Gatos encerrados

Tokyo, Japón

en la zona de negocios de Tokyo, barrio de Shinjuku, los rascacielos ocultan en sol. Complejos hoteleros, centros comerciales, oficinas... Con una población flotante de más de medio millón de personas, su visita es obligada para cualquier extranjero que pase por Tokyo.


En uno de los rascacielos, el edificio Edén de la corporación con el mismo nombre, en lo alto, un helicóptero desciende, aterrizando ruidosamente.

El paajero, un importante científico de la organización, ha sido transportado de incógnito desde la mismísima Nairobi, alternando distintos medios de transporte, y por fin ha llegado a su destino.

Los superiores de Edén en Tokyo, avisados de su llegada, no se han hecho de rogar, y le han asignado una escolta: La contratista Anna Ignoti.

Cuando la rubia abriera la puerta de la azotea, observaría el helicóptero, cuyas aspas se ralentizarían lentamente. Las compuertas se abrieron, mostrando un hombre algo encorvado y con un traje viejo, pero cuyos rasgos más llamativos eran el inmenso bigote y los raquíticos anteojos.


Llevaba un maletín pequeño en la mano, y tras él, unos empleados con trajes negros bajaron dos contenedores de alta tecnología.

- Tened cuidado con lo que hacéis... Esos ejemplares experimentales valen una fortuna.- Dijo el hombre con una voz cascada. Después se acercó a Anna y le tendió la mano.- Soy Wirus. Si tocas este maletín sin mi permiso te mataré, sin importar lo fuerte que seas. Llévame a los laboratorios que voy a usar.- Les hizo una seña a los otros hombres para que llevasen los otros contenedores tras de sí.- No es que me importen las vidas de los ejemplares infantiles de ahí... pero las reacciones que se han dado y las operaciones son muy precisas y se echaría a perder mucho trabajo a perder como a alguno de vosotros se os ocurra tener un desliz. Vamos.

Pff mas trabajo. Si, era cuestión de tiempo habiendo tenido ya tantos días para hacer de las mías. El ínterin solo suponía el devenir de una nueva y complicada misión...Con lo que me gustan esas...
Honestamente, soy una contratista muy poco ortodoxa y eficiente sin embargo, por lo que, por más que trate de huir de las cosas complicadas, ellas llegan a mí una tras otra...

Y este viejo decrepito tenía toda la pinta de ser una de esas tareas difíciles solo por el hecho de tener que aguantarle.

Resulta realmente increíble que nosotros, los contratistas, nos veamos rebajados a esto. Recibir esta clase de trato es denigrante, pero incluso nosotros necesitamos comer y subsistir de algún modo. Y dicen por ahí que nuestra racionalidad nos hace la vida mas sencilla...

Ya, claro…Emociones suprimidas por nuestro juicio racional...ese que en este mismo momento debería hacer más llevadero el tener que tragarme el fastidio, hacer más llevadero el hecho estrechar la mano del viejo y evitar matarlo en menos de lo que le toma pestañear...
Suelo preguntarme si en verdad es racional el dejar tratarme así. De momento, lo único lógico en todo esto es mi subsistencia y la promesa de "un mundo mejor para los contratistas", segun dicen los de Edén.

Soy consciente de nuestra minoría, y obviamente habrá sacrificios por ambas partes... Al menos, no he tenido que matar a mis hermanos...sin antes tratar de ser asesinada por parte de ellos.

En fin, el caso es algo complicado, y como ya dije, no me agradan esa clase de cosas. He de seguir adelante, por ahora, agachando la cabeza, ya tendremos nuestro momento de gloria, de ello estoy segura.

Así, sin más, sonrío a medio lado para el viejo, una vez finalizado el apretón de manos.- Por supuesto señor. Por favor, sígame.- Finalizo, girando sobre mis talones, dispuesta a guiarlo a través del laberintico complejo lo más rápido posible, con afán por quitármelo de encima.

Según entraban en el edificio, el hombre pareció sonreír tras su poblado bigote.- Deja las formalidades y cortesías para otros, niña. Soy un contratista, al igual que tú. Venga, meted esos contenedores de una vez.

