El Doll que soñaba con el arte

Tokyo

El muro de la Hell's Gate se dibujaba contra el horizonte de la ciudad, el sol ya se ponía y empezaba la vida nocturna.

Puede que los investigadores más punteros se hubiesen desplazado a la nueva puerta de Nairobi, pero desde luego la Hell's Gate aún seguía allí y los negocios con material de la puerta todavía florecían en los bajos fondos. Así como negocios turbios, como en el que en ese mismo momento se estaba dando en un sótano a las afueras de la ciudad. Pasando la puerta trasera del bareto de mala muerte y siguiendo las escaleras cerradas con llave, había otra puerta cerrada que daba a un pasillo con guardias. Después de este pasillo había una entrada con un detector de metales y dos guardias más, y más allá, una amplia sala con algunas mesas y sillas. Un hombre se encontraba sentado en una se estas sillas, con los pies apoyados en una gran caja de madera, mientras oía cómo su cliente entraba.
El detector de metales pitó, obviamente, y la mujer abrió la chaqueta para dejar que le quitaran la pistola, por "seguridad". Era mejor hacerlo así, nadie se creería que iban a ir desarmados a un encuentro así. Sin embargo, su guardaespaldas pasó con el arma a la vista, de todas formas era su trabajo. La colocó en una bandeja y pasó por el detector de metal.
- Bien... Tengo entendido que tiene algo para mí... ¿no es así?- Dijo la mujer con voz fría.
El contratista sentado sonrió.

No hay nada más que obscuridad en su alma y en su vista... Encerrado en un cubo, no podía hacer más que esperar un milagro o que el universo tuviese compasión de él por lo menos una sola vez. La vida se lo ha quitado todo: su familia, su amor, su humanidad… ¿Acaso su existencia valía algo?... Pues sí, sí que valía millones, y era precisamente por eso que esperaba en una caja a ser vendido al mejor postor.

-Hikusu… Hi-kusu…- murmuraba una y otra vez mientras rápidos flashbacks invadían su cabeza. En sus recuerdos había sangre y un grito de dolor por parte de su amado. Ya casi se completaba una semana desde aquella terrible noche en la que Hikusu había sido asesinado delante de su amado doll y sin embargo, éste no quería aceptar la realidad negándose a sí mismo la posibilidad de que el artista que le daba vida estaba muerto.

¿Qué sería entonces de esta pobre marioneta sin quien lo cuidase?... Tal vez le esperaban tristes sumisiones, a menos, que en algún lugar de Tokyo hubiese alguien que lo pudiera rescatar. ¿Pero quién?

- Claro que te lo daré, mujer. Para eso estoy aquí esperando, ¿no?- Dijo el contratista socarronamente. Se quitó el sombrero vaquero que llevaba puesto, que combinaba con el resto de su vestimenta, y tomó una palanca, indicándole al matón que le ayudara con la otra.
La caja se abrió, tras un crujido, mostrando al doll uniformado que yacía en ella, de apariencia inerte.
- Es como te prometí... Un chico. Y te aseguro que es del tipo silencioso. ¿Tienes el dinero?- Ella esbozó una media sonrisa.- Antes quiero comprobar que es realmente un doll.- Él, asintiendo, sonrió y ordenó al muñeco levantarse. Su jefe estaría contento, aquella transacción era justo lo que necesitaban. Taconeó distraidamente con su bota vaquera.

Ninguno de los tres, matón, clienta y contratista, se había dado cuenta. Ninguno de los tres lo había visto.

No estaban solos.

De pronto la luz pego fuertemente en sus ojos pero estos ni siquiera parpadearon. Por fin había llegado el día de la negociación y Hoshi tomo la tapa de madera en sus manos y se puso en pie obedientemente mientras la mujer le reparaba de pies a cabeza. El chico no entendía muy bien que era lo que estaba pasando, él solo anhelaba ver a su artista, poder abrazarle.

