercó al grupo.- Sólo quería que viera a una conocida. ¿Y tú estás bien?- Él asintió, sin poder evitar los ojos. Él estaba bien, pero… Sólo había tenido suerte. Un silencio incómodo, que duró unos segundos, se instaló entre ellos, y Gab fue a romperlo, pero cerró la boca cuando Frey preguntó, haciendo un esfuerzo visiblemente.- Y… ¿Y los demás? Alguien ha muerto, ¿verdad? Alguna de las chicas.- El asintió, mirando al suelo. No necesitaba decírselo para que ella lo supiera. No necesitaba decirle que había sido él quien le había dicho qué tenía que hacer. Que habían sido sus órdenes las que la habían llevado… a eso. Cuando miró otra vez hacia los Cold, y para su sorpresa, su compañera de clase se había adelantado, rompiendo el espacio que se había formado entre ellos una vez Hikari hubo vuelto junto a su marido y él.- Lo siento, supongo.- Sorprendido por la reacción de la chica, Rick la miró a los ojos, una mirada que ella evitó.- Nos veremos en clase.- Él sonrió de oreja a oreja y, sin poderlo evitar, le cogió la mano y se la estrechó.- Cuenta con ello.
Gabriel tampoco se había podido quedar callado, y, habíendose recuperado de la impresión inicial, se quitó las goggles.- Rioco… Estás viva.- Ella sonrió enigmáticamente.- Sí, Gabby… La gente tiende a seguir viva cuando no muere… Pero seguir vivo después de morir… Eso es algo que sólo los más pro pueden hacer. Y no sé en qué momento creísteis que no era lo suficientemente pro. Tienes una familia de cuento, Gabriel. No la desperdicies. Y suerte con tu empresa. Nos vemos.

Y, dejando al empresario con la palabra en la boca, Rioco Saito entró en la mente del mercenario pelirrojo, y, sin ningún esfuerzo, hizo que toda la familia desapareciera de allí.- Rioco…- Gabriel se desinfló, sin soltarse de la mano de su esposa, que la agarraba con fuerza. Todos pensaban lo mismo, pero fue Anna quien lo verbalizó.- Parece que al final sí que se ha quedado con Keith, ¿eh?- Gabriel suspiró, y, cogiendo a su hermana por los hombros y a su esposa por la cintura, se metió de nuevo en el gueto, seguido por Rick, que no cesaba de mirar atrás.- … Pues verás, Anna, me temo que a esa redada en el casino no vas a poder ir, porque hoy tenemos sushi para cenar, ¿recuerdas lo que te encantaba el sushi? Sí, venga, no seas aguafiestas, yo fabriqué las cámaras de ese antro, puedo hacer una vigilancia mucho más completa y cuando vuelvas con tus amigos aburridos no se habrán dado cuenta de nada… ¿Prefieres vino blanco o tinto?

Jony

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Mensaje  Jony Miér Ago 21, 2013 12:35 am

Vinculos


La casa de los Cold-Saito no era muy distinta de las demás. De hecho, en el exterior era exactamente igual. Era el interior lo que era diferente. Pero fue en la puerta donde aparecieron con Dante, y donde ya los esperaba la propia Kanae, haciéndole compañía a Etzel.- Kanae…- Dijo Rioco, algo sorprendida, pero su vieja amiga le sonrió. Todas las veces que se habían encontrado sin preveerlo la pelirrosa representaba un peligro más que una amiga… Pero eso era algo que ésta vez había cambiado.- ¿Qué tal, Rioco?- Dijo apaciblemente.- Tienes unos hijos encantadores…  ¿Puedo venir a veros alguna vez ahora que sé dónde vivís?- En respuesta, Rioco le devolvió la sonrisa, y, tomándola de las manos, le respondió.- Puedes venir siempre que quieras. 

A continuación, Kanae se volvió hacia Keith, intentando no fruncir el ceño por la aversión que le seguía produciendo el asesino suizo que la había manipulado más de una vez.- Señor Cold…- Dijo, dejando a un lado su cariño por la familia de Rioco y por ella misma y pasando a un tono más “profesional”.- Antes me pidió que ayudara a Alice. Me dijo que Dante- el cual se mantenía un poco apartado.- me mostraría el camino… Pero, ¿qué le ha hecho a ella?- Keith sonrió, y Kanae pudo ver cómo echaba una mirada a su hija antes de contestar.- Yo, hace mucho tiempo… Provoqué la muerte de alguien a quien Alice quería mucho. Piensa en ello como si fuera su padre adoptivo. Yo provoqué su muerte… Y creía que lo había olvidado, hasta hoy. Le he dado la oportunidad de despedirse de él por última vez, gracias a una ilusión cuya existencia nunca debe conocer. Dante me dio los datos necesarios para implantar la ilusión en su mente, con él mismo incluido, y una vez hecho, pudimos irnos tranquilos. No se ha movido de su refugio subterráneo en el puerto… Dante te llevará hasta ella.- Él asintió y se acercó a la entrada, pero ella tenía más preguntas.- Pero conozco a Alice, y sé que ella también tiene sus propios poderes mentales y sus defensas… ¿Cómo fue tan fácil producir una ilusión en ella?- Keith se dio la vuelta para entrar en su casa.- Hay cosas que, aunque sabéis que no son ciertas, queréis creer que lo son. Hay cosas que estáis deseando creeros. Hay ilusiones en las que deseáis caer. Y, respecto al porqué lo hice…- Dijo, como si le hubiera leído la mente, algo que, como bien sabía la mutante, posiblemente sería cierto.-… por qué, un asesino frío y despiadado como yo le dio a una joven la posibilidad de despedirse y reencontrarse con su padre muerto… Digamos… que tengo una hija muy persistente. 

 


    Así que tienes una hija muy persistente.- Dijo Rioco con una sonrisa en la cara según entraban en su habitación, un rato después, una habitación no muy ornamentada en la cual lo que más destacaba era la cama de matrimonio.- ¿Y estás seguro de que sólo es la hija?- Dijo, sentándose en la cama mientras su marido dejaba su arma en su sitio.- Bueno… De momento no me has mostrado nada. Tal vez si me enseñaras lo persistente que puedes llegar a ser…Se quitó la chaqueta de color oscuro y la camisa, mostrando un tórax delgado y fibroso. Rioco sonrió, y alzó una ceja. Él se lo había buscado. Y lo sabía perfectamente. 




Agarrándolo por el cinturón, lo atrajo hacia sí, y él se dejó hacer cuando lo bajó a su nivel para besarlo. Sus labios se rozaron unos instantes, y cuando se separaron, los ojos de ella brillaban un poco más. Keithar sonrió.- No, creo que aún no eres muy persistente. 

Tirándolo en la cama, Rioco se colocó sobre él. La rodeó por la cintura con los brazos, y siguieron besándose. Cerrando los ojos, se dejaron guiar por sus instintos, sintiendo al otro cercano, sintiendo sus caricias y su calor. 

Las palabras sobraban, y pronto la pareja se desembarazó de lo que no les era de utilidad, para centrarse en las sensaciones que recorrían su piel, y sintiendo el amor que el otro les profesaba. 

Y allí, en la oscuridad nocturna, dos se convirtieron en uno, fundiéndose en un mismo ser, y recordando, una vez más, por qué seguían juntos. Porque eran los únicos que podían procurarse tal cantidad de sensaciones.  

Una vez acabaron, no se separaron sin más, sino que él se inclinó de nuevo sobre el cuerpo de su esposa, que le susurró unas palabras al oído.- Te amo.- Él sonrió, y volvió a suspirar. 

 

 

 

La figura embozada caminó sigilosamente por el aparcamiento del centro comercial, evadiendo al  guarda de seguridad con éxito. No se había encontrado a nadie para llegar hasta allí, si no contaba a la apasionada parejita que se estaba dando el lote tras unos matorrales. Una máscara de tela cubría su rostro, y una capucha evitaba exponerla más de lo necesario. La figura se movía con sigilo, alerta de todos los ruidos.  

Y entonces lo oyó. Se quedó helada, y giró lentamente. El coche estaba en penumbra, en una esquina, y se fundía en la oscuridad que ésta proyectaba. Podría haber sido el coche del guarda de seguridad o uno que alguien hubiese decidido dejar allí de momento, no lo sabía. A fin de cuentas, el aparcamiento era público y estaba resguardado. Por una módica cantidad cualquiera podía dejar allí su coche. No, no era el vehículo lo que preocupaba a la figura. Eran los dos ojos brillantes que le devolvían la mirada. ¿Sería un gato? ¿Sería un ladrón? ¿Sería él? 

Nunca se le oía. Lo sabía más que nadie. Y aquella noche estaba atendiendo otros asuntos. Pero la verdad… Era que podía ser él. Y no lo dudó más. Salió corriendo hacia las escaleras sin mirar atrás. 

¿Sería un gato? ¿Sería un ladrón? ¿Sería él? No lo sabía, pero lo que sí supo, varios pisos más arriba, fue que cuando se detuvo… Una cámara apuntaba en su dirección. Mierda. La habían visto.  

Alerta y sin poder hacer mucho más, continuó su camino, intentando calmar su corazón desbocado por la adrenalina. No podía hacer nada. No podía deshacer lo que ya estaba hecho. 

Así, poco después y en absoluto silencio, la figura llegó a la terraza, habilitada como cafetería. Una construcción situada en el centro del lugar ejercía de restaurante y una barra la rodeaba excepto por la parte de la escalera descendente, y un recinto cubierto la rodeaba para los días de lluvia o frío. Pero, más allá, estaba la terraza propiamente dicha. Su destino. 

Pero, un momento. ¿Aquel chirriar no era de las tablas del entarimado del otro lado del restaurante? ¿Acaso otro intruso había tenido la misma idea? La tensión del momento anterior volvió, mientras, sigilosamente, se aproximaba al otro lado del edificio, rodeándolo, hasta encontrarse a… 

-¡Eh!- dijo el otro, también vestido de negro pero sin máscara ni nada.- ¿Rick? 

Freya se quitó el pasamontañas y la capucha, y Rick sonrió.- Pero mira por donde, si es mi “no mutante” favorita…- Ella alzó la ceja, y él se encogió de hombro.- ¿Qué? No conozco ningún otro no-mutante, así que… Por cierto, no te preocupes de las cámaras… Están en mi poder. Todo un juego de niños, y las próximas horas mandarán un bucle directo de absolutamente nada.- Frey trató de disimular el alivio de saber que no había sido cazada, y se aproximó a la puerta acristalada que llevaba al exterior, preparándose para abrir la cerradura.- ¿Qué haces aquí? Suponía que tus padres te habrían castigado por tu última excursión… O que tendrías el suficiente sentido común como para no repetirla. Pero veo que me equivocaba. ¿Vas a pasar o no?- Él lo hizo, y Frey se dio cuenta de que la guitarra que tantas veces le había visto, tanto en clase como en la prisión aquella, seguía colgando en su espalda.- Sabes, algún día mi padre se dará cuenta de que no es muy efectivo ponerme bajo la custodia de bots de castigo o bots tutores, sobre todo cuando puedo manipularlos y hablarles directamente a la fuente de sus sistemas. Algún día entenderá que soy el rey de las máquinas, y no puede castigarme con ellas. Que tiene que sacar sus narices de sus negocios y papeles si quiere que realmente le respete. Pero hoy no es ese día. Así que, de momento, tengo carta blanca. Y, respecto al sentido común… Bueno, tú estás aquí igual que yo. ¿Tus padres no te dicen nada? Tu padre sí que da miedo…- Ella soltó una risita sarcástica, ocultando el hecho de que ella compartía en parte esa opinión.- Verás, al menos hoy sé que tienen otros asuntos que tratar. Y, no sé… Supongo que me apetecía despejarme o algo. Es un lugar genial, ¿no crees? ¿O sólo has venido para comprobar lo fáciles que son las cámaras de seguridad?- Rick respondió con otra risita mientras avanzaba hasta casi el extremo, y ponía los brazos en jarra, enfrentándose al espacio abierto, a los kilómetros de oscuridad franqueada por los débiles focos de luz de la periferia, y el gran foco del centro.- Es sólo… Mira, no me gusta del todo eso de los guetos. Ya sé que allí tenemos todo lo que necesitamos y tal, pero…- Ella avanzó también y se sentó con las piernas colgando al borde del abismo, un abismo de unos tres metros de alto, hasta el tejadillo que formaba el resto del edificio por debajo de la azotea antes de caer realmente hasta el suelo, colocando una lamparita a su lado que iluminaba a su alrededor para hablar con más tranquilidad.- … Pero no quieres que todas tus ambiciones acaben en uno de esos, ¿verdad? Tu gozo en un pozo… Que te la den con queso.- Él asintió, y, dejando la guitarra a un lado, se sentó junto a ella. – Mira todo eso, Freya. No pienso permitir que sólo nos permitan vivir en un barrio bajo la excusa de que tiene lo mejor para nosotros. Sé que seguramente soy de buena familia y no sé nada, pero no pienso permitir que me nieguen todo esto. 