Caminaron por el laberíntico complejo de instalaciones verticales en silencio la mayor parte del camino. A mitad, ante una puerta de acero, dos operarios propios de la base de Tokyo interceptaron a los de color gris, que habían llegado en el helicóptero, y se ofrecieron a guiarlos con los contenedores, por lo que Wirus y Anna quedaron solos, caminando y usando ascensores.

El viejo, en un momento dado, decidió que era el momento de hablar.

- ¿Tú eres Biondi, verdad? De la Interpol.

-Biondi, Liaza, Anna, Annie.- Sonreí altiva y sarcástica...aprovechando que iba unos pasos delante del viejo…- Me honra saberme de su interés.- Y callé, tranquila, sumisa, como a quien, en el fondo, no le interesa la cosa y efectivamente, no me interesaba. Nuestro querido científico había demostrado ya ser un gran pedante, por muy contratista que fuera. Y yo, pues yo ya había demostrado que me pasaba su autoridad por el ccc...bueno, ya entienden. La cuestión es que el viejo no me cae bien y al parecer yo no le caigo bien a él, estoy haciendo mi trabajo y mientras más pronto me deshaga de él, mejor. En fin. Punto y aparte y llegamos al dichoso laboratorio.

Puertas de acero reforzado, lucecitas titilantes por aquí y por allá de un sistema de seguridad de lo mas avanzadísimo... hasta había un guardia armado en la puerta que no estaba la última vez que pase por aquí. Vaya, todo señalaba a que la fiesta que montarían allí para el viejo seria épica

Me hice un lado y cedí el paso a su persona, agachando la cabeza en la típica reverencia nipona mientras pronunciaba solemnemente; - Su biométrica ya ha sido añadida al sistema de seguridad, disponga del complejo como guste.

Wirus pasó al interior de la estancia, donde ya lo esperaba otro hombre, uno de los de arriba en Tokio, de los importantes. Al parecer Wirus tenía un gran club de fans... O es que ya empezaba el trabajo. Sin embargo se volvió hacia Anna una última vez.- Oye, niña, ahora lo recuerdo, tú eres esa "Cazadora" de la que tanto se habla, no?- Alzó el pulgar de su delgada mano.- Buen trabajo.

La conversación volvió a los dos hombres, y parecía que por fin Anna tenía permiso para irse, pero sin embargo antes de que se cerrase la puerta tras ella Wirus volvió a reclamarla.- Oye, me gustaría empezar ya el trabajo... ¿Por qué no me llevas hasta las jaulas de contención de abajo?- Sin embargo, el otro hombre entrecerró los ojos.- Discúlpeme, señor Wirus... Este complejo tiene una gran cantidad de pasadizos y me temo que nuestra agente aún se está habituando... No creo que pueda conducirle hasta las jaulas. Puedes irte.- Pensé que al ser la cazadora...- La puerta ser cerró a espaldas de la contratista.

Era la hora del almuerzo, y los diversos trabajadores iban por los pasillos hacia las áreas designadas para comer el almuerzo con sus amigos y compañeros de empresa.

¿Jaulas?

-Le pillaron consumiendo, fue una encerrona...
-Mañana cojo una escopeta y voy al monte. A ver si me cobro una buena pieza.
- Me han dicho que su marido está entre rejas...
- ¿Cómo que no habías ido? Te he cazado...
- No seas tan impulsivo hombre, contente un poco.
- Es un ignorante, no sabe ni dónde está Chile.
- Tengo que terminar el experimento de la dos...
- Chica, a tu edad, ya tienes que cazar un buen marido. A ver si te lo atrapamos.

Pasando alrededor de Anna, los trabajadores iban uno tras otro hacia los comedores, sin saber cómo contribuían sus comentarios inocentes al comentario que había dejado caer Wirus, quizás no tan inocente. Porque Anna no había oído hablar de tales jaulas, y menos abajo. Parecía ser que, aún Edén, tenía secretos que esconder.