-Hikusu…- susurro una vez más mientras miraba al vacio. Quiso buscarle, pero pronto se dio cuenta que él no estaba en esa habitación. Solo había cuatro sujetos: dos contratistas y dos humanos, pero ninguno de ellos era su amado.

Hoshi pensó en correr y volver a casa pero sabía que no tendría oportunidad de salir con vida. A pesar de ser un doll contaba con cierta autonomía e inteligencia pero eso no sería suficiente en esta ocasión. No tenia de otra que obedecer y esperar.

Ella, con la sonrisa aún en la boca, se acercó al Doll. Había una forma de comprobar si realmente ese chico era un doll... Con un movimiento, le abrió los pantalones. El contatista también se acercó, al igual que el guardaespaldas.- Oye oye, las pruebas se pagan aparte.- Ella le miró, aburrida. Ya estaba a punto de hacerle alguna guarrada al chico para comprobar si realmente era un doll...- Relájate, hombre, si de todas maneras lo voy a comprar, ¿no?¿Qué más da que lo pruebe antes?

El contratista frunció el ceño pero no dijo nada. Tenía razón, a fin de cuentas.

El guardaespaldas quitó la mano de la funda de la pistola.

- Hola.- Dijo la persona enmascarada que acababa de aparecer entre ellos.- Creo que me llevaré al doll antes de que lo mancilléis.
El hombre con traje y gafas de sol apuntó con la piscina, diciéndole que se identificase, pero el vaquero había sido más rápido. Una nube de arena se cerraba en torno al cuello del enmascarado.- Un agente enemigo... Maldita sea, ¡os han seguido! Al menos este ya está muer...- ¿De qué estás hablando? Estoy aquí.- La voz a sus espaldas le sobresaltó. Algo extraño estaba pasando, el guardaespaldas también se había equivocado y ya estaba rectificando su dirección.- Dadme el Doll y esto acabará rápido.

La retorcida humanidad siempre se aprovechaba de aquellos que mostraban sumisión, debilidad, y tal vez esa era la maldición más grande para los dolls…

… Aquella mujer maliciosa paso sus manos por mi entrepierna pero pronto tuvo que detener sus intensiones. El segundo contratista que yacía en la habitación no hacia parte de la banda de secuestradores. Sentí un gran alivio por su aparición pero mi rostro jamás lo expreso.

El hombre enmascarado parecía ser alguien muy misterioso pero de buena pinta. Me resultaba mucho más agradable que la retorcida mujer o el contratista asesino y esperé que me ayudara a salir de este lugar para poder buscar a Hikusu, saber si estaba con vida... Sin embargo dude un poco, ¿podría aquel contratista sacarme de aquí?, y si así fuese, ¿Cuáles serían sus intenciones?...

El contratista vaquero se interpuso entre la figura del enmascarado y el doll.- No sé quién coño eres ni para quién trabajas, pero mi misión es vender a este doll. Y hasta que lo hayas hecho no le pondrás una mano encima.

- No lo habéis entendido.- Dijo el enmascarado.- Dadme el doll o acabaréis todos muertos y me llevaré al Doll igual. No es una amenaza. Es un simple hecho.- El guardaespaldas le apuntó con el arma, furioso.- ¿Muertos? ¿Dices que nos matarás? No me hagas reír, tú y cuántos más?- La mujer se colocó detrás de él. No confiaba en los contratistas, máquinas de matar traicioneras y tramposas. Por eso su guardaespaldas era humano.

Sin embargo, los tres palidecieron, humanos y contratista vaquero, al oír los pasos que se oían lejanos resonar en las estructuras. Muchos pasos. Pasos marciales.- No quería tener que llamar a los refuerzos,- dijo el contratista enmascarado de nuevo, mientras mostraba un dispositivo en su mano que no habían visto hasta entonces.- pero no me habéis dejado opción.- Se acercó tranquilamente hacia el doll, pero antes de que pudiera abrir la boca, el guardia, enfurecido, se colocó en medio y le detuvo con el cañón de la pistola en su pecho- Tú no vas a coger nada de aquí, estúpido. Ojou-sama, vaquero-san, cojan el doll ahora y hagan la transacción. Este imbécil no se entrometerá.- El contratista pareció acercar su rostro al del guardaespaldas, y susurró, un susurro totalmente audible para Hoshi:- Aparta de mi camino, criatura inferior.-

Tres tiros resonaron del arma del hombre, tres manchas de sangre decoraron la pared opuesta. El contratista vaquero y la mujer se echaron para atrás de la impresión.

[Off: Es obvio que Zero sobrevive, pero me gustaría que rolearas hasta los disparos y así pudiera yo comenzar desde cero en el siguiente post ^^ Y también quería aclarar que el cambio de Font indica un cambio de tonalidad a más siniestra por parte de Zero]

Era increíble todo el alboroto que se había armado por mi culpa. Todos tenían sus intereses puestos en mí y aquella situación me confundía bastante, ¿en qué momento había cambiado tanto mi vida?... Desafortunadamente no recordaba muchas cosas de cuando era humano, tan solo tenía escasas imágenes felices en mi cabeza, todas llenas de arte, de amor y de la sonrisa de Hikusu. Todo el tiempo había estado con él, dependiente y sujeto a su vida y así había vivido perfecto, pero ahora dependía de la ayuda de un completo desconocido.

Aquel enmascarado amenazo con asesinar a todos si no me endonaban por las buenas. Debía confiar mucho en sus habilidades como contratista para dar por hecho el desenlace del encuentro… Había que verlo en acción.

Estuve atento a todo lo ocurrido en la habitación. Me pareció muy extraño el estruendo que se estaba produciendo afuera, era como un ejército circulando. Sin embargo no tuve mucho tiempo de atender al ruido, el humano se puso en medio del enmascarado y yo. Parecía como si se estuviese sacrificando por el negocio, desafiar de esa forma a un contratista podía ser peligroso…

… Y más si esté creía que era superior.

Sentí un escalofrió que recorrió mi espalda al escuchar las funestas palabras del misterioso hombre. A pesar de no ver su rostro, el sonido de su voz era lo suficientemente expresivo como para intimidar a cualquier persona y estaba seguro que el guardaespaldas se exasperó gracias al terror.

La pared estaba llena de sangre ahora y todos estaban tensionados en la habitación, solo que a diferencia de los demás presentes yo no podía exteriorizar el miedo que me invadía.

El pecho del contratista enmascarado vestido de negro se decoró con tres medallas escarlata, mientras retrocedía un par de pasos por los disparos a quemarropa. Sin embargo, no cayó.

El guardaespaldas empalideció cuando un brillo similar a la radiación Syncrotrón lancelot recubrió a la figura del contratista en color rojo y su máscara, antes neutra, pareció resquebrajarse para mostrar una sonrisa aterradora.

Un sentimiento de terror recorrió la espina dorsal de todos los presentes, y el hombre armado trastabilló y tropezó con la caja, cayendo hacia atrás, en un impulso por apartarse de la aterradora figura.- ¿qué eres? ¡¿Qué coño eres?!
Sus ojos estaban vidriosos y se movían en todas direcciones mientras él retrocedía temblando.
-AHORA CONOCERÁS EL VERDADERO TERROR.
Su brazo también se balanceaba hasta que de repente se quedó rígido, viendo algo que solo él parecía ver, y, girando el cañón del arma, se lo metió en la boca y dio un disparo.

Hoshi, al contrario que la aterrada mujer y el contratista que miraba fijamente a la aterradora criatura que brillaba en rojo, pudo ver otra cosa. Sentado en una de las mesas y con la máscara intacta, recubierto por un tenue halo de luz azul, se encontraba el contratista mirándole, y con un dedo sobre el rostro a la altura de la boca, señalándole silencio.

Una aterradora figura escarlata logro que el guardaespaldas se suicidara sin dudarlo un solo segundo. Fue algo bastante impactante para mí, nunca antes había visto a alguien propinarse a sí mismo un disparo. Algunos sesos y sangre cayeron cerca de mí manchando parte de la bota del pantalón, y el cuerpo se desplomo enseguida mío, pero ni un solo segundo me moví a pesar de sentir el impulso de salir corriendo.