Abrió los brazos, abarcando a la ciudad. La chica suspiró.- Supongo que tienes razón. Supongo que yo tampoco aceptaría de buen grado que alguien eligiese por mí el sitio donde tengo que vivir, lo que tengo que comer, y dónde no puedo salir. No si todo me corresponde por derecho, por el simple hecho de nacer en ese mundo.- Rich parecía estar esperando un momento como ese, ya que, en medio de la penumbra, le dedicó su mejor sonrisa y le guiñó un ojo.- Claro que no lo aceptarías. Por eso estás aquí, ¿no?- Su pose de tío guay fue recibida con un resoplido de Freya, que no pensaba caer tan fácilmente.- No soy una de tus admiradoras, Ritchie. No creas que me vas a conquistar con simple guiño o hablándome de tu dinero. Sólo eres un niño rico como otro cualquiera. 

Él no se ofendió en absoluto por el comentario, sino que simplemente se dejó caer hacia atrás, sin perder la sonrisa.- Es todo eso… Todo eso a lo que aspiramos, ¿entiendes? No cederé ni un átomo de hidrógeno de lo que me corresponde por derecho.- Freya alzó la mirada, y observó lo que decía. Un manto de estrellas, luces del pasado que los observaban y arropaban en el presente, los iluminaba como si fuera un techo artificial con multitud de pequeñas bombillas. Era una noche despejada, y aquello, un área residencial, con el centro comercial como única mole disonante, muy diferente del centro, a lo lejos, en cuyo horizonte las estrellas se difuminaban hasta desaparecer. 

Así, un agradable silencio se acomodó entre ellos. No era un silencio tenso, de esos que se pueden cortar con cuchillos y hasta te pueden dar un puñetazo si le das la oportunidad. No, este era un silencio natural, un silencio “que les correspondía por derecho”, como habría dicho Rick. Tenían derecho a aquel silencio, a disfrutar la brisa fresca de la noche. Un silencio que rompió Freya.- ¿Me pasas la guitarra?- Risas de Rick, que agarró la guitarra pero no se la entregó.- Pensaba que tocaba mal. 


    Eso es cosa tuya, la pobre guitarra no tiene ninguna culpa.-  




Él se la pasó, y pronto ella pudo tantear las cuerdas y observar con las yemas el perfil del instrumento, evaluándolo.- No está mal… ¿Tu último regalo de cumpleaños, tal vez?La risita de Rick no estuvo exenta de amargura.- Mi primer proyecto en serio. Desde cero. Tardé nueve meses en reunir cada tornillo y cada pieza y dar lugar a esa preciosidad. No hay otra como esta en el mundo… Es como mi bebé.- Ella arqueó una ceja, sin estar muy segura de si lo decía en broma o en serio, y tocó una cuerda ligeramente, arrancando una nota que permaneció en el aire unos minutos como una pompa de jabón y luego se desvaneció. 

Donnnng 


    Entonces, ¿es ese tu poder? ¿Crear máquinas o ensamblarlas y manipularlas? 


    Ensamblarlas, más bien. Puedo cambiar la configuración de circuitos, placas y sistemas, pero sólo si entiendo cómo funcionan… Tengo que tener un mapa mental de eso, y para ello tengo que tenerlo todo en la cabeza. 


    Ahm 




Donnnnng donnnng 


    ¿Y tú? ¿Cuál es tu habilidad especial? 


    Bueno, yo no soy mutante, ya sabes… 


    Sí, sí, pero sí que tienes alguna habilidad especial, ¿no? 


    Ajá… Es algo mental. Mis padres también tienen, y mi hermano, así que en familia no puedo aprovecharme de él, pero… 




Donnnnng 


    … Puedo hacer cosas con la mente, ya sabes, entrar en la mente de alguien para obtener información, o controlarlo, esa clase de cosas. 


    Así que así es como sacas esas notazas. 


    La verdad es que… 




Dannng donnnng 


    …Entiendo. 


    Además, no es un poder que sea genial. Por ejemplo, ¿a ti te gustaría enterarte de que a alguien no le caes bien? No sé, supongo que… 


     


    … No lo estoy usando ahora. 




Dannng dannng 


    No es eso… Es sólo que… 


    Te preguntas que por qué si puedo controlar la mente de alguien por qué no volví a buscaros en aquella prisión, ¿no? 


     


    En serio, que no lo estoy usando. 




Donnnng donnng donnnng 


    Sabes, mi tía Anna dice que se enteraron gracias a que alguien dio el chivatazo. 


     


    ¿Sabes, Freya? 


    Todavía no. ¿Qué? 




Donnng donnnng 


    No creo que seas tan mala persona como te quieres hacer creer. 


     


    ... Devuélveme la guitarra, anda. 


    …nunca. 


Jony

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Mensaje  Kithas Vie Sep 13, 2013 8:47 pm

Los dos adolescentes se habían sentado con las piernas colgando en la cornisa, y, relajados, charlaban pasándose una guitarra. Pero no lo vieron venir. No podrían haberlo hecho.
El estruendo fue sucedido por una sacudida casi inmediata, derribándolos y lanzándolos al vacío. Los rápidos reflejos de Frey le permitieron agarrarse a la cornisa, pero Rick no tuvo tanta suerte, y cayó al tejadillo golpeando con el hombro en el suelo. La lámpara cayó junto a él.- ¿Rick, estás bien?- Preguntó la chica, que parecía tener todas las de perder en la batalla contra la gravedad y cuya silueta cada vez caía más y más. El joven Salazar se levantó frotándose el hombro con el que había impactado, y miró a los lados, desorientado.- Sí, estoy bien… ¿Qué ha sido eso?- Pero frey no tenía tiempo para pensar en eso, y entre esfuerzos alcanzó a pedir ayuda con voz ahogada. Por suerte, el joven estaba ileso y tenía su guitarra, la cual utilizó para que ella se apoyara y pudiera subir. Una vez hecho esto, Freya se volvió hacia él, de pie encima de la cornisa.- ¡Agarra la guitarra y podré subir!- Dijo Rick, consciente de que sin su ayuda estaba allí atrapado.- ¡Frey, agarra la guitarra!- Ella lo miró de forma extraña durante unos segundos mientras Rick interponía el instrumento musical entre ambos, y pareció tomar una decisión.
Y sin una palabra, desapareció tras la esquina que formaba la cornisa.- Frey, ¿Dónde vas? Ayúdame, Frey… Freya?- La noche sólo se veía interrumpida por el acre olor de humo que comenzaba a subir, y el adolescente se mordió el labio, comprendiendo que había ocurrido. Le había abandonado. Durante un momento, dudó y se preguntó si no estaría equivocado. Si no habría resultado que la joven mentalista no era una buena persona.
Pero, a fin de cuentas, lo era, y cuando volvió a aparecer por la azotea, Rick vio que llevaba una silla del restaurante, silla que le lanzó para que se subiera y pudiera llegar a lo alto. Después la recogió usando la guitarra, y volvieron a colocarla en su sitio.- Gracias, yo...- Dijo él, pero la joven de pelo negro ya se dirigía hacia las escaleras, y sólo se volvió un instante.- Algo ha explotado ahí abajo… No es un lugar seguro. Vámonos.

Muchas plantas más abajo, una carcajada resonaba por los pasillos, seguida por más voces que no se cortaban un pelo. El guardia de seguridad yacía en un charco de su propia sangre, y a partir de éste unas pisadas de color rojo salían hasta la zona que ahora estaba carbonizada y con comunicación directa con el exterior.- ¡Joder…!- Dijo el que había soltado la carcajada, poniendo los brazos en jarra. Cazadora de cuero por encima de la camiseta interior, cinturón con una gran hebilla y un cigarro a medio fumar entre los dientes.- Cómo me gusta eso de ser pirómano, ¡Jajajajaja!- Otro de sus compañeros, considerablemente más delgado aunque dentro de los límites, y vestido de forma similar, la palmeó el hombro.- Piroquinético, Hark.- Él se volvió lo justo para soltar otra carcajada, mostrando nula capacidad para hablar en un volumen normal.- ¡¿De qué coño hablas?! ¡Me encanta quemar cosas!
Los vándalos mutantes dejaron de prestar atención al comercio carbonizado, aunque uno de ellos se quedó vigilando por si venía la pasma. Tampoco querían llevarse sorpresas, y su jefe les había dejado bien claro que tenían que tenerlo todo controlado.- ¿Bueno, y ahora qué?- Dijo otro, cuyo aspecto era aún más estrafalario que el de Hark. Su piel tenía coloración verdosa, y de su frente salían dos cuernos perfectamente formados.- ¿Vamos a seguir rompiendo esta mierda? Porque yo también me quiero divertir… Vamos a matar a alguien, joder…
La banda se movía perezosamente por los pasillos del centro comercial. La pasma aún tardaría un rato en llegar, y bueno, de todas maneras para entonces ya se habrían ido. O no, y se lo pasarían mejor aún.
El pirómano, Hark, se terminó su cerveza, y como no se le ocurrió ningún sitio divertido donde tirarla, una sonrisa se asomo a su rostro barbudo, y tras calentarla lo suficiente, se la tiró a otro, el tipo delgado que antes le había palmeado el hombro, rompiéndole las gafas y estrellándosele en toda la cara.- Oye, hark…- Dijo, mientras su piel parecía cuartearse y tomaba la apariencia de un reptil.- ¡Estás muerto, capullo!

La pelea se organizó en unos instantes, y los demás miembros de la banda los azuzaron pronto. El primero lanzaba oleadas de fuego, no muy bien apuntadas a decir verdad, y entre las voces de sus compañeros casi logró chamuscarle las escamas al lagarto. Éste, por su parte, no estaba indefenso, sino que además de su apariencia, tenía un gran as en la manga que no dudó en utilizar cuando se separaron un poco.
Pero, por suerte para Hark, el ácido no llegó a tocarle, ya que cuando el primer disparo cayó al suelo, perforándolo, alguien dio una voz desde una esquina.
- ¡Eh, tíos, mirad lo que me he encontrado!- Un coro de gritos salvajes lo recibió, y cuando arrojó al resto del grupo al joven, éstos lo rodearon con sonrisas y cuchicheos.- Me lo encontré merodeando por ahí…- Dijo el que lo había encontrado, que debía de medir más de dos metros. Otro se colocó hombro con hombro con éste y miró al chico, que, a pesar del miedo, parecía desafiante.- Eh, enseñémosle a este mierdas por qué ir por centros comerciales de noche es una mala idea.
Ricardo frunció el ceño, mirando hacia todos los lados. Parecía que él no era el único mutante que se divertía fuera de los guetos, ¿eh? Y no era el más peligroso.

Estaba acorralado, y los tipos esos parecían jugadores de rugby. No había un solo espacio entre sus hombros, y el chico sabía que no había manera de que pudiera escapar. Pero parecía que aún tenía una oportunidad de salir de allí sin recibir una paliza de aquellos salvajes.- ¡Espera, yo sé quién es este!¡Es el hijo de Salazar, ¿sabéis?!- El que habría hablado, con escamas y ojos de reptil, parecía llevar unas gafas tremendamente chamuscadas en una mano.- Sí, venga, el inventor ese, el millonetis de la ciudad… Yo digo que pidamos un rescate. Seguro que podremos sacarle al padre su pasta por devolverle a su hijo sano y salvo, je je je…
- Pero espera, ¿no podemos pegarle un poco?- Dijo otro, con barba y bastante más musculoso que el serpientes.- Venga escamoso, sólo chamuscarle un poquito por fuera. Que lo va a reconocer.- Pronto se volvieron a enzarzar en uan discusión, y el tipo de la barba agarró rápidamente al otro por las solapas, acostumbrado al parecer a aquel tipo de peleas. Pero por suerte para ellos, y desgracia para Rick, otro zanjó la discusión.- Eh, ¿y si se lo decimos al jefe? Quiero decir, le damos al chico y que él decida lo que quiere hacer con él. Si nos deja pasarlo bien un rato o quiere devolverlo intacto.
- Eh, para el carro. Si se mete el jefe en esto querrá su parte. Y hasta puede que nos lo quite para quedarse él con todo el rescate. Y nosotros lo descubrimos. Así que nos lo quedamos nosotros.- Mirando desafiante al resto del grupo, aprisionó en una garra de acero el hombro de Rick, que se retorció de dolor.
El lagarto, sin embargo, no parecía estar convencido, ya que giró la cabeza hacia un lado.- Un momento… Creo que…- Rick no tuvo tiempo para verlo. Fue rápido como un relámpago, y cuando ocurrió sólo pudo lamentarse, ya que lo que había hecho no valía para nada… También habían cogido a Frey. Ésta forcejeaba con la fuerte lengua pegajosa del mutante, que la lanzó al centro antes de liberarla.- Pero mira qué tenemos aquí… Una amiga… Ja, ja, ja…- Rich fue desplazado a un lado, y por un momento sonrió. Molestar a un mentalista, y sobre todo a uno como ella, no era una buena idea… O eso pensaba, hasta que vio cómo su amiga se achicaba ante los matones.- Eh, tíos, el radar de mi polla- Esa fue la expresión que usó, aunque Rick estaba seguro de que su sensor se ubicaba en un lugar muy distinto al del miembro viril.- me dice que esta tía no es mutante. ¿Qué, querías traerte a tu novia a robarle algo al centro?- Le dijo a Rick, con una risotada.- Pues para que veas lo bien que te ha salido la jugada, chaval, no os vamos a dejar ir sin antes daros un regalito. ¿qué me decís, chicos? ¿Hace un bukkake?
Rick frunció el ceño. Había sido apartado a un lado por los matones, que ahora se centraban en agarrar y comenzar a manosear a Freya, la cual se encontraba inexplicablemente indefensa y le miró pidiéndole ayuda. La solitaria y altiva Freya, pidiéndole ayuda. Y Rick no se lo pensó dos veces. Apoyó la guitarra en el suelo y activó su poder. Las luces eléctricas y linternas que llevaban los matones para iluminarse se apagaron repentinamente, y en la oscuridad, éstos se detuvieron confusos, y lo único que pudieron oír fue un sonido similar al de una motosierra al arrancar antes de recibir sendos golpes bastante potentes en diversas partes de su fisionomía, los cuales les llevaron a doblarse agarrándose el estómago o entre las piernas, o bien protegiéndose la cara, con gritos de desconcierto. Los golpes se detuvieron poco después, y cuando encendieron las luces, los que aún pudieron mantenerse en pie, se dieron cuenta de que los chicos habían desaparecido.

Un par de pasillos más allá, los dos adolescentes corrían lo máximo que le permitían sus piernas.- ¿Qué es un bukkake?- Preguntó Freya, respirando agitadamente.- Creo que prefieres no saberlo. ¿Por qué no les jodiste con tu poder?- dijo Rick, jadeando y empuñando aún la guitarra que se había quedado nuevamente en silencio. Freya parecía agobiada y estaba sudando.- No lo sé… Cre-creo que había un mentalista entre ellos… De repente me sentía como si no pudiera hacer nada… ¿Y tú cómo…
- Tecnopatía…- Dijo él dirigiendo la vista a la puerta de la escalera. Sólo tendrían que pasar un par de salidas más, y estarían allí, justo para bajar y…
- ¿A dónde creéis que vais tan rápido?- Un brazo enorme salió de la nada, impactando contra ellos y haciéndolos rebotar. Rick se puso de rodillas a duras penas y vomitó la cena. ¿Eso era un brazo? Le había parecido una columna de piedra…- Dos críos como vosotros corriendo por aquí a esta hora de la noche… Seguro que no hacéis nada bueno.- Ayudando a Frey a levantarse, el Salazar elevó la mirada y vio a su atacante. Rubio y con el pelo corto, con pinta de luchador de lucha libre, era muy distinto de los matones a los que había derribado unos pasillos atrás. Pero, al mismo, era lo mismo.- Soy Tempest. Y, según de dónde habéis venido, juraría que ya conocéis a mis amigos.
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Mensaje  Kithas Vie Sep 13, 2013 8:48 pm

Durante el periodo en el que Tribulation estuvo al poder, su poder fue muy vasto, extendiéndose sus redes por todo el país gracias a una maraña de subordinados a cada cual peor. Devorador sólo era el superior y veterano de aquella organización… Pero, no era ni de lejos el único.
Tempest había comenzado a destacar a muy corta edad, ya que su factor de regeneración le garantizaba el éxito en la mayoría de las batallas, lo que le convertía en un aliado muy valioso en el régimen militarizado que Tribulation quería favorecer. De origen nórdico, había servido como el lugarteniente del psicoquineta en Alaska durante el tiempo que éste ostentó el poder, y, tras su caída, se había fundido con la nieve y el hielo, como un oso que se retira a hibernar cuando el clima no es propicio.
Pero, como los osos, el mutante no cesó su actividad, y algunos años después en los suburbios de las grandes ciudades, donde se comenzaba a fraguar el actual régimen de segregación mutante, un rumor corría de boca en boca. Los mutantes de Tribulation habían resurgido, y se llamaban a sí mismos Grigori, como los Hijos de Dios del antiguo testamento, condenados por enamorarse de mujeres humanas y engendrar con ellas la raza de los gigantes, los Nefilim.
Se correspondiera o no la simbología bíblica con la realidad, los Grigori pronto obtuvieron el inmediato apoyo de muchos de los mutantes descontentos con la situación, aunque sus números nunca se elevaron considerablemente, en parte gracias a la acción de las fuerzas de la ley y el orden, y en parte precisamente para eludir una mayor persecución por parte de estas fuerzas.
Pronto, el sistema de segregación terminó instaurándose y los Grigori cayeron en la ilegalidad. Condenados por ambos, mutantes y humanos al tiempo, vieron cómo entre sus líneas empezaba a haber huecos que no se rellenaban con nuevos miembros, y pronto se vieron reducidos a simples grupos de matones que deambulaban por los barrios de noche causando problemas a los desafortunados con los que se encontraban. Pero allá donde iban los restos agónicos de los Grigori, vociferando y bebiendo, metiéndose en peleas y matando a todo aquel que no les cayera en gracia, no estaba muy lejos Tempest, vigilante, sin disminuir un ápice su celo. Esperando el momento.
El corpulento líder dejó a los pies de los matones los cuerpos semiinconscientes de los adolescentes. El grupo había vuelto a la tienda calcinada, ya que habían deducido (el cómo lo había logrado su alcoholizado cerebro es un misterio aún por descubrir) que sería mucho más útil si pudieran tenerlos inmóviles en el precipicio mientras decidían sobre qué hacer con ellos.
- O-oye, jefe, ya les dije que teníamos que enseñártelos y que tú mandaras qué hacer con ellos, ¿vale?- Dijo el grandullón de Hark, adulador, pero Tempest lo ignoró.- Pero ellos nada, querían quedárselos y pedir un rescate por ellos. Decían que si su padre era rico, que si no querían compartir… Jefe? Temp?- El rubio le palmeó la cara con desprecio, silenciándolo.- Cierra el pico, cerilla, y escúchame bien. Escuchad todos. Este crío…- Hizo un gesto hacia Rick, que colgaba literalmente con un pie en el vacío, y al que agarraba por un brazo férreamente.-… es el hijo de uno de los mayores, si no del mayor proveedor del Estado en material de combate. Mallas de combate, armas, sistemas de seguridad, droides, inhibidores… Se podría decir que es el puto amo en tecnología. Y lo único que se os ha ocurrido, atajo de imbéciles, ¿es pedir un rescate por él? No…- Sus subordinaros se agruparon a su alrededor, escuchando bien atentos.- Lo extorsionaremos, sí, pero lo tendremos bien cogido por los cojones para que trabaje para nosotros y nos financie. Volveremos a los días de antigua gloria, ¿lo pilláis? Ya vale de joder vuestros hígados con cervezas de mierda, tendréis vuestros propios subordinados. La gente nos temerá. Y algún día…- Ellos sonrieron. Algún día volvería. Los tiempos de Tribulation volverían.
- Con la chica… Podéis hacer lo que queráis. Sinceramente, me da igual. Como si quereis despellejarla, pero acabar rápido. Tenemos negócios que hacer com un tipo, y no me gustaría que os pillase durmiendo la mona. Y rapidito.- Retirando a Rick de la azotea, lo golpeó contra la pared, evitando que se espabilara más de lo necesario y se dispuso a marcharse para contactar con Salazar. Pero aquello no había terminado, ya que cuando el tipo que agarraba en la misma posición a la chica la comenzó a subir, todos pudieron oír sus palabras, alto y claro. Rich miró débilmente al precipicio.- ¿De veras creéis que será tan fácil?- E, impulsándose con el pie contra la pared, Freya cayó, llevándose consigo al otro. – Eh, ¿qué ha sido eso?- farfulló Hark, mientras la información llegaba a su atontado cerebro. Para ser piroquinético la verdad era que no era muy listo… O a lo mejor era el alcohol.
Tempest también se acercó a la oquedad por la que había caído a la chica, mirando hacia abajo tras entregarle el chico a otro que también lo apresó con garra de hierro mientras miraba hacia abajo. Había varios pisos hasta el suelo, pero allí no se veía nada salvo el cuerpo de su aliado contra el asfalto.- ¿Y eso? Menudo manchurrón, ja, ja, ja… Le debe haber caído encima… jajajajajaaaaa…- Los compañeros de Tempest se reían. Su compañero estaba aplastado contra la carretera, pero ellos reían.
Sólo había alguien que no reía, que ni siquiera sonreía como Tempest.
Imbéciles… Pensó Rick. Esos imbéciles han dejado que uno de los suyos se muera sin más… ¿Y qué intentaba exactamente Frey con eso?- Eh, tío, no ha tenido gracia, ahora no puedo alimentarme de su pavor.- Dijo uno, fastidiado, y luego miró a Rick, que le devolvió la mirada, desafiante.- Tendré que conformarme con el mocoso este.
Rick apretó los dientes, respirando agitadamente. El calor volvió a subirle a la cara, pero ahora su furia no podía canalizarla apagando las luces y golpeándolos como antes. Algo le decía que ese tipo rubio no iba a dejarle ir tan fácilmente… Y sin Freya, ¿a dónde iba a ir? ¿A casa? Sólo una bronca le esperaba allí. O ni siquiera eso. Sólo podía aguantar allí.. Enfrentarse a ellos… A esos matones de más de dos metros, mutantes y con ganas de matar a alguien. No. No podía hacerlo. Tal vez su tía Anna pudiera, pero él sólo era un chiquillo asustado. Le iban a matar…- Muy bien, chico, sigue así.- Dijo el que había dicho lo del pavor mientras se le acercaba. No, no… Ese era el peor… Aléjate de mí… Aléjate de mí…
- ALEJATE DE MÍ!!!- El golpe de la guitarra fue contundente, y su jersey se rasgó por donde lo agarraba su captor. Pero había dado el guitarrazo en la dirección equivocada, y cuando Rick se quiso dar cuenta de que todo su miedo no era más que una ilusión del que se alimentaba de sus emociones y había bloqueado antes a Frey, ya estaba en el aire.
“Bueno,” pensó. “Tampoco he aguantado mucho sin Frey”
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Mensaje  Kithas Vie Sep 13, 2013 8:49 pm