Asentí ligeramente a modo de agradecimiento por el “cumplido”, del viejo. No me sorprendió en lo absoluto, a los de Edén les agradaba inflar mi ego, y a mi me agradaba que lo hicieran. Así que sonreí a medio lado y gire dispuesta a irme…haaaasta que me oí llamar otra vez, por lo que gire mis talones, con las manos dentro de los bolsillos de la chaqueta mientras procesaba la charlita del par de tíos con bata de farmacéutico.

Y les digo, si las miradas matasen, ellos ya estarían tres metros bajo tierra, pues mis ojos se afinaron con tal sagacidad y el impulso de abalanzarme sobre el tío que me “daba permiso” para retirarme fueron tales que aun mientras estaba en la cafetería, escuchando el blah blah pericioso, me sorprendí a mi misma con una muestra de autocontrol, donde comprendí finalmente para lo que servía el “juicio racional”.

Si, lo más racional en esta instancia consiste en mantener un perfil bajo, responsable y dispuesto para con la “empresa”, subir escalones hasta conseguir información sobre las “jaulas” y los tíos por los que me envían y sobre ese viejo…y si eso no funcionaba, siempre podría amenazar con hacer rodar unas cabezas. Y si, ya pensaría mi plan con más calma luego, primero a comer.

Di un gran bocado a mi sándwich y deje que mi racionalidad actuase, librándome así de las preocupaciones.

El tiempo pasaba mientras las ideas seguían rondando la cabeza de la joven contratista. ¿Jaulas? ¿Abajo? Nunca había oído hablar de semejantes jaulas, y, aunque como contratista no tenía ninguna razón para preocuparse, seguramente tampoco le gustase ser manipulada.

Puede que todos estos pensamientos pasaran por la mente de Anna, sin embargo fueron interrumpidos por un estruendo que, desde abajo, había hecho temblar toda la estructura. La gente se miró, desconcertada, y un segundo después, las pantallas de las paredes se encendieron con una luz roja que ponía "ALARMA", y todos los empleados, obviamente asustados pero manteniendo el pragmatismo y la calma propia de los japoneses (Ayudada por la voz que clamaba por los altavoces "por favor, diríjanse a la sección asignada para su seguridad"), empezaron a moverse.

Tenía que ser un accidente... Nadie era tan estúpido como para intentar atacar Edén.

Me incorpore y procedí a alejarme junto con el resto del gentío, llevando junto conmigo el sándwich y guardándome los refunfuños para después. Mientras pudiera acabar con mi condenado almuerzo, en la relativa paz que se puede respirar luego de que algo sacude tu edificio, todo estaría bien. Después de todo, solo debía de ser algún seísmo de esos que se dan siempre en Japón, o al menos eso explicaron.

Si bien he viajado a varias partes del globo nunca me he encontrado con algo como esto pero, que de no ser un evento causado por las fallas geológicas...uhmm…No, no, definitivamente, nadie puede ser tan estúpido como para atacar Edén, y si alguien fuera tan estúpido como para intentarlo, quisiera creer que no es un contratista, es decir, los humanos son susceptibles a cometer actos que desafían la lógica, por ser tamañas idioteces o según dicen ellos; "muestras de valor". Supongo que son simples sinónimos para actos irracionales, en los cuales, a largo de la historia, han demostrado ser capaces de caer...y volver a caer...y darse nuevamente contra el suelo hasta que solo queda el recuerdo de sus heroicas hazañas. Bueno, eso si salen vivos, porque si no, pues...Aish, ya me entienden, la cuestión aquí es que no puede ser un contratista ¿o sí? el solo considerarlo es un acto que desafía nuestra racionalidad nata, ni siquiera yo soy capaz de concebir la idea de enfrentarme a tamaña organización. Por supuesto, yo soy parte de sus filas y conozco su poderío, pero además proyectan una imagen imponente ante el mundo, por lo que la sola idea es, es, es simplemente impensable el oponérseles...Y...Bueno, demonios, ya perdí el camino. ¿¡Donde diablos se supone que encuentre un lugar seguro si todas las luces titilan en rojo?! Claro, solo porque no puedo morir aplastada no me asignaron a ninguna “sección segura”, ¡y ni siquiera me mostraron los planos del edificio así que ahora no de donde mier.. están las salidas de emergencias!

Aish.

En fin, sin saber hacia dónde mas dirigirme permanecí allí, en la intersección de tres amplios corredores, terminando a grandes bocados mi almuerzo mientras otra sacudida pues, sacudía el edificio.

Según la gente se iba moviendo hacia las zonas seguras, Anna, que no tenía una Zona Segura designada, no pudo hacer otra cosa sino quedarse allí. Paulatinamente los bancos se fueron quedando vacíos, al igual que las mesas, en las que sólo quedaban algunos platos de los más retrasados, a medio comer, y prácticamente nadie.

Repentinamente, otro temblor volvió a sacudir el edificio. La alarma seguía sonando, los temblores se sucedían uno tras otro y el edificio parecía que se estaba debilitando (aunque no hubiera visto nunca las plantas del sótano, era de suponer que sus cimientos fueran muy fuertes), y, en todo aquél jaleo silencioso, nadie tenía la consideración de comunicarse con ella ni decirle qué estaba pasando. Tal vez, pensaran que, al ser una contratista, no se preocuparía y simplemente esperaría a que terminaran los temblores, pero... ¿No incluía su contrato una cláusula en la que decía que, si algo hacía peligrar la organización lucharía bajo el mando de sus superiores?

Sea como fuere, Anna pudo terminarse su sandwich tranquilamente, y entonces fue cuando miró hacia el lado opuesto del gran comedor, y se fijó en los ventanales que había en la siguiente sala.

Y, procedente de abajo, una luz muy extraña iluminaba intermitente el techo del ventanal, una luz que estaba sincronizada con los temblores. ¿Qué estaba ocurriendo realmente allí abajo?¿Y por qué nadie le decía nada?

Sonreí pesadamente, o al menos, pesadamente para mí, porque estoy segura que nadie puede diferenciar las distintas clases de sonrisa que posee un contratista, así como es posible el que nadie sea capaz de comprender los motivos por los que actúan, al menos, los contratistas que parecen tener metas propias.
En cualquier caso, ahí estaba yo, viendo como esa luz celestina iluminaba el ventanal a la vez que todo el edificio se sacudía. Si no estaba calculando mal, la estructura se encontraba cerca de colapsar y a todo esto, creo que hay clausulas en mi contrato que me obligan a proteger a la organización… o algo así.

Suspiré fastidiada, o tal vez indignada al ver a un contratista hacer algo tan estúpido, tan humano. Giré sobre mí misma, con las manos en los bolsillos, y camine tranquilamente en busca de alguna escalera que me permitiera bajar. Los ascensores estaban fuera de servicio, saltar por la ventana provocaría la ruptura del 87% de mis huesos, y esos idiotas de Edén se lo merecían por no alertarme a tiempo. ¡Mierda, si para algo se inventaron los móviles!
Y quizá, solo quizá, si ese rayo era tan potente como para atravesar varias capas de blindaje (todos los sótanos súper secretos están blindados), podría ver las supuestas jaulas.

Así que, tardarme un poco no haría ningún daño, bueno, no más del necesario.

En su búsqueda por una bajada, Anna fue logrando encontrar escaleras, que, piso a piso iban bajando, unas aquí, otras allá, hasta que llegó un momento en el que se topó con que las escaleras habían sido cerradas. Sin más. Sabía que allí había unas escaleras que bajaban a los pisos bajos, sin embargo, por alguna razón la trampilla estaba cerrada. Y ella atrapada en la torre.

Ya faltaba tan poco para llegar, casi podía oír los disparos, y el estruendo del blindaje de la torre cayendo junto con sus defensas. Algo ocurría ahí fuera, pero, por alguna razón, alguien no quería que ella bajara.

Por suerte, no todos eran de la misma opinión. Una voz conocida surgió a unos metros a su espalda.- Vaya... Creo que alguien no quiere que luchemos, eh, cazadora?- Del revés, Wirus la observaba con aire divertido. Parecía tener sus largas manos sujetas a una especie de cordón, como cierto superhéroe lanzarredes de los cómics de años atrás.

- Como tú, también quiero bajar, creo que es absurdo que nos lo nieguen... Además, tengo mucho interés en ver las jaulas, y creo que tú también deberías hacerlo... Me da que no tienes ni idea de lo que hablo, y esa es precisamente la razón. En fin, ¿quieres bajar y enfrentarte a los intrusos?

Ese viejo comenzaba a fastidiarme, apareciendo de la nada como en el momento exacto, cuando me topo con estas escaleras clausuradas. Ja! demasiado conveniente. Apuesto a que me ha estado siguiendo todo este tiempo, y esos aires de sabelotodo que se da no a ayudan a tolerarlo. Fruncí el entrecejo ligeramente, dándole aun la espalda mientras cavilaba unos segundos. Si, el viejo era fastidioso, pero de momento era la opción mas conveniente. Si, bajar la cabeza un rato y seguirlo, un par de cosas debería ser capaz de descubrir. Aunque por otro lado, esa manía que parecía tener por divertirse a costa mía, me hacía pensar que, quizá, por alguna razón, el que yo "supiera de lo que habla", le daría buenas dosis de ella.

Algo no pintaba bien por parte de Edén, ni por parte de este tipo.

-Adelante.- Fue mi última palabra antes de de que el destello rojizo inundara mis ojos, y una capa de metal platinado recubriera mi piel.-Solo una cosa más, “hombre araña”.- Dije, volteando finalmente hacia el viejo.-Asegúrate de traer mi bazooka.- Sonreí a medio lado y comencé a moverme hacia la sección donde la estructura comenzaba a ceder, quizá el blindaje aun no había logrado ser penetrado, pero unas cuantas paredes del edificio ya estaban hechas escombros, y en cualquier momento el piso en el que nos encontrábamos caerá con ellas, dándome el primer plano del ..."contratista"... que atacaba Edén...que estúpidamente atacaba Edén.

Con aire divertido- Y Anna habría podido jurar que una sonrisa-, el barbudo desapareció de nuevo edificio arriba, directo a hacer su parte, y, de seguro, a aparecer en el momento menos apropiado.

La estructura comenzaba a ceder por la parte oeste, por donde los destellos eran acompañados de fuertes temblores. Agrietándose, la estructura no aguantaría mucho más, y fue una suerte que la contratista utilizara su poder, porque unos instantes después, el suelo se vino abajo.

La caída, que transcurrió como a cámara lenta, le dio una buena perspectiva de la situación: Entre los escombros, los hombres de Edén tenían una especie de cañón, un arma de gran potencia que no cesaban de disparar contra su objetivo, un objeto cristalino azulado que no cesaba de cambiar.

Tras él se encontraban dos hombres, cuya radiación Lancelot denotaba su condición de Contratistas

Los disparos, dirigidos hacia ellos, no llegaban ya que, entre ellos dos, formaban un equipo interesante que había sido elegido obviamente para esa situación, como el intelecto de la muchacha y su experiencia le daban a entender.

Uno de ellos al parecer manipulaba los prismas cristalinos, mientras el otro, de cara a los agentes y con los brazos extendidos, era el responsable del campo de fuerza en forma de hexágonos concéntricos que los protegía.

Y entonces, Anna entendió el por qué de los destellos.

Inicialmente en forma de octógono, el prisma cristalino comenzó a cambiar de una forma espectacular. Y, tras converger una especie de energía en su centro, disparó.

La energía despedida por el disparo fue abrumadora, cegándola y despegándola del suelo al que ya había caído. Gracias a su poder estaba sana y salva, pero habiéndose incrustado en el blindaje del Eje central del Edificio de Eden por fin se daba cuenta de cuán peligrosos eran sus adversarios.


Edit: No creo que sea necesario, pero una idea del enemigo:

Spoiler: