El Ballet de las Estrellas

Cogí el casco y me lo puse como mejor pude. No recordaba que estos trastos fueran por medidas… Creo que ni si quiera lo supe nunca. Lo ajusté, me subí a la moto y no pude hacer más que agarrarme a Bunker y esperar a que llegásemos a donde quería llevarme. Y no esperé menos, por supuesto. Durante el trayecto, no me fijaba en nada en especial, ni si quiera me preocupé en cubrirme las espaldas, ya que el hecho de ser la única luz potente en aquella oscuridad casi total, daba una notable ventaja en comparación con aquellas simples personas.
A lo largo de todo el camino, desde que salimos de la calle del teatro hasta que nos sentamos en la mesa, me mantuve callada. No creí conveniente tener que decir nada, ya que lo había dicho todo antes, mientras corríamos. Supongo que después de todo, al estar en lo que él consideraría seguro, procedería a relatar y a explicar.

'‘Sindicato’'. Había oído hablar de él. Puede que a mi padre, pero como siempre, no dejaba que me metiera en asuntos que no me incumbían. Me ofrecía la oportunidad de unirme a ellos, no sabía por qué, pero desde la llamada de teléfono en la hamburguesería me dio esa impresión, si alguien pregunta, sí, era sarcasmo. Viéndolo de otra manera, tenía razón. Es decir, no existía la posibilidad de volver con la compañía, ya que era más que evidente que podrían rastrear mis pasos y sería, casi seguro, un camino rápido hacia la muerte. Por otro lado, no tenía porqué pertenecer a alguna organización o lo que se denominaran ellos, no tenía por qué ser sinónimo de dependencia, sería algo parecido a lo que hacía en la compañía. Era la primera vez en mucho tiempo, que me cuestiono una decisión.

-Necesito ir al servicio, ¿podrías decirme dónde está? Por favor.- Comenté nada más Bunker terminar de hablar. No me había acordado, se me había olvidado por qué quería llegar rápido, la compensación. Cerré los ojos y mientras esperaba a una respuesta positiva, los abría lentamente.

Bunker asintió secamente mientras miraba distraidamente por la ventana, y señaló vagamente una puerta en la esquina del local.

La gente de allí era tranquila, la cafetería estaba bastante silenciosa a esas horas. Había dos hombres con traje, que, según Arciel se iba, la siguieron con la mirada. Agentes del Sindicato, pensó Bunker. En realidad aquella zona la controlaban ellos bastante bien.
Era un buen lugar, Moscú, se habían acomodado allí hacía apenas un mes y no parecían tener intención de moverse. Aquél edificio de finanzas y "empleos varios" era una sede perfecta para la organización (encubierto bajo un cartel de una empresa de seguros) y los agentes campaban a sus anchas por aquél edificio, que tenía incluso hotel, restaurante y centro comercial en las plantas inferiores. Sin embargo él había preferido uno de los pisos que tenían en los alrededores, un lugar en el que no sentir la presión de la organización y poder pensar con tranquilidad.

Sus pensamientos volvieron a la contratista rusa. Una decisión racional sería, obviamente, aceptar la oferta. De hecho aquella situación había sido un poco forzada (esperando a que ocurriera) para que no pudiera echarse atrás. Puede que sus métodos no fueran muy "justos" ni ortodoxos, pero eran contratistas, y esa forma era su forma de actuar.

Y por eso creyó que la chica aceptaría.

Cuando el camarero se acercó a retirar lo que había servido, susurró algo sobre una naranja. Poco después, con la fruta sobre el plato, sonrió mientras le quitaba el cáliz verde y comenzaba a cortarla por la mitad con el cuchillo. Un postre perfecto para una velada interesante.

Dirigí la mirada hasta la puerta que el hombre había señalado, y seguidamente me levanté despacio para caminar hasta dicha puerta. Entré, y busqué el aseo de señoras. Había algo que jamás había comprendido y aun me sigue pareciendo estúpido, ¿por qué una puerta que lleva a una sala que se divide con dos puertas? Entré en la puerta que tenía el cartel característico del aseo de mujeres y cerré la puerta con llave.

Toqué el suelo, estaba frío, y más frío iba a estar ahora. Poco a poco me fui quitando el calzado, mientras tanto pensaba en qué hacer o decir al contratista que me había ofrecido un hueco en el Sindicato. Ya lo había mencionado antes mentalmente, pero no quiero es que no tenía ninguna gana de ello, irónicamente, me gustaba la vida en la compañía de ballet, pero como dijo Bunker, ya no podría volver, sería muy fácil dar conmigo y eso no me convenía para nada. Me había sentado en el inodoro para terminar de quitarme la otra bota. Ya estaba descalza, coloqué el par de zapatos a un lado y me coloqué delante de la puerta, apoyada.
Salí algo así como dos minutos más tarde de terminar mi compensación y, aunque pareciera un poco estúpido hacerlo en el baño, no iba a hacerlo en medio de la cafetería, no resultaría agradable a la vista de muchos… Más tarde recordé que tenía el abrigo desabrochado y me lo abotoné, después de lo que había hecho y aun más después de haber corrido (con riesgo inevitable de haber sudado) podía coger un resfriado si es que no era seguro ya. Caminando despacio, tal como me había ido, me volví a sentar en la silla, justo delante de Bunker. Y aun seguía pensando, debía dejar de comerme la cabeza, aunque eso era prácticamente imposible.

-Sabes exponer muy bien los problemas que comprende el hecho de no quedarme con vosotros. Y aunque me fastidie, tienes razón, no podría quedarme por aquí demasiado tiempo, o puede que ni si quiera eso. Tengo que darte la gracias por haber retrasado mi asesinato, solo espero que la próxima vez no me pille desprevenida…- Comenté casi al aire, aunque era de suponer que aquel hombre me escucharía.- Está bien.

Bunker se terminó la naranja justo cuando la chica acabó de hablar, dejando las pieles, triangulares y curvadas, amontonadas meticulosamente en dos torres, una para cada mitad de la naranja, y, en una de ellas, la más estable, la pequeña pieza verde del cáliz de la naranja.

Así que aceptaba. Normal. Una decisión propia de una contratista.

Colocó la servilleta a un lado antes de hablar, sin prisa, y acto seguido juntó las yemas de los dedos.

- Me alegro de que aceptes... opino que tienes unas habilidades muy útiles que sería una pena que se perdieran.
A continuación, sacó el móvil de nuevo y miró una cosa antes de seguir hablando.- Ahora mismo nos quedaremos en Moscú un tiempo más, al menos nuestra división. Hay una serie de miembros de Pandora que, tras el escándalo con Hell's Gate, huyeron hacia aquí, y ahora estamos atrapándolos para hacer que respondan de su intento de genocidio. Y tu conocimiento de la ciudad también podría sernos de ayuda, aunque claro, supongo que los de arriba respetarán tus preferencias en cierto grado. Piénsalo. Por ahora... Chicos, llevadla a donde va a dormir y dadle uno de los trajes de combate de choque.

En realidad los científicos de Pandora, aunque importantes, eran una amenaza cada vez menor frente al fantasma que se empezaba a vislumbrar en el este. El fantasma del odio.