Al borde del edificio, Freya evitó mirar hacia abajo, porque algo le decía que, si lo hacía, lo que intentaba se iría completamente al garete. El viento nocturno la rodeaba, y el brazo que la agarraba parecía de hierro. Pero no lo era.
La táctica se la había enseñado su padre. Normalmente los enemigos no son tan idiotas como para amenazarte sujetándote con el brazo, pero cuando. Hay alguno que lo hace, su poder se vuelve repentinamente muy útil. Y aún no la habían bloqueado… Con lo que tenía una única oportunidad. Tendría que hacerlo. No quería volver a sentir ese miedo.
Los matones que la rodeaban eran muy superiores a ella en fuerza y volumen, pero si algo tenía en ventaja era su inteligencia. Ella era bastante más avanzada. Y, cuando el tipo que la agarraba comenzó a meterla de nuevo en el lugar, comprendió que había llegado el momento.
Un movimiento rápido fue suficiente para desestabilizarlo, y el cuchillo clavado en su brazo bastó para que la soltara al comenzar a caer. Simultáneamente, entró en las mentes de los presentes. No podía permitirse discriminar entre amigos o enemigos… Requeriría una precisión que aún no sabía si tenía, y no quería jugársela en un momento así, así que la ilusión de su caída con el matón fue implantada en todas las mentes, con lo que ellos mismos se convencieron de que no estaba ahí, y pudo salir de su círculo sin problemas y observar a distancia.
Observó cómo Rick forcejeaba, y cuando cayó al vacío se quedó sin aliento. Sólo hubo una cosa que la detuvo y evitó que se lanzara para vengarse por su amigo.

La sombra de ojos brillantes que se encontraba detrás de ella.
La misma que había visto en el aparcamiento cuando había llegado, se encontraba tras ella. No recordaba qué había sentido la vez anterior, pero esta vez, por el hecho de estar manteniendo viva la ilusión, apenas fue capaz de notar una pequeña perturbación mental. Pero no le hizo falta su habilidad para saber quién era la sombra. Porque, escabulléndose entre los matones, se lanzó al vacío, directa hacia Rick.
Éste había cerrado los ojos al saberse en el aire, y por eso cuando notó que su caída era frenada y dos brazos familiares lo rodeaban, sujetándolo, abrió los ojos, confuso.- ¿M-mamá?
Allí estaba. Hikari Yagami lo había cogido con una mano, sosteniéndolo en el aire mientras que con la otra había disparado un cable a la pared, justo debajo del borde del agujero por el que habían salido.- Tienes suerte de que te siguiera para comprobar que no corrías peligro de nuevo…- Dijo su madre, y Rick sonrió un poco preguntándose si dejaría pasar su castigo.- … Pero no creas que te vas a ir de rositas.
Mientras, la gravedad había hecho su trabajo, y de dirigían directos hacia la pared del edificio, un impacto que la mujer amortiguó flexionando la rodilla.- Ahora lo mejor es que volvamos a pisar suelo firme. Agárrate bien.

Al instante, el adolescente notó el tirón del cable al retraerse a cada vez mayor velocidad, subiéndolos. Allá arriba había un montón de matones preparados para cualquier cosa… Pero, al parecer, Rick olvidaba de qué era capaz su madre, algo que ésta se encargó de recordarle, ya que cada vez subieron más rápido…-Cuando te diga, cierra los ojos.-…hasta que sobrepasaron el punto de anclaje del cable y aparecieron justo frente a sus enemigos.- ¡Ahora!- Rick lo hizo, y una luz roja le golpeó los párpados, dándole una idea de la intensidad del flash usado por su madre.
El aire se llenó de lamentos, y cuando rodaron en el interior de lo que había sido un comercio antes de ser carbonizados el adolescente vio cómo todos los matones que le habían intentado usar para extorsionar a su padre habían caído al suelo tapándose los ojos… Así como Freya, que resultó estar un poco alejada pero que también había sufrido los efectos del Flash y ahora se frotaba los ojos. Según corría junto a su madre, Rick la agarró de la mano y siguió a toda prisa.- Qué bueno que no caíste Frey…- Dijo Rick, y ella siguió frotándose los ojos.- Hikari… ¿Era usted la que…- La madre de Rick asintió, y siguieron corriendo hasta que los lanzó al suelo inesperadamente.- Eh… ¡Ay!- Gritó el chico, y miró a su madre.- ¿Qu-qué…?- Pero ella no le devolvió la mirada, sino que vigilaba tras ella, al hombre que les había dado alcance y había lanzado la piedra, con una puntería envidiable.- Yo sé quién eres. Eres la madre del mocoso este, Hikari Yagami, ¿verdad?- Era Tempest, y su sonrisa mezclaba diversión con furia de una manera que no tranquilizaba nada al hijo de Gabriel. Pero su madre era otro cantar, y, frunciendo el ceño, se interpuso entre ambos.- Si sabes eso… Entonces sabrás que soy la máxima responsable de seguridad en el lugar donde vivo. Y que, ya sea o dentro o fuera del barrio, no permitiré que unos sucios matones como vosotros manchen el nombre de los mutantes.- Los demás compañeros de Tempest se habían acercado, entre tanto, formando un peculiar desequilibrio en la balanza. Por un lado, la mujer, orgullosa, desafiaba con la mirada a todos ellos, acompañada por dos adolescentes asustados. Por el otro, varios tipos la mayoría de los cuales le sacaban más de una cabeza y la doblaban en diámetro se crujían amenazadoramente los nudillos.- Venga, chicos… Aún tenemos tiempo antes de que llame Mefisto. Divertíos un rato.- Pero ellos no iban a ser los únicos que se iban a divertir, algo que quedó patente cuando la misma Hikari comenzó la batalla, sacando una daga de dios sabe donde, con la que atacó con gran precisión a Tempest cuando éste se dio la espalda, hiriendo esta y haciendo que apretara los dientes. Todos los matones le fueron a cubrir, y pronto Hikari tuvo ocasión de demostrar su maestría en las artes marciales, esquivando sus golpes y manteniéndolos a raya el tiempo suficiente como para que se olvidasen de los adolescentes. Los ojos aún les lloraban, pero su furia era mayor que su dolor, y muchas veces se golpeaban unos a otros sin querer, algo que aumentaba aún más su furia contra Hikari, que parecía bailar entre el fuego de unos y evitar el ácido de otros gracias a hábiles golpes en puntos blandos.
Con una maestría envidiable y sin utilizar sus habilidades lumínicas, ésta consiguió evitar el centro del grupo y los fue moviendo a placer, notándose que dominaba la batalla… Hasta que Tempest agarró a un asustado Rick por el cuello, haciéndole una llave e inmovilizándolo con fuerza.- Hikari, creo que sería mejor que te detuvieras. Un movimiento y mato al…- Con una mirada asesina, Hikari apareció tras él. Todas las precauciones habían sido dejadas a un lado (más bien lanzadas contra la pared) y una Lightsaber brillaba en sus manos, una Lightsaber que había salido del cuerpo de Tempest. Pero este no había terminado aún con ella, sino que, prediciendo su ataque, había colocado el brazo libre en el lugar justo para detenerla violentamente, y mientras su cuerpo se curaba del corte luminoso, él derribaba a Hikari y la golpeaba repetidas veces en la cara, dejando a los adolescentes a merced de sus amigotes.- ¿Te parece gracioso? ¿¡Eh!? ¡¿Te parece gracioso?!- Los puñetazos la hicieron sangrar por la nariz, y habría ido a más de no haber sido por la intervención de Freya, que lo paralizó el tiempo suficiente como para que Hikari volviese a perforarlo con la espada de luz y se librase de él.
Rick se libró de sus captores aprovechando su sorpresa al ver a su líder derribado, pero esta sorpresa fue sólo momentánea, ya que pensaron en lanzarse en masa hacia Hikari, a pesar de estar llenos de moratones y heridas superficiales de la daga de la mujer. Tal vez ella fuera más fuerte o más rápida, o tuviese más habilidad, pero ellos eran más y tenían mucha más resistencia. No podía ganar, simplemente porque ella se cansaría mucho antes.
Y por eso fue una suerte lo que pasó a continuación.
- Las manos donde podamos verlas.- las voces de los policías fueron acompañadas del sonido de sus armas al ser amartilladas, listas para disparar, y la Yagami suspiró, aliviada, y volvió la mirada al grupo de vándalos, limpiándose la sangre que aún le caía de la nariz. Éstos, aún sangrantes, la miraban con odio, pero sin poder hacer nada, y el único que se movió, fue Tempest, listo para agarrar a uno de ellos. Entonces, Hikari supo lo que iba a hacer.- Ya sabéis lo que hacer, tíos.- Dijo él.- Flik… Ahora.
Y antes de que pudiera hacer nada, Hikari vio cómo se desvanecían ante sus ojos, el líder herido y el teletransportador.

El alba comenzaba a iluminar el centro comercial, y con ella llegó la tranquilidad. Tras una noche agitada, Rick bajó por fin a la acera, y estuvo a punto de ser procesado de no ser por Anna, que había llegado al saber que el asunto incluía a mutantes y que había intercedido por él y por su madre.- ¿Y dónde se ha metido la otra?- Preguntaba.- La otra chica, me dijeron que había alguien más con vosotros.- Él miró a su alrededor, y se encogió de hombros.- ¿Frey? Bueno, pensé que después de tantas emociones querría descansar un poco, pero se ha ido a casa. Dijo que si descubrían su ausencia iba a tener problemas.- Anna se encogió de hombro. Ella no era mutante, así que era libre de ir por donde quisiera, y, para qué negarlo, no le hacía mucha gracia tener que preocuparse por la hija de Rioco. Al igual que su madre, se las apañaría sola.
Ahora, abajo, mientras los forenses retiraban el cuerpo que había caído (claro, dijo Rick, ha sido un accidente) y la gente interrogaba a los posibles sospechosos, Hikari y su hijo miraron al sol, que, una vez pasados los problemas, los bañaba con su luz, protegiéndolos de los peligros de la noche. Y Hikari, revolviéndole distraídamente el pelo a su hijo, dejó caer la perlita de nuevo.- En cuanto acabe todo esto tu padre va a saber de tu aventura.- Pero no era necesario que esperaran tanto, ya que la llamada que atendió Anna provenía nada más y nada menos que del mismísimo señor Salazar.- Sí, hombre, están aquí conmigo… Bien, no te preocupes… Verás, estamos en la escena de un crimen… Porque el pequeño quería aprender cómo va el negocio. Piénsalo, su madre y su tía trabajan en esto, es normal que quiera probar…- Animada, se acercó al borde de la acera y apoyó la mano en la cintura para seguir hablando.- ¿Sabes, creo que deberías hacerle algo más de caso.- En ese momento, un convertible rojo atravesó, y Anna cortó la charla, bajando el teléfono y siguiendo al coche rojo con la mirada. Gab, que no tenía idea de lo que acababa de pasar, preguntaba una y otra vez por teléfono, hasta que su hermana volvió en sí y alcanzó a responder.- No pasa nada, hermano… Sólo que creo haber visto un fantasma.- Y eso era porque, además del cristal de hielo que decoraba la matrícula del convertible y del agradable fresco que dejaba por donde pasaba, una cabellera azul lanzaba destellos al sol, saludándola, después de tantos años sin noticias suyas. Ella estaba allí.
Rick también se quedó mirando al coche, sintiendo una sensación de extraña familiaridad, sin saber que su abuela, la fundadora de la X-Force, la inefable Kula Diamond, acababa de pasar por allí.
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FIC NUEVO CAPITULOS Empty La pequeña nube de autoconsciencia

Mensaje  Kithas Vie Sep 13, 2013 8:51 pm

Su mente se expandía. No sabía quién era, no sabía dónde estaba. No estaba en ningún lugar materia. Estaba en la nada.

Pero aquello no era la Nada, porque había algo. Además de aquella pequeña “nube” de autoconsciencia había algo. Puntitos especiales. Puntos a los que, si se acercaba, podía ver o sentir cosas. Y recordó lo que era ver. Recordó las sensaciones.
La velocidad. Un motor revolucionando. Hay que darse prisa. Una carretera. Alguien llamando. Eso era un móvil. Se utilizaba para llamar y podía saber dónde estaba. Por dónde se movía.

Pronto, la pequeña nube de autoconsciencia notó cómo se aproximaba una gran ola de puntitos. Grandes, pequeños, ventanitas para ver o micrófonos, altavoces… Toda una serie de cosas que se entrelazaban entre sí. Qué complicado. Aquellas cosas parecían formar redes. Patrones, Eran demasiado complicadas pero podía notar todos los puntitos en su conjunto.
Se vio proyectado hacia una red de puntos más pequeña en una de aquellas celdas. Una red muy densa que parecía brillar en aquella nada con luz propia. Aquello era una cabina. Conocía aquellas cabinas. En algún momento, alguien le había comentado que eran cabinas sanitarias y que podían dar tratamiento de urgencia a los heridos en derrumbes, explosiones o atentados terroristas, manteniéndolos vivos hasta poder estabilizarse y curándolos.
Sintiendo curiosidad, miró por uno de esos puntos, que resultó ser una cámara, y notando los números y valores biológicos que bailaban a su alrededor, examinó el interior de la cabina.
Había un cuerpo.
Un cuerpo desmejorado, sucio, lleno de hollín y ensangrentado, que se empezaba a recubrir de líquido sanador, que mantendría sus constantes vitales y repararía sus daños, sintetizado gracias a mutantes con factor de regeneración. Pero eso no era lo que preocupaba a la pequeña nube de autoconsciencia. El problema… Es que ese cuerpo era el suyo.

El pecho de Ricardo se hinchó de aire, y éste abrió de golpe los ojos. Un techo desconocido se mostró ante él, distinto por completo de la cabina de recuperación que había esperado. La lámpara estaba apagada, y la luz natural del atardecer inundaba la habitación, en la cual había otra cama que también estaba ocupada.. Poco a poco, la imagen se estabilizó, y comenzó a oír sonidos. La puerta se abría y se cerraba rápidamente, y alguien se acercaba a él.-…jo… jo… ¡Hijo!- La llamada de su padre lo volvió en sí por completo, y lo miró, aún confuso. Su padre estaba sentado en el borde de su cama, y, además de la enfermera, había otra mujer un poco más atrás, dejándoles su espacio. Pero por el momento sólo tenía ojos para Gabriel, que, ignorando las peticiones de tranquilidad de la enfermera, se aferraba a él y le abrazaba y miraba a partes iguales.- Ricardo… Has despertado, hijo… Estoy aquí…- El chico frunció el ceño, aún confuso.- ¿…Papá?- ¿Qué había pasado? Su memoria estaba borrosa. Recordaba lo de la prisión, que se habían encontrado con los padres de Freya, que después se había escapado y se había encontrado con Frey en el centro comercial… Y todo comenzaba a volverse borroso. Recordaba una pelea…- Papá… ¿Qué ha pasado?- Gabriel sacudió la cabeza y volvió la mirada a la mujer que no era una enfermera, de rasgos africanos.- Ya se lo dije, señor Salazar, la conmoción le ha provocado amnesia temporal. Chico, has sido víctima de una explosión y estás en el hospital. Yo soy Amanda Bynes, y colaboro con el FBI en ayudar a las víctimas de… Sucesos traumáticos como tú a recuperarse. Y soy mutante, mis poderes tienen que ver con la memoria. Te ayudaré a recordar.- Rick hizo un esfuerzo por entender y comenzó a incorporarse, aunque al doblar más el torso le sobrevino dolor pectoral, y la enfermera le hizo bajar de nuevo.- U-usted es de esos mutantes que ayudan a los humanos, ¿no?- Dijo débilmente, y ella asintió.- Sí, como tu tía Anna. Intentamos que los humanos entiendan que podemos ser igual de útiles que ellos a la sociedad. Ella estaba contigo cuando ocurrió, por cierto, y te ha acompañado desde entonces.- Rick recorrió la habitación con la mirada, pero no la encontró.- ¿Y ahora dónde está? No quería…- Su padre tragó saliva, y mirar en la misma dirección, Rick entendió por qué, y lo imitó. Un gran vacío se asentaba en su estómago debajo de las vendas del pecho y del dolor de las heridas curadas casi por completo. Porque, en efecto, Anna Salazar le había acompañado durante su camino al hospital, y aún no se había separado de él. Porque era ella quien ocupaba la cama de al lado.
La dura, la superviviente Anna, que podía aguantarlo todo y que, gracias a su poder podía hacerse casi indestructible, yacía en la cama, aún más llena de vendajes y esparadrapos que él, con una venda rodeándole la cabeza y un brazo roto.- Tampoco vio venir la explosión.- Dijo su padre.- Así que no pudo hacer nada. Es de esperar que cuando despierte nos dé más datos, porque no hubo más supervivientes- Junto con Anna, Rick había recuperado algo de memoria, y su mirada suplicante volvió a fijarse en su padre.- Papá… creo que también estaba con más gente…- Su respiración comenzó a agitarse, y la enfermera se volvió a acercar y le hizo recostarse de nuevo.- ¿…estaba Frey por ahí? Ya sabes, la hija de tu amiga… Sé que estuvo, pero no sé si…- Gabriel miró a la señora Bynes fugazmente, y luego, mientras esta apuntaba algo, negó con la cabeza.- Lo siento, no encontraron a tu amiga… Pero no es ella la que me preocupa, hijo… Sé que tú estás bien y doy gracias por ello… Pero, dime una cosa, Rick…- Éste supo repentinamente lo que iba a decir, y no pudo evitar hacerle la misma pregunta. Sus voces se superpusieron en algo que era más una petición que una pregunta. En un ruego. Una súplica.- ¿Dónde está mamá?

El lugar era lóbrego y oscuro, y la figura que estaba allí apenas podía moverse. Sucio y maloliente, aquello parecía un sótano. O una alcantarilla. Estaba en un buen lío. No sabía qué había sido de Ricardo después de aquello, y la culpa la carcomía por dentro. Tenía que haber pensado en él, pensó. Tenía que haber podido protegerle. Pero ya no podía ocupar su mente con eso, pensó Hikari. Tendría que prepararse para lo que ocurriría en el futuro. Porque, y ella lo sabía muy bien, no sería agradable.
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FIC NUEVO CAPITULOS Empty Castigo

Mensaje  Kithas Vie Sep 13, 2013 8:52 pm

La casa estaba completamente silenciosa cuando Frey entró sigilosamente. Aunque ya estaba amaneciendo, la entrada aún estaba en penumbra, y en las sombras Frey se dirigió a la escalera, para subir a su habitación y mostrarse dormida. Ya era hora de descansar de las emociones de aquella noche.
O no.
Click.
Frey se quedó congelada en el sitio, sabiendo que la había liado, o quizás precisamente por ello. Alguien había encendido la luz, y por la identidad de ese alguien… Sabía que aquello no acabaría bien.
- ¿De veras creíste que no nos daríamos cuenta?- La voz de Rioco, a sus espaldas, tenía un deje extraño. ¿Había temido por ella? ¿Era un tinte triste? ¿O era un tinte… furioso?
- Mamá, yo…- No, no pasa nada, cariño.- La cortó la mujer con una tranquilidad inquietante.- Lo he intentado suficiente para saberlo. Intentar retenerte es inútil, no?- Rioco Saito salió de un lateral dirigiéndose hacia ella. Frey retrocedió hacia la puerta, sin saber muy bien por dónde iba a salir su madre esta vez. Le había gritado, sí, la había castigado…- … Pero siempre, siempre- continuó Rio el hilo de sus pensamientos.- lograbas escaparte para ir ahí fuera a dios sabe que.- Frey tragó saliva. Aún no había mencionado ningún castigo. No se había enfadado. No había levantado la voz. ¿Acaso se había acostumbrado ya a sus constantes salidas? ¿O sólo era el mar retrocediendo antes de un tsunami?
Era lo segundo.
- ¿Ma-mamá?
- No pasa nada, cariño… Si es tu naturaleza, nunca podré evitar que salgas, ¿verdad? – Un ligero viento comenzó a rodearlas sospechosamente, ya que no había ninguna ventana abierta.
- ¿Q-qué vas a hacerme?- Freya conocía a su madre, y se temía lo peor. Acertaba.
- No podré evitar que salgas… Pero me aseguraré de que sepas a lo que te expones. Me aseguraré de que sepas que cuando sales, no podrás volver a entrar.
Y entonces empezó. La brisa de antes se había convertido en un vendaval que agitaba el pelo de Rioco, y ésta, con los ojos brillando como dos luceros en la noche, comenzó a elevarse en el aire.
Y Freya sintió cómo se volvía pequeña e insignificante. Cómo su propio poder palidecía en comparación a los niveles que manejaba su madre. Comprendió que ella no era nada, no era más que una figura pequeñita a los pies de un gigante.
Pero lo peor estaba aún por llegar.
- Freya Cold. Es tu deseo conocer el mundo y perderte entre sus gentes… Y tu deseo te será concedido. Vivirás en el mundo. Conocerás a tus gentes. Pero, a cambio, perderás tu hogar. No tendrás familia ni lugar donde pasar la noche. Vagarás por los confines del mundo que tanto anhelas conocer.
- No… ¡mamá! Por favor… Tomaré el castigo que quieras…- Su madre la miró sin ceder un ápice, desde su altura, rodeada por un aura divina. Divina… o diabólica. Porque Freya sabía, que aunque su padre era aterrador, a quien realmente debía temer… Era a Rioco. Debía temer el día en que esta decidiera resolver su asunto. Debía temer el día en que se pusiera realmente seria.
Y ese día, había llegado.
- Espero que te hayas despedido, Freya… Porque vas a tardar mucho tiempo en volver a tener una familia.
El ruido había hecho salir a curiosear a Etzel, que ahora veía a Rioco, de espaldas y mirando a la puerta. No era capaz de ver su rostro, pero cualquiera podría adivinar su estado de ánimo. Cualquiera menos Keith, que si lo hubiera sabido, no se habría atrevido a aparecer por allí, hablando por teléfono como si no ocurriera nada.
- De acuerdo… Yo me encargaré de ella. Mantenla así hasta que llegue yo.
Pero colgó, y se dio cuenta de la situación.
Rioco apretó un puño, y el suizo supo lo que se le venía encima.- Etzel, vete a tu habitación.- El chico lo miró, sin comprender.- Vete a tu habitación, Etzel, ahora. Y no salgas.- Keith retrocedió un paso. Rioco no se había movido.- Porque, si lo haces, no podré garantizar tu cordura.

-…¿Mamá?- Frey abrió los ojos al sol de la tarde, en un callejón trasero entre dos chalés iguales. Se levantó apoyándose en una bolsa de basura, y se dirigió a la salida del callejón. ¿Se había quedado dormida?
Frotándose los ojos, salió a la calle principal, y mirando a los lados, vio dónde se encontraba.
Las casas en la urbanización eran todas iguales. Chalés unifamiliares con un pequeño jardín alrededor, que le daba un punto personal a cada casa gracias a la presencia de un coche, de columpios y tobogán, o de piscinas secas. A lo lejos se distinguía Una torre solitaria, un centro comercial, y más lejos aún, el centro de la ciudad comenzaba a brillar.
El cielo estaba despejado y la temperatura era agradable, pero la luz ambarina le hizo recordar que pronto anochecería. Tenía que volver a casa.
Pero, tan pronto, como tomó esa decisión, se quedó sin aliento. ¿Dónde estaba su casa? ¿Dónde estaba ella?
Miró a ambos lados, a los chalés unifamiliares. Todos eran iguales. Ninguno le sonaba. Repentinamente, las casas parecieron frías y sin vida, ya que no había lugar para ella allí. Sus padres estarían esperándola… Tenía que volver a casa, y… Un momento.
Sus padres. ¿Quiénes eran sus padres? Sí, sabía que su madre tenía el pelo largo y castaño, y que ella querría haberlo heredado. Y también sabía que era buena pero temible si se enfadaba. No era alguien a quien hubiera que hacer enfadar. Su padre, por su parte, le había dado su pelo, y aunque podía parecer relajado, siempre estaba atento. Era un mercenario que les contaba batallitas cuando volvía a casa, después de viajes de días o incluso semanas, y aunque podía ser aterrador siempre le escuchaban.
Eso lo sabía.
Pero no recordaba a sus padres.
Frey empezó a transpirar. ¿Sus padres… eran realmente sus padres?- Se rodeó con los brazos e intentó acordarse más. ¿Dónde estaban sus padres?¿Y su casa?- N-no… ¿Realmente tenía padres?¿Tenía un hogar al que volver?
¿O no había sido más que un hermoso sueño, mientras la joven ladrona descansaba en un callejón de aquella urbanización sin crimen, donde sabía que no la molestarían?- No…- Una parte de su mente se resistía a pensarlo. Se resistía a pensar que estaba sola en el mundo.- No… Mamá… Papá…- Sus rostros, borrosos, ya no tenían rasgos, y ellos mismos comenzaban a desvanecerse, igual que un sueño se desvanece cuando has pasado despierto demasiado tiempo.- No quiero seguir estando… Sola…
Las lágrimas afloraron a sus ojos, por fin. Y lloró.
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FIC NUEVO CAPITULOS Empty El día de ir al colegio con tu padre

Mensaje  Kithas Vie Sep 13, 2013 8:52 pm

La luz de mañana se colaba entre los pasillos impolutos del edificio, provocando que las delgadas sombras que provenían de la noche se despejaran poco a poco, acortándose. Pero esto sería algo que no duraría, ya que, una vez derrotadas las sombras de la noche por la luz ambarina, ésta sería sustituida por una más clara y que haría desaparecer por completo las sombras de la noche, para que, a la hora adecuada, el pasillo cobrase vida.
Los estudiantes caminaron de un lado a otro, llenando el pasillo con sus parloteos y charlas, convirtiéndolo en un bullicio de actividad a primera hora de la mañana. Niños, jóvenes, mayores, personas de todas las edades, géneros y razas acudían a la academia, para recibir o dar la más selecta de las educaciones.

Y, como no podía ser de otra manera, si uno se fija un poco en una de las ventanas, mirando desde fuera, una figura familiar observa el patio que se extiende como una llanura ante el edificio de piedra que simulaba gran antigüedad, aparentemente relajado.
Sí, por muy extraño que pueda parecer para los que nos están viendo desde casa, ésta vez nuestro asesino suizo favorito no está en ninguna misión de alto secreto, sino que, de camisa y con porte relajado, se apoyaba en el alféizar de la ventana mirando por ésta. Una tirita decoraba su mejilla, y, si se arremangaba la camisa, podrían observarse unos finos vendajes en su antebrazo izquierdo. Vestigios de una lucha perdida, vestigios de una batalla que, desde el principio, le había sido imposible ganar.

Heridas del día a día, teniendo en cuenta que su día a día transcurre a menudo al lado de cierta morena con tendencia a dejar a los que la contrarían babeando sin conciencia por el resto de sus vidas. Era casi un milagro que Keith estuviera allí, y sólo sus propias habilidades mentales habían impedido que terminase como aquellos desgraciados. Sus habilidades… Y alguna que otra cosa.
Alguna que otra cosa que, en estos momentos, le tiraba del brazo impaciente. – Venga, que ya nos va a tocar… ¿De verdad lo tienes todo preparado?- Keith suspiró, resignándose. A pesar de sus continuas desobediencias y de su tendencia a actuar sola (algo que la llevaba a frecuentes fracasos), Freya había salido más a él. Pero Etzel no. Había logrado ponerle un nombre aceptable (es lo que tienen las apuestas, la habilidad en los arcades, y la planificación para ir una semana antes a trucar el objeto de la apuesta) y tenía cierto parecido físico con él… Aunque ahí se acababa. Relajado hasta el punto de ser un vago, apasionado de los videojuegos y un absoluto desastre cuando se trataba de aprender o razonar lógicamente, Etzel parecía comprender que sus poderes eran un don que podía ponerle por encima de sus compañeros, un don que no dudaba en usar cuando era necesario, al igual que hiciera antes la propia Rioco.
En fin, Etzel aún merecía la pena por algunas cualidades singulares que no dejaba de manifestar cuando se planteaba la ocasión, pero, en general, para Keith su hijo menor era un caso perdido… Y precisamente era por eso por lo que Rioco había convencido a este de que fuera su padre quien se presentase a los demás en el día de “Trae a tu padre a la Academia”, destinado a mostrarle a los niños cómo era la vida en las distintas familias y, a la vez, animarles para encarar los distintos caminos del futuro con ejemplos cercanos a ellos. Una práctica no muy formal para la seriedad habitual de la Academia, pero una práctica que ilusionaba a los jóvenes y que se había mantenido desde tiempos más antiguos.
- Ya te he dicho que lo tengo todo preparado… Tu madre me dejó bien claro lo que pasaría si jo…jorobaba las cosas aquí.- Dijo él, consciente del lugar en el que se encontraba.- Pasará que tendrás otra tirita en la cara, no?- Dijo su hijo, con una sonrisa de oreja a oreja. Sí… Se parecía a su madre.

- … Y esto es lo que hacemos los directores de sucursal.- Dijo el hombrecillo meneando alegremente su bigote, suscitando un escaso éxito entre los alumnos.- Todos los días tenemos opción de conocer a gente nueva que nos entrega sus queridos ahorros, sabiendo que nosotros se los guardaremos lo mejor que podamos por un módico precio. Porque esa es nuestra mayor ilusión.- Hizo una pequeña reverencia, respondida por un único aplauso proveniente de su hijo, ante el que todos sus compañeros pusieron los ojos en planco. No era una sorpresa para nadie. La familia de Fabricio tenía bastante dinero, y era de entender que al pequeño le agradase el trabajo de su padre. La profesora dio un bostezo, y despidió al padre, que se fue sonriente por haber hecho feliz a su hijo, y leyó el siguiente nombre del papel.- El siguiente padre es… El padre de Etzel. Aquí dice que es… Espera, esta parte no la has rellenado… Etzel, te dije que la rellenases aunque tu padre no trabajase. No tienes que tener vergüenza por él.- El chico le devolvió una sonrisa luminosa y ella suspiró ante las extrañas reacciones de su alumno, preguntándose en qué trabajaría su padre, un tal…-… ¡Keith Cold! Démosle un fuerte aplauso.
El fuerte aplauso llegó por parte de los alumnos, llegó, y pasó sin que nadie abriera esa puerta. La maestra se puso en pie- estaba sentada en el borde de la mesa- y cruzó a varias zancadas enérgicas la distancia que la separaba de la puerta del pasillo, abriéndola con la misma energía y dedicando unas cabezadas a otear el pasillo.- ¿Sr. Cold?- La mujer percibió la misma sorpresa que habitaba su rostro en cara de los otros padres que hacían cola, y, extrañada, se encogió de hombros.- Etzel, ¿sabes dónde está tu padre?- La sonrisa del rostro del niño había desaparecido, y ahora éste estaba serio, haciendo que, inconscientemente, se le remarcasen más las bolsas que a veces aparecían bajo sus ojos.- Vaya… Pues me temo que no podemos perder tiempo, si aparece, tendrá que esperar al final. El siguiente es…- Pero no pudo completar la frase.
De alguna parte, una especie de lata había llegado al suelo, ante la pizarra, justo debajo de la silla en la que los padres solían sentarse para hacer sus presentaciones.
El silbido que produjo al empezar a producir humo a toda pastilla fue pronto sofocado por el propio grito de terror de la profesora, y los murmullos de los niños. El suyo era un colegio de prestigio, y, a pesar de todas las medidas de seguridad que había a su alrededor… ¿alguien había conseguido colarse hasta allí? Muchos de ellos, hijos de prometedores políticos o empresarios, tenían su coche escoltado en cuanto salieran de allí, pero en el colegio… Eran un blanco fácil para los secuestradores.

Pero, cuando la maestra estaba a punto de avisar a seguridad y a las fuerzas del orden con un botón secreto en su vestimenta, una voz oculta en el humo la detuvo.- Espera.
Era una voz grave, una voz distorsionada y cavernosa, una voz que infundía respeto. Una voz, que pertenecía a una figura oscura que se sentaba en la silla acomodada para los padres. Lo cual sólo podía significar una cosa. Los ojos de la maestra se agrandaron. Y la figura se levantó, y, al mover un brazo, abrió las ventanas, haciendo que se despejara el humo.
Y allí estaba.- Yo soy Keith Cold.
De pelo negro como la noche, igual que su hijo, el hombre mostraba tez pálida, ojos rasgados ligeramente y un cuerpo atlético, que, aunque no muy musculado, evidenciaba con su forma de moverse cierta atracción, cierto… magnetismo. Sus ademanes, en apariencia descuidados pero en realidad precisamente calculados, penetraron en los ojos de la profesora y de los alumnos, dejándolos estupefactos y sin aliento.- Perdone el retraso…- Dijo, ladeando la cabeza a la vez que miraba a la profesora.- Creí que la presentación estaba siendo demasiado monótona… Y me pareció adecuado darle algo de emoción.- Ella apenas pudo balbucear unas palabras de asentimiento, y Keith se volvió hacia la chavalada, que le observaba con los ojos abiertos de par en par.- Banqueros… Directores… Profesores… Policías… Políticos… Empresarios…- enumeró los trabajos de sus padres.- Creo que todos conocemos esos oficios. Los vemos todos los días. Pero, sin embargo… Creo que no mucha gente ha podido tener la suerte de toparse con un nativo de las islas Andamán.
El nombre exótico sirvió para captar la atención de los chicos, y Keith advirtió con una media sonrisa que había captado toda su atención, y volvió a sentarse en la silla, dirigiéndole una fugaz mirada a la profesora tras la cual comenzó su narración.
- Normalmente no superan el metro y medio de estatura, y son de color negro. No estoy hablando de que sean de etnia africana, no… Estoy hablando de que una de sus emboscadas favoritas es esconderse en la noche, ya que es imposible diferenciarlos de no ser por sus brillantes ojos. Sus armas favoritas son los dardos que disparan de una cerbatana, impregnados de un veneno que puede resultar mortal. Un veneno cuyo secreto fue lo que me mandó a buscar cierta empresa farmacéutica que tiene su sede en York-3, proporcionándome un vuelo a la India solo de ida. Cuando llegué allí, descubrí que…
La narración del hombre continuaba minuto a minuto, haciéndose mejor, y provocando que los alumnos saltaran de emoción cuando les habló de la ciénaga en la que habitaban las mambas, o riendo cuando les contó con qué deidad lo confundió el jefe del poblado hindú en el que descansaron. El relato se alargó en el tiempo, manteniendo arrobados a todos los oyentes, incluida a la profesora, hasta el punto de cerrarle la puerta en las narices al siguiente padre.-…Claro que podría contaros lo que ocurrió en las cumbres nevadas de los Alpes suizos y sus oscuras cavernas, con inmensas cantidades de dinero, pero el contrato que firmé para obtener aquella gema me obliga a guardar un absoluto secreto. Así que me temo que esto es todo lo que puedo contaros… Del día a día de un cazarrecompensas.
Los siguientes padres tomaron su turno tras el ensordecedor aplauso que le dedicaron los chicos al aventurero padre de Etzel, pero sus presentaciones parecían aburridas comparadas con las historias, o los retazos de historias, que había contado el señor Cold.
Su hijo estaba exultante con la atención que recibía ahora. Al salir de clase, alguien le tocó en el hombro, y, cuando se volvió, dejando la mochila de nuevo en su pupitre, se encontró con dos compañeras, en cuya belleza se había fijado más de una vez.- Hummm Etzel, nos preguntábamos si…- La chica, de pelo rubio y rostro aún redondeado, pareció desinflarse, y su compañera tomó la palabra.- ¿tu padre es tu padre, verdad?- Él alzó una ceja, sin comprender al principio, aunque cuando la chica resopló se dio cuenta de lo que realmente quería preguntar.- Que si ese tío tan guay es tu padre de verdad o no.- Le dijo la otra, y él dijo que sí, intentando emular la mirada que había hecho su padre, aunque aún no le salía del todo bien y las chicas se habrían reído de no ser por la ayuda de sus habilidades mentales, que las dejaron suspirando y pensando en la suerte que tenían de estar con un chico con unos genes tan… tan…
- … increíble.- Decía la profesora en ese momento, apoyándose disimuladamente en Keith, evitando que éste se separase.- ¿de verdad no camufló nada de eso? Sé que los niños son muy imaginativos y enseguida se les cuenta cualquier cosa y se la creen… Pero créame que yo soy una maestra instruida en varias áreas del conocimiento, y como tal…- Él sonrió afablemente, una sonrisa que hizo callar de un suspiro a la maestra.- Lo sé… Fue por eso por lo que mis hijos fueron enviados a esta Academia. Sólo permitimos para ellos lo mejor. Y ahora, veo que están en buenas manos.- Ella sonrió como una tonta, completamente a su merced, sin poder evitar salivar más de la cuenta.
- Por cierto, hablando de todo un poco… me preguntaba si no tendría algún despacho u otro sitio… En el que podamos hablar con más discreción.- Ella no dejó de sonreír, y le indicó el camino por la cabeza.
- Eh, Etzel…- Dijo otra de las chicas, acercándose a éste mientras recogía sus cosas tras la última clase.- ¿Tu padre ya se ha ido?- Él hinchó el pecho, dándose importancia y aprovechándose de lo que su padre le había dejado. Ahora todas las compañeras querían hablar con él… Misteriosamente. Seguro que, cuando volviera, Freya se iba a morir de envidia. Era el tipo más popular de clase. Gracias a su padre.
- Verás, ha ido a hablar con la maestra de algo relacionado con mi educación.- Soltó con aires de erudito levantando en la ceja.- Creía que era un error en nuestra educación el no incluir las sustancias potencialmente peligrosas con las que nos podrías amenazar, ya sabes, como cuando fue a Japón y le intentaron envenenar en el Sake.- Ella lo miró admirada.- ¿Le intentaron envenenar? ¿Y cómo lo supo?- El joven sonrió con suficiencia. Comprendía perfectamente a su madre. Inventar era algo genial.- Verás, resulta que mi padre había ido a una negociación con unos Yakuza…

- ¿De verdad te lo hizo ella?- Dijo la mujer, que había dejado las gafas a un lado y ahora examinaba el arañazo que había debajo de la tirita del señor Cold.- No me explico cómo puedes permitir que una mujer te haga eso… Yo creo que…- Él le puso un dedo en los labios, callándola.- ¿acaso las mujeres no sois igualmente válidas que los hombres para la mayor parte de labores? Incluso muchas veces sois capaces de dominarlos… La verdad es que… En un trabajo como el mío me vendría bien esa clase de poder.- Ella se inclinó un poco más hacia él, sin apartar sus ojos del rostro sonriente del hombre. El lugar estaba cerrado y nadie los oiría.- Tiene usted toda la razón del mundo…- En ese momento, bien podría haberle pedido que le diese todos sus ahorros a los negritos del África o que firmase un contrato para vender su alma al demonio. Que ella, con una sonrisa, y mariposas bailando en sus entrañas, lo hubiera hecho. Pero, en vez de eso, el suizo lo que había hecho había sido colocar un diminuto dispositivo junto al ordenador de la mujer, que se encargó de realizar con presteza su labor. Así que se permitió seguir un poco más, acercando su frente a la de la mujer sin llegar a tocarla.- Sabe… Creo que me alegro de que alguien como usted sea responsable de la educación de mis hijos… Una persona inteligente…- Ella soltó una risita que no tenía nada de inteligente.- Y con buena iniciativa para tomar decisiones… Pero todo lo bueno se acaba.- Dijo, separándose de ella una vez que el dispositivo dio un destello en verde. Con presteza y sin que ella se diera cuanta, lo recogió. Su trabajo había terminado.- Por desgracia, ahora mismo hay obligaciones que no puedo dejar de atender, como por ejemplo un niño que tengo que devolver a casa a su hora, antes de que nadie sospeche nada.- Dijo, alzando elocuentemente las cejas, y ella se separó, sonrojada, dándose cuenta de lo que había estado a punto de hacer. Keith abrió la puerta y comentó como quien no quiere la cosa.- Me alegro que estas cuestiones hayan quedado claras, señorita… Me gusta estar seguro de cómo funciona la educación de mis hijos.

En el coche, Keith se volvió ligeramente a su hijo, que jugaba a algo en la tablet en el asiento del copiloto.- ¿Qué te ha parecido?- Etzel no apartó la mirada del videojuego.- Estuvo guay. Creo que ni siquiera la profesora sabía que las mambas no viven en las ciénagas, sino en los árboles, y que lo hacen en África y no en la India… por ejemplo.
- ¿Te cae bien?- Él se encogió de hombros.- ¿Y a ti?- Keith esbozó una sonrisa.- Puedes decírselo a mamá, si quieres… Ella también aprovecha a divertirse. De todas formas, si te lo preguntaba era porque va a ser despedida. Dentro de una semana.
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Mensaje  Kithas Vie Sep 13, 2013 8:53 pm

- No se preocupe.- Dijo la mujer morena. De edad madura, se podían observar en su cara marcas que hubiera dejado un hondo sufrimiento tiempo atrás, marcas que se habían ido recuperando poco a poco pero que siempre quedarían como recordatorio de los que ya no están con nosotros. Irene se llevó las manos a los bolsillos e hizo lo posible por sonreír.
Estaban en la puerta del barrio mutante, a cuyo hospital había llevado a los dos heridos de la explosión del centro comercial una vez habían estado fuera de peligro en el hospital en el que ella trabajaba.
Se había ofrecido a hacerlo, principalmente porque, de los médicos de allí, era la que más acostumbrada estaba al trato con mutantes o con gente diferente, debido a la compañía ocasional de Alice… Y a que los mutantes le recordaban a él.
No, después de tantos años, Irene aún no había podido olvidarle, y aún lo maldecía entre lágrimas en las noches solitarias en su apartamento, cuando evocaba su imagen. Herido, ensangrentado, pero, eso sí, determinado hasta el final, dispuesto a hacer un mundo mejor para los mutantes hasta el final atacando por la espalda a Tribulation. Un atrevimiento que había pagado con la muerte. Sí. Bunker era un idiota… Un idiota.

Ese era el motivo por el que Irene se presentaba voluntaria para las “incursiones en terreno mutante”, como las llamaban allí, ya fuera para solicitar ayuda (aunque muchos no quisieran reconocerlo, la eficacia y velocidad de muchos sanadores mutantes era significativamente superior a la que podían prestar ellos) o para, como en aquel momento, redirigir pacientes mutantes una vez estuvieran fuera de peligro.
Y por eso, en ese momento, se despedía afablemente de la enfermera que le dijo de acompañarla a la salida, ofrecimiento que ella declinaba ahora cortésmente.- Ya conozco el camino, vengo aquí más a menudo de lo que cree.
Recorrió en silencio las calles mutantes, sin dejar de observar cómo un par de niños tenían una especie de batalla entre fuego y hielo, y salió por la puerta principal del barrio o gueto, según en boca de quién lo pusieras.
Aquél día ya estaba libre, y después de todo, el sol ya empezaba a caer. Ya era hora de que se dirigiera al centro, y probablemente llamaría a su hija adoptiva, Alice, a quien hacía unos meses que no venía. Desde que estaba estudiando en la universidad, estaban algo distanciadas, y quería retomar el contacto cercano de ella. Después de todo, era lo único que le quedaba de Bunker, aunque ella se intentaba convencer de que también la quería por sí misma, como hija.
Con estos pensamientos contradictorios sobre Alice, la mujer avanzó por las calles de la urbanización que estaba a continuación del barrio mutante, esperando encontrar una parada de autobús que la llevaría hasta el centro (cuando había llegado hasta allí lo había hecho en ambulancia) y que debía estar a unos doscientos metros.

Pero algo ocurrió, algo que hizo que, varios minutos más tarde, el bus arrancase sin ella.
Irene ya había experimentado aquello. Era telepatía. Y provenía de aquella adolescente con pinta de desorientada.
- … Sé lo que parece, que no tiene Gen X, pero yo le insisto en que se comunicó conmigo con telepatía.- Decía Irene airada a la enfermera, que sujetaba una especie de lector junto al brazo de la chica, que estaba semiinconsciente.- Dijo algo raro, como que quería acordarse de algo, creo que algo en su mente la está desorientando, ¿en serio no podrían…? Ash, está bien. ¿Se ha ido ya la Sra. Bynes? A ver si puedo conseguir alguien que haga algo de utilidad… No me puedo creer que sea yo la única que lo ve.
No lo era. La señora Bynes, la analista del FBI experta en recuperación de recuerdos, era de la misma opinión que ella. Los ojos ausentes, la mirada perdida, la palidez del rostro, y la frialdad al tacto (teniendo en cuenta la temperatura exterior y su jersey de lana) eran todos secuelas de un ataque mental.
Pero eso no fue todo, sino que la mujer, tras analizarla a conciencia y fruncir el entrecejo más de media docena de veces mientras se introducía en su mente, negó con la cabeza.- Doctora, la mente de esta chica es extrañísima. Carece de varios patrones de organización propios de un humano corriente. Y aún hay más, doctora… Me temo que su niña perdida… Ha sido bloqueada.


Ricardo apartó la puerta de su habitación con esfuerzo y con una mano, mientras con la otra sujetaba el perchero con la pantallita con sus datos y la bolsa de líquido que aún le goteaba en el sistema circulatorio. A sus espaldas, Anna seguía durmiendo, recuperándose de las heridas y la conmoción, pero él ya no podía seguir. Tenía que levantarse, tenía que hacer cualquier cosa… Cualquier cosa para quitarse el mal sabor de boca de lo que había ocurrido antes.
- Sí recuerdo algo…- Había dicho frunciendo el ceño y haciendo memoria, cuando su padre y la mujer del FBI estaban junto a él.- Sobre mamá…- Su padre asintió, ansioso por cualquier noticia sobre Hikari- ¿Y bien?¿Dijo a dónde se iba o algo? Habla, hijo…- Él hizo un esfuerzo. No podía ser tan rápido como su padre le pedía, casi le exigía, pero lo intentó.- Me dijo… Me dijo que iba a buscarlo. Y que esperara allí. Entonces se separó un poco y todo se llenó de humo.
- ¿Se os tragó la explosión? ¿Fue eso?
- No, no.- Dijo él intentando recordar. Fue eso… no, fue después… Creo.
- ¿Crees? ¿Qué se iba a buscarlo?- Otra mirada a la mujer del FBI, la señora Bynes. Ella asintió.- Ricardo, los miembros de la banda que os atacaron a ti y a tu madre (y a esa presunta amiga que sitúas en el escenario) estaban siendo esposados para ser juzgados… Y algunos cayeron ante la explosión, lo que nos permitió ver que sus esposas habían sido seccionadas. Era como si alguien los hubiera liberado, alguien con un cuchillo que podría derretir metal. Sabes a lo que me refiero, ¿no?
Rick lo sabía.- No, no ha podido ser. Ellos tenían otra herramienta.- Dijo Gab mirando a la mujer y a su hijo alternativamente.- Esas acusaciones son muy graves sin pruebas, señora… Hay mil maneras de reproducir ese efecto que no tengan que ver con la habilidad de mi mujer, y la mitad de ellas podría realizarlas con los mismos aparatos del Hospital.- parecía bastante acalorado, y lo único que hacía que no levantase la voz era la presencia de la dormida Anna.- Rick, eso que has recordado puede no ser verdad, ¿no? La confusión del momento, el humo, la explosión… Seguro que le ha pasado algo, o la han secuestrado…- Bynes le cortó en seco.- Los recuerdos son estables, señor Salazar. Intento no sacar conclusiones precipitadas, sólo les expongo la difícil situación en la que se encuentra su esposa para nosotros, y eso sin contar con lo que esté pasando allá donde esté.

