Algo no funciona aquí

La existencia de la puerta provocaba unos adelantos increíbles en muchos ámbitos de la sociedad japonesa, especialmente en aquellos relacionados con la tecnología. Keima lo sabía muy bien, continuamente salían nuevos componentes y software más novedoso y el campo de la informática era uno muy difícil, aunque rentable para quien conociera el idioma de los números, como él.

De hecho, eso era precisamente lo que le había llevado a Tokyo esta vez, una conferencia sobre un tipo de conductor mucho más rápido que de ser rentable establecería un nuevo reinado (el programador había perdido la cuenta de cuántas veces había oído esa expresión) en el mundo de las conexiones informáticas.

Y allí estaba, en la ciudad de la Hell's Gate, con el inmenso muro de siempre al fondo, rodeado de coches voladores y con un portátil en una mano y la maleta en la otra.
Sin embargo las cosas de Tokyo no andaban tan "tranquilas" (es un decir hablando de Tokyo) como en sus años de universidad, según había bajado del tren había podido ver los carteles.
"No más máquinas asesinas libres" "tenemos miedo" "muerte a los contratistas" eran solo algunas de las insignias que se podían leer en los carteles garabateados en algunos de los balcones de las calles secundarias. Era imposible que no lo hubiera oído, las noticias se habían llenado la boca a la hora de hablar de un nuevo tipo de humanos superpoderosos, asesinos a sueldo, que se ocultaban entre la multitud. El último caso, una especie de vengador entre los Yakuza, estaba matando jefes mafiosos en Tokyo. Y la gente tenía miedo.

El taxi paró ante sus narices.- ¿A dónde le llevo?