Estaba sobresaltado, tenía miedo de aquella sonrisa maquiavélica y de lo que provocaba a quien la veía. Sin embargo, pronto me di cuenta que era solo un producto del poder del contratista. Era una especia de juego mental en el que habían caído todos los presentes pero de la cual yo había sido librado. El verdadero contratista estaba reposando en una mesa mientras me ordenaba guardar silencio con el dedo. La tranquilidad volvió a mí, el misterioso hombre nunca había sido herido y pronto se encargaría del secuestrador y todos sus aliados.

Definitivamente tenía razón al confiar en sus habilidades, su poder resultaba ser muy peligroso. Supe entonces que si él me quería tener, a su lado tendría seguridad y protección, pero dudaba sobre sus intensiones, sería muy triste que también me viese como una simple herramienta, como un esclavo más…

… Lo mire fijamente, y por un segundo me pareció ver el rostro de Hikusu. Eso fue solo una jugarreta de mi cabeza, tenía una falsa esperanza de que él estuviese tras la máscara, aunque en el fondo supiera que ya estaba muerto.

La mujer, aterrorizada, se pegó a la pared, intentando hacerse más pequeña pero sin poder evitar el castañetear de sus dientes por el miedo y la confusión. El contratista vaquero, sin embargo, parecía muy tranquilo.

- Es muy bonito ese truco visual, ¿eh, contratista? Ya te he pillado. Mi arena puede diseminarse por el lugar, y en realidad, tu "cuerpo"... no es más que una mentira.- Se giró hacia donde estaba el enmascarado.- No te puedo ver,- dijo, envuelto en un halo azul.- Pero sé donde estás. Y si haces un solo movimiento en falso, te mataré.-
Sin embargo, no había tenido en cuenta a la mujer, que, con los ojos fuera de sus órbitas, se había escabullido repentinamente hacia el cadáver de su guardia y había tomado la pistola, apuntando alternativamente al hombre con el sombrero vaquero, a la figura y al doll. Su miedo anterior se había transformado en una especie de locura, sin explicación alguna.- ¡¡Dejad de una puta vez vuestros jueguecitos de contratistas!! Me cago en la puta... ¡¡Vamos a ver si vuestros poderes contratistas son tan buenos como dicen!!- Estaba desquiciada, y agarró al doll encañonando al vaquero con el arma.- Me voy a llevar al Doll y a ver quién se atreve a decir una sola cosa!- Intentó arrastrar a Hoshi fuera de la caja, pero fue un intento fallido y cayó al suelo. Los guardias de fuera se asomaron, pero un gesto del vaquero les hizo volver a sus puestos. Zero, que ya había borrado su grotesca figura ilusoria, observaba a la mujer sin dejar de brillar, usando su habilidad sin efecto visible. La mujer se volvió a poner en pie, tambaleándose ligeramente, y volvió a agarrar a Hoshi, encañonando al vaquero.

Sentí un fuerte apretón causado por Ojou, la mujer negociante. Ella intento halarme pero yo era una estatua, y en conjunto con sus nervios frenéticos, ella cayó sin poder moverme un solo centímetro. La mire con compasión en el alma pero con frialdad en la mirada. Pobre chica, estaba muerta del terror.

Rápidamente, sus brazo fríos volvieron a rodearme. No estaba seguro si las acciones de la mujer eran impulsadas por su aturdida cabeza o por los poderes del gran contratista enmascarado, el caso era que ella se empecinaba en agarrarme y en amenazar al cowboy. Parecía que el terror la invadía de pies a cabeza y, a pesar de todo, su mayor preocupación era salir conmigo. Definitivamente la mujer tenía mucho interés en mí como para seguir exponiendo su vida.

Inmóvil observaba toda la habitación a la espera de las órdenes del contratista. Estaba deseando que pronto terminara toda esa pesadilla y lo único que podía hacer era confiar en todo su juego. El secuestrador ya había visto a través del espejismo, su poder de arena se había dispersado y con eso podría detectar el movimiento del enmascarado…

…Pero estaba seguro que él ya sabría cómo combatir esa simple arena. Sus poderes no tenían comparación y eso me hacia confiar cada vez mas en el misterioso contratista.

- A ver cómo escapas de esta, contratista hijo de...- LA mujer, desquiciada, apretaba el arma encañonado al contratista, pero Hoshi pudo ver cómo abría mucho los ojos, como cuando alguien se daba cuenta de algo horrible.

Esta vez la sangre que empapó a Hoshi en forma de gotas finas fue real, muy real. Atravesada por un millar de granos de arena, la mujer cayó seguida de la pistola sin decir palabra, aún con los ojos muy abiertos y sangrando por varias heridas pequeñas.

El contratista Cowboy miró a Zero, cuya máscara parecía sonreír sardónicamente- Ya sabes, la locura, como dicen, es como la gravedad... basta con un pequeño...¡empujón!- Gritó repentinamente, y, echándose hacia atrás se desvaneció de nuevo. Si nembargo el vaquero esta vez no parecía muy dispuesto a encontrarlo. Zero había decidido actuar. Había decidido que no esperaría a jugar más con su último enemigo. Que acabaría eso ya.

El contratista cayó sobre sus rodillas y más tarde cayó tumbado. No podía diferenciar lo que estaba arriba de lo que estaba abajo, las distancias iban y venían, aquél doll... casi no podía ni verlo. Todos sus sentidos se entremezclaban, y en ese estado no podía encontrar al contratista enmascarado. La arena se movía caóticamente por la habitación.
El enmascarado se arrodilló ante el caído vaquero, apareciendo repentinamente.- No me caes mal y eres un contratista. No me gustaría matarte ni nada... Únete a mi equipo.- El contratista con bigote gruñó algo y el enmascarado se acercó.

Durante unos minutos, Hoshi no pudo oír nada de lo que dijeron, pero después Zero se levantó.
- Has elegido tu destino. Ahora vámonos. En la maleta de la mujer, que la ha dejado fuera, encontrarás el dinero suficiente para pagarte al Doll.

Se volvió hacia Hoshi, y pasando por encima de el cuerpo de la mujer, le indicó con un gesto que le siguiera. La batalla había acabado. Los ganadores se llevaban su botín, mientras los perdedores... ¿Qué se llevaban los perdedores? Para los perdedores sólo había sangre, polvo y arena.
El cowboy sacó su revólver, viejo y gastado cuando ya doblaban la esquina, Zero se volvió a mirarlo.
El contratista se colocó el cañón hacia la sien.- Es mi pago por usar mi poder. La Ruleta rusa.- No explicó si la pistola estaba cargada realmente o no, pero de hecho Zero no se quedó a comprobarlo.

El rojo se apodero del lugar y de mi ser. Gracias a la cercanía de la mujer todas sus hemorragias cayeron sobre mí. La ropa, la caja y mi rostro quedaron manchados de sangre escarlata. Quise limpiar mis pómulos y despojarme de mi traje, pero no era el momento y no podía hacerlo hasta que el enmascarado me ayudase.

Me quede con los ojos como plato y observaba de un lado para otro la habitación. La batalla de arena fue fugaz y caótica, pero como era de suponer el invisible contratista tumbo al vaquero sin mucha dificultad, y sin embargo tuvo compasión de él. Parecía como si quisiera obtener su ayuda pero después de una conversación casi inaudible para mi, el enmascarado concluyo “comprándome” con el dinero que la mujer había traído a la negociación.

Por fin había acabado la sanguinaria pesadilla y ahora yo era el doll del misterioso salvador. Camine detrás de él como me lo había señalado, alejándonos del vaquero y de aquella habitación suicida. Me sentía triste, pero ahora estaba más seguro o por lo menos eso sentía. Mi encierro había terminado y ahora me embarcaba a lo desconocido…

… Después de unos cuantos pasos, mis pantalones que habían estado todo el tiempo desabrochados, se deslizaron hasta el suelo. Estaban completamente teñidos de rojo y me quería deshacer de ellos, pero no precisamente de esa forma. Me ruborice un poco, pero el gesto de mi rostro nunca cambio.

Cuando ocurrió lo inevitable, Zero volvió su oculto rostro, extrañado. - Nani?

Viendo los pantalones ensangrentados en el suelo y al doll algo "impedido" para hacer algo al respecto, una gota de sudor cayó por la máscara cómicamente mientras buscaba algo que les pudiera servir en su huida.

Hasta que vio al vaquero, aún inutilizado. Y soltó un "mmmm" bastante elocuente que hizo que el otro contratista, en vano, intentase escapar a rastras.

...
...
...

- Bueno, no te quedan mal, para pasar el rato.- Dijo Zero mirando al doll con vaqueros tras dar una tercera vuelta a sus bajos.- Cuando estemos libres, si quieres, te puedo comprar otro uniforme.

entonces los pasos volvieron a oírse. Pasos marciales, de soldados o de agentes secretos.- Vaya, pensé que no nos habían descubierto.- Dijo Zero. Despidiéndose del humillado vaquero sin vaqueros con un gesto, tomó al doll de la mano y echó a correr por la puerta, mientras brillaba de nuevo. Los agentes de allí no se dieron cuenta de nada.

- ¡Aquí hay dos cadáveres!- dijo el soldado al inspeccionar la zona. No hizo ningún comentario al ver al vaquero en paños menores, y éste tampoco.

Poco a poco, las fuerzas de seguridad, alertadas por un sistema automático que Zero no había logrado evadir, invadieron el lugar.[color:20a3=red]- ¿Dónde han ido?- Le dijo el hombre con pinta de jefe al contratista.- Han... Han salido por la puerta principal... Vais a necesitar refuerzos. Van hacia el norte.- Terminó con una mirada significativa.- Vale, nos movemos! ¡Tú y tú, quedaos aquí hasta que llegue la policía! Hacia el norte...- El hombre frunció el ceño. Hacia el norte, un kilómetro más allá, se acercaban a la zona de cuarentena. La Hell's Gate.

Fue bastante divertido ver al pobre contratista humillado en ropa interior mientras yo usaba sus anchos vaqueros azules. Me sentía algo incomodo por la diferencia de tamaños, pero no era nada que un cinturón de broche grande no pudiera solucionar. Mire mis nuevos pantalones y desee llevarme el sombrero para completar el disfraz sin embargo no tuve tiempo de pedirlo, los guardias iban por nosotros.

Era hora de partir en compañía del enmascarado. Sentí su cálida mano que me tomo con fuerza y me arrastro con él, seguidamente su aura azul apareció y como por arte de magia salimos del espantoso bar. Pude entonces por fin sentir la brisa nocturna, una sensación de libertad…

… Tenía muchas ganas de correr hasta casa y ver que había pasado con el artista. Lo que más deseaba en este mundo era poder verlo, así fuese su cuerpo inerte, aunque fuera para verificar si había tenido un funeral. Tuve que decirme a mí mismo que no era el momento, ahora debíamos escapar de lo que fuese que nos estuviera persiguiendo.

Delante se levanta el inmenso muro de la Hell’s Gate, parecía como si nos dirigiéramos hasta ese lugar. Mire hacia atrás, resignado veía como nos alejábamos de mi hogar. -Hikusu…- murmure con tristeza.

La Puerta estaba al fondo, como una fría pared que se elevaba cientos de metros, sin embargo, antes de llegar a ella el chico con vaqueros y el enmascarado vieron cómo terminaba su excursión ante una pared de ladrillos de un edificio semiderruido, acorralados por los agentes.

- Quietos! pongan las manos donde podamos verlas y no intenten ninguna bobada!- Les apuntaron con su arma, parecía que iban en serio. El enmascarado levantó las manos lentamente, y girando la cabeza hacia el Doll, susurró.
- Busca... salida... a calle... principal...- Indicó con un imperceptible gesto el árbol que, "casualmente", estaba a su lado, como esperando a que el doll lo tocase.
Zero se adelantó. Sí, necesitaba a Hoshi. Ya tenía algunos efectivos, imbéciles del bajo fondo que no tenían idea de a quién estaban sirviendo y que le servían de relleno hasta que pudiera darles matarile. Pero Hoshi era distinto, era un doll, y eso le hacía más valioso que un patético humano. Aunque, como aquellos idiotas, tuviese un arma.

Y también le necesitaba porque dentro de poco iba a necesitar a alguien para sacarlo de allí.
- ¡Quítate la máscara para que podamos ver quién eres! ¡Ya!- Gritó el que parecía ser el jefe.
Oh, venga, hombre, que estamos en japón. Vale que la seguridad se recrudeciera tras el incidente de la CIA hace apenas un año, pero...
- Claro, agente...- Bajó la mano hacia su máscara lentamente.- Ahora... mismo.

Con su última palabra, la radiación syncrotrón Lancelot iluminó a Hoshi, mientras el contratista conocido como Zero extendía su poder hacia los soldados que le apuntaban.


La oscuridad les envolvió y el mundo entero desapareció...

en la mente de los soldados:

- ¿A qué esperáis? Venga, disparad! Maldita sea! Fuego!- El capitán apretó los dientes mientras veía a los soldados despertar de una especie de trance. Se volvieron hacia él, todos a una. No parecían amistosos. - ¿Qué cojones os pasa? ¡Fuego! contra el contratista! Imbéciles, disparad!

Un murmullo se elevó entre los soldados. Esta noche no, capitán. Esta noche no...

Las balas surcaron el aire, mientras Zero colocaba una rodilla en el suelo. Aquello había sido demasiado hasta para alguien como él. Una ilusión colectiva a los soldados, personalizada, para todos los sentidos y que llevaba unido un control mental.... eso sí, era una pieza maestra. Un control mental sutil, un pensamiento de motín y rebelión que se había colado en sus mentes a la par que la ilusión perturbadora, haciéndoles creer que ese pensamiento era suyo. Pero ahora tendría que dejarles resolver sus conflictos solos.
- Hoshi... Vámonos...- susurró, agotado.



Off: La ilusión va dirigida a todos los soldados, he puesto Hiroshi para poner un nombre y personalizarla, pero se llamen como se llamen todos la reciben.

[Administración toma el control del tema después de que uno de los usuarios haya desaparecido, y el otro soy yo]

Sin prisa pero sin pausa, el doll de pelo negro ayudó al contratista a levantarse. Éste se apoyó en el árbol, débil, y, ayudado por Hoshi se escabulló a trompicones por un callejón, mientras el sonido de los disparos de los amotinados contra su líder resonaba contra el edificio. Una vez más, el contratista Zero, se había salido con la suya, y ahora, ahora su plan comenzaba a tener forma.


En cuanto la puerta del coche, de aspecto antiguo, se cerró, el conductor, un hombre pelirrojo con un traje verde a la antigua usanza y un sombrero de fieltro, aceleró sin hacer ninguna pregunta. Zero y Hoshi se acomodaron en los asientos de atrás.

- ¿Cómo ha ido todo, señor? - Preguntó el esbirro con voz fría e impersonal. Zero sonrió, quitándose la máscara por primera vez y mostrando el rostro de un hombre blanco y bastante común, cuyo rasgo más distintivo eran sus ojos, de aspecto muerto y que le daban un aspecto tétrico.- No puedo quejarme. He conseguido lo que quería. He rescatado a otro.- Lo dijo con un tono inexpresivo, pero, como Hoshi pudo notar, ese "otro" había sido remarcado con un énfasis especial. Y estuvo seguro. Él no era "otro más".

Mezclándose entre la multitud, el coche con sus siniestros ocupantes desapareció en la inmensa Tokyo, al fondo de la cual aún se podía ver el muro que, como todos sus habitantes sabían perfectamente, ocultaba La Hell's Gate.