La discusión había terminado cuando a la señora Bynes la habían llamado de allí, y Gab fue a comer algo a la cafetería, aunque prometió a Rick no dejarle solo más de 10 minutos.
Y allí estaba él, con un pijama feísimo y descalzo, asomado a la puerta de su habitación y apoyado en un perchero con una bolsa de papilla que ahora se suponía que iba directamente a sus venas. No era el mejor aspecto de Rick Salazar, no con el que le gustaría que le vieran sus conocidos y amigos.
Pero ella… No estaba seguro de cómo quería que lo viera ella. Porque, tras frotarse los ojos un poco, la reconoció sin ninguna duda. Acompañada por la señora Bynes y otra mujer morena, tenía los ojos ausentes y no pareció reconocerlo cuando sus ojos se cruzaron. Así que, hizo lo único que se le ocurriría jamás a Rick Salazar en aquellas situaciones.

Hinchó los pulmones de aire, y gritó a través del pasillo.- ¡Eh!¡FREYAA!
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Mensaje  Kithas Vie Sep 13, 2013 8:54 pm

¿Qué le había pasado? Pensaba la joven mientras aguantaba sentada en una silla. Unas mujeres más mayores la examinaban de distintas formas, y no todas ellas físicas.- ¿Por..qué se está metiendo en mi mente?- Preguntó vagamente, más haciéndole constar a la mujer vestida de traje que conocía lo que intentaba hacer, que esperando una respuesta. Ella lo supo y no contestó, pero sí lo hizo la otra mujer, la que tenía piel algo más oscura.- Sólo estamos mirando a ver si tienes algún problema, vale?- Le dijo sonriéndole, aunque ella sólo cerró los ojos. Se sentía agotada, como si hubiera pasado el día entero andando. Y, lo peor… Era que no sabía si lo había hecho. No sabía nada.
Ahora estaba andando por un pasillo. Había más gente. Gente con batas, gente con sillas de ruedas. ¿Dónde estaba?¿Quién la había metido allí? La oscuridad de su mente permanecía insondable a sus preguntas, y se limitaba a seguir los pasos de su captora (o salvadora, o profesora, o doctora, o madre…) a donde quiera que ésta la llevase. No podía hacer nada más. No podía…
- ¡Eh!¡FREYAA!
Freya abrió os ojos, dirigiendo la mirada, al igual que todos los que se encontraban en el pasillo (sus dos acompañantes incluidas) al chico de pelo negro y ojos rojizos que la miraba fijamente. Tendría su edad, y, más allá de sus ojos, que aunaban lo diabólico del rojo con una mirada inteligente y amistosa, no había nada que le permitiese destacar, aparte del grito que acababa de pegar. Ese grito.
Freya. El nombre la golpeó como un martillo, dejándola sin aliento. Freya. El nombre se abrió camino hasta su corazón como si fuera una bala, y allí floreció.
Freya.
Ella era Freya.
Y él… Era Rick. Sus memorias habían vuelto.


- ¿Y dices que hubo una explosión justo al amanecer?- Dijo ella, apoyándose en el dintel de la puerta de la habitación del Salazar, acompañada por la analista del FBI Amanda Bynes, y por los dos Salazar, padre e hijo. A pesar de que había recuperado la mayor parte de sus recuerdos, y, con ellos, su personalidad, su memoria aún tenía grandes lagunas. Por ejemplo, y, aunque tratase de no pensar en ello demasiado, no recordaba quienes eran sus padres, y por mucho que Gabriel se los describiera, nombrara o enseñara en fotos, sabía que se estaba equivocando. Con ello había desparecido su memoria de lo que había hecho la última noche. Sí, recordaba el rato con Rick, pero no en el momento en el que se separó del grupo su mente caía a un abismo sin fondo. No conseguía recuperar nada, y tras mucho sudar, la mujer del FBI se resignó. No podía hacer gran cosa. Estaba bloqueada. Así que, a petición de la misma Freya, y a falta de otra cosa que hacer (La Sra. Bynes no quería dejarla sola si volvía la amnesia), estaban viendo otra vez los sucesos, tratando de sacar algo más del asunto.
- La policía probablemente ya habría detenido a los vándalos… Así que lo más probable es que uno de ellos no hubiera sido inhibido correctamente…- Dijo, colocándose la mano en la barbilla-… o que alguien les ayudase desde fuera. Un refuerzo. Y yo me inclinaría por la segunda opción si su líder es tan listo como decís.- Freya intentó evitar hablar del asunto de la madre de Rick, aunque precisamente esto era lo que más les preocupaba, y seguían estando pensativos. Frey aún no había recuperado su poder, pero aún así podía detectar que ambos dudaban. ¿Acaso su madre tendría intenciones ocultas?¿Qué habría tenido que ver con la explosión? Gabriel, además, tenía algo en mente. ¿Acaso habría…? Pero no. Ella ya tenía suficientes problemas con sus propios progenitores, de momento desconocidos, como para meterse en medio de otras familias disfuncionales.
Sin embargo, y aún en su preocupación, Salazar padre seguía siendo un hombre de negocios, y un ayudante con traje llegó en ese momento y le susurró algo al oído, ante lo cual frunció el ceño y miró al ayudante, para luego volver la mirada a su hijo.- Ricardo, hijo, tengo que ausentarme para hacer un par de llamadas, ¿de acuerdo? No tardaré.- Él asintió.- Está bien, papá, total, ya estoy con Freya así que no me quedaré sólo.- Ella arqueó una ceja. ¿A qué venían repentinamente tantas confianzas? Su padre asintió sin pensarlo mucho, y se fue, dejándolos solos con sus pensamientos, ya que la Sra. Bynes también se había marchado a otra parte (a fin de cuentas, era del FBI y tenía más casos en los que ayudar).
- ¿”Ya estoy con Freya”?- Dijo está poniendo los brazos en jarras, y él se encogió de hombros, sentándose en su cama. Seguramente ese mismo día le darían el alta, ya que su ingreso había solo para dejarlo en observación tras su estancia en la cabina de recuperación, y él se sentía ya como una rosa.- ¿Qué pasa?- Una inocente sonrisa asomó a sus labios.- ¿Acaso me dejarías solo?
- Ritchie Rich, no sé cómo crees exactamente que funciona mi amnesia… Pero te aseguro que aún recuerdo exactamente cada uno de los tejemanejes que utilizas para hacerte con las chicas… y ninguno funcionará conmigo.- El chico se encogió de hombros, como diciendo “había que intentarlo”, sin dejar caer la sonrisa.- En fin, supongo que sigues siendo la misma Freya…- Ella se sentó en la cama de al lado, frente a él.- ¿Y no sabes si llegaste bien a casa? Qué extraño… A lo mejor la explosión te hizo algún daño o algo…
- Hasta donde recuerdo del día de hoy, estaba intacta. Y tú dices que ya llevaba esta ropa ayer, así que lo veo improbable. Sé que es otra cosa… Algo relacionado con mis padres. Dios, si sólo supiera quienes son…- se llevó las manos a la cara, respirando agitadamente. Rick iba a decir algo, pero aún tras las manos, ella le cortó.- No, Rick, no creo a tu padre… A esos tipos no los había visto en mi vida… Si solo…- Él volvió a hacerse con la conversación, colocando una mano en su hombro.- Frey.- Ante su nombre, que el chico había pronunciado sin levantar la voz y pausadamente, como para enseñárselo de nuevo y demostrarle quién era ella, la adolescente se descubrió el rostro, para encontrar el de Rick a unos palmos del suyo, con sus ojos rojizos dándole un aire tranquilizador.- No pasa nada, ¿verdad? De momento, estás bien, y sana. Si de momento no recuerdas a tus padres, no tienes por qué tener su falta. Lo que tienes que hacer es seguir adelante hasta que puedas hacerlo, ¿verdad? Tienes que abrirte paso, y, si surge la oportunidad de regresar a tu casa con tu familia, aprovecharla.- Ella pestañeó. ¿Sería aquella otra de las tretas de Rich para camelarse a las chicas?- Pero, en el caso de que no ocurra, no puedes pasarte la vida entera llorando por no hacerlo. Tienes que aprender a vivir por ti misma, y si las cosas mejoran, al menos ya sabes hacerlo para la próxima vez. Y anima esa cara, ¿vale? No estás sola… Tienes un amigo.
La sonrisa con la que Rick terminó su “discurso”, por alguna razón, molestó a Frey, que le dio la espalda bruscamente, apartando la cara.- Deja de intentar entender cómo me siento, Rick… No soy como tú, no soy humana… Y estoy sola. No creas que alguien puede considerarse mi amigo sólo por encontrarse conmigo fuera de la Academia. Si fuera así, sería amiga de la mitad de los criminales de poca monta de la ciudad. No sabes cómo soy. Nadie lo sabe.- “Ni siquiera yo”, pensó con amargura.
Un largo silencio siguió a su dura réplica, un silencio en el que ella no se volvió y Rick no hizo intentos por hablar con ella. Un silencio duro en el que Freya intentaba por todos los medios no perder su dignidad y su imagen.
- Siento lo que le está pasando a tu madre.
- Y yo.
- Tal vez deberíamos buscar. Conozco un par de soplones que fijo que me dirían algo si les aprieto las tuercas.
- Tal vez.
- ¿Puedes ir a investigar saliendo del hospital?
- ¿Puedes tú?
Ella siguió mirándole, aún con la cabeza girada hacia él.- Sabes, estoy pensando en que esta noche me mantengan en “observación”. Ya sabes, para ver cómo mejoro de la amnesia y eso.- Confuso, Rick arqueó una ceja y Frey se dio la vuelta del todo.- Ya sabes, no tengo… No tengo lugar al que ir.- En su fuero interno, Rick lo sabía. Sabía lo que iba a pasar, pero su propia forma de ser, le traicionó.- Mi casa es grande, ya sabes. Si quieres, puedes venirte con nosotros.
Lo había hecho. Pero no había podido evitarlo, y ella se volvió, con una sonrisa peligrosa y suavizando la voz.- ¿Me estás invitando a tu casa, Richie? Sabes que me las puedo arreglar aquí perfectamente… ¿No será…- Alguien la agarró de la muñeca, y ella enmudeció, liberando a Rick de la encrucijada en la que estaba a punto de colocarlo Frey. Anna Salazar había despertado.- Uhh… ahhh- Su respiración aún era dificultosa, y su cara no había abandonado ese color ceniciento. Aún no estaba bien, y Rick se lanzó hacia ella para ayudarla.- Tía Anna, tranquila. Hubo una explosión, pero ya estás a salvo…- Ella sonrió y le acarició la mejilla.- Ya sé… Rick, tu padre… Dile…
Gabriel entró en la habitación en ese momento, apretando con la mano el dispositivo de su invención con el que el propio aparato que pitaba a intervalos regulares junto a la cama de Anna avisaba a los familiares si el herido recobraba la consciencia o tenía algún problema.- Anna, ya estoy aquí. Vosotros estáis bien, habéis tenido suerte, pero Hikari… Hikari…- Ella alargó la mano y Freya le puso su chaqueta al alcance, de la cual agarró algo que le puso en la mano a su hermano, que estaba a su lado. Éste lo agarró y estiró, encontrándose con una foto, algo chamuscada, de un artículo viejo de periódico. Estaba bastante gastado por el uso, a pesar de lo cual había dos cosas que se veían con bastante claridad: La foto de un hombre joven de pelo negro, que parecía hecha sobre la marcha o de improviso ya que estaba un poco movida, y la palabra Lux. Gabriel frunció el ceño.- No